HOMILÍA
25/10/2009, Domingo de la 30ª semana de tiempo ordinario
Realizada por: P. Luis Carlos Aparicio Mesones s.m.
25/10/2009, Domingo de la 30ª semana de tiempo ordinario
Realizada por: P. Luis Carlos Aparicio Mesones s.m.
TODOS SOMOS CIEGOS
El camino de la vida

Nuestra sociedad hedonista, que predica el placer inmediato y trata de dar satisfacción a las pasiones más obscuras, deja fuera del circuito del “bienestar” a los menos capacitados, un enorme colectivo humano que aguarda una palabra de aliento, una mano amiga que se le tienda.
También los que están dentro sienten igualmente el vacío de una vida anodina y sin ideales.
Cada uno de nosotros podemos formar parte de ambos circuitos y aguardar desesperadamente la solución a nuestros males, porque la enfermedad, el dolor, la soledad, la angustia a no saber responder a las exigencias del mundo moderno... nos sacuden con fuerza y nos arrastran hacia el caos interior.

Sabemos que Dios es fiel a su Alianza y toma siempre la iniciativa para retomar la relación perdida. Así nos lo confirma en la primera lectura de hoy el profeta Jeremías: . “proclamad, alabad y decid: El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel.
Mirad que os traeré del país del norte, os congregaré de los confines de la tierra... os llevaré por un camino llano, sin tropiezos”.
La acción misericordiosa de Dios con su Pueblo se hace visible en la persona de Jesús
en los albores de una Nueva Era.
Jesús se hace el encontradizo

Según los comentaristas especializados en el estudio de San Juan, parece ser que el Apóstol quiere representar a través del ciego a los discípulos, que no comprenden el mesianismo de Jesús ni su entrega generosa.
Es el camino el marco donde se desarrolla la escena, en la que Bartimeo pide limosna y reclama a gritos la presencia de Jesús, que es denominado el “hijo de David”; exclamación ésta que es figura del mesianismo histórico, centrado en David, el rey por antonomasia del pueblo judío, que encarna el modelo del poder y es el prototipo de guerrero triunfador.
Esta concepción ciega constantemente a los Doce, como nos puede cegar a cada uno de nosotros y a la propia Iglesia, obstinada en las glorias humanas.
El grito desgarrador del ciego, que pide ayuda ante quien puede auxiliarle, resuena en el duro camino de la increencia estéril y de las vanidades que se pierden en lontananza, como el polvo en la aridez de una tierra desierta.

¿Nos pondremos como Zaqueo al borde del camino o nos dejaremos morir silenciosamente en nuestros viejos esquemas de un cristianismo de cumplimiento y desencarnado de la realidad. La vida que no se celebra, muere. Y si el amor no es celebrado es porque no se vive en su plenitud, tanto a nivel humano como religioso.
Le seguía por el camino


Señalar el camino es el gran reto de los discípulos de Jesús a través del testimonio personal y su implicación en las realidades del mundo occidental tan azotado por corrientes de increencia, hedonismo o nihilismo.
La última encíclica del Papa Benedicto XVI,” Caritas in Veritate” nos recuerda que:” el humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano Solamente un humanismo abierto a lo Absoluto nos puede guiar en la promoción y realización de formas de vida social y civil - en el ámbito de las estructuras, las instituciones, la culturas y el ethos - , protegiéndonos del riesgo de quedar apresados por las modas del momento”.

¡Cura. Señor, nuestras cegueras y que tu luz nos haga ver la luz para seguirte, como Bartimeo, por el CAMINO!
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