La veneración con que este santo ha sido honrado tanto en Oriente como en Occidente, el número de altares y de iglesias erigidas en memoria suya y el sinfín de historias asociadas con su nombre atestiguan que algo extraordinario había en él. Y, sin embargo, el único hecho referente a la vida de Nicolás del cual podemos estar absolutamente seguros, es el de que fue obispo de Mira, durante el siglo IV. Según la tradición, nació en Patara, Licia, provincia del sur de Asia Menor, en donde San Pablo había predicado la fe. Mira, la capital, era sede episcopal fundada por San Nicander. Los relatos de Nicolás que nos ha dado la iglesia griega están todos de acuerdo en decir que fue hecho prisionero durante el reinado de Diocleciano, cuyas persecuciones, mientras duraron, fueron muy severas. Unos veinte años más tarde, Nicolás apareció en el Concilio de Nicea,1 para sumarse a la condenación del arrianismo. También nos dicen que murió en Mira y fue enterrado en su catedral. Tal cantidad de literatura se ha acumulado en torno a Nicolás, que creemos estar justificados al dar un breve pormenor de algunas tradiciones populares, la mayoría de las cuales se remontan a los tiempos medievales. San Metodius, patriarca de Constantinopla a mediados del siglo IX, escribió una vida del santo en la cual declara que «hasta el presente la vida del distinguido pastor ha sido desconocida para la mayoría de los creyentes». Habían transcurrido casi quinientos años desde la muerte del buen San Nicolás y, por ello, el relato de Metodius debió basarse más en la leyenda que en los hechos reales.
Fue educado, según cuentan, por sus virtuosos y piadosos padres, quienes le hicieron estudiar los libros sagrados a la edad de cinco años. Sus padres murieron cuando él era todavía joven, dejándole una fortuna regular que Nicolás decidió emplear en obras de caridad. Pronto tuvo oportunidad de hacerlo. Un ciudadano de Patara había perdido todo su dinero, y sus tres hijas no podían encontrar marido debido a su pobreza. El infeliz padre, desesperado, estaba a punto de dedicarlas a una vida vergonzosa. Cuando Nicolás se enteró de esto, tomó una talega de oro y, llegada la noche, la arrojó por una ventana abierta, dentro de la casa de aquel hombre. Aquello fue la dote de la mayor de las hermanas, la cual se casó en seguida. Nicolás hizo lo mismo para la segunda hermana y luego para la más pequeña. En esta última ocasión el padre vigiló la ventana y colmó de agradecimiento a su joven benefactor.
Sucedió que Nicolás se hallaba en la ciudad de Mira en ocasión en que clero y pueblo se habían reunido para elegir nuevo obispo y Dios los instruyó para que él fuera el elegido. Era el tiempo de las persecuciones de Diocleciano, al comenzar el siglo iv. Los escritores griegos continúan la historia diciendo que, una vez jefe, «el divino Nicolás fue hecho prisionero por los magistrados, torturado, encadenado y aherrojado y metido en una prisión junto con otros cristianos. Pero cuando el religioso y gran Constantino, elegido de Dios, asumió la diadema imperial de los romanos, los prisioneros fueron librados de sus cadenas y, con ellos el ilustre Nicolás». San Metodius añade que, «gracias a la enseñanza de San Nicolás, la metrópoli de Mira fue la única que no se contaminó con la inmundicia de la herejía arriana, la cual él rechazó firmemente como un veneno mortal». No nos habla de la presencia de Nicolás en el Concilio de Nicea, pro según otras tradiciones, no sólo estuvo allí, sino que fue presa de tal indignación que llegó a abofetear el rostro del propio herético Arrio. Por ello, dicen, se le despojó de su insignia episcopal y fue aprisionado, pero Nuestro Señor y Su Madre aparecieron y le devolvieron tanto la libertad como su cargo. Nicolás tomó igualmente severas medidas contra el paganismo. Destruyó muchos templos, entre ellos uno dedicado a la diosa griega. Artemisa, que era el principal santuario pagano de la comarca.
También fue Nicolás el defensor de su gente en asuntos temporales. El gobernador había sido cohechado para que condenase a muerte a tres hombres inocentes. El día fijado para su ejecución, Nicolás detuvo el brazo del verdugo y los liberó. Luego, volviéndose hacia el gobernador, le reprendió con tanta severidad que éste se arrepintió. Sucedió que ese día se hallaban allí presentes tres oficiales imperiales, Nepotio, Ursus y Heranpilio, los cuales estaban de paso para Frigia. Más tarde, a su regreso, fueron encarcelados por el prefecto por falsas acusaciones de traición y se consiguió que el emperador Constantino diera la orden de su ejecución. En aquel trance se acordaron de la pasión que por la justicia sentía el obispo de Mira y rogaron a Dios por la intercesión de aquél. Aquella noche Nicolás se apareció a Constantino en sueños, y le ordenó que dejara en libertad a los tres oficiales inocentes. El prefecto tuvo el mismo sueño y, a la mañana siguiente, los dos hombres compararon sus sueños y decidieron interrogar a los oficiales acusados. Al saber que habían rezado para lograr la intercesión de Nicolás, Constantino los libertó, mandándoles al obispo con una carta suya en la que le pedía que rogara por la paz del mundo.
En Occidente la historia fue complicándose cada vez más fantásticamente; en una versión los tres oficiales se han cambiado por tres niños, asesinados por un hostelero y metidos en una barrica de la cual Nicolás los sacó y les volvió a la vida.
Todas las tradiciones coinciden en asegurar que Nicolás fue enterrado en su ciudad episcopal de Mira. En tiempos de Justiniano, unos dos siglos después, se celebraba su fiesta y se hizo construir una iglesia sobre su tumba. Las ruinas de esta basílica con cúpula, que se alzaba en el llano en donde la propia ciudad se hallara, fueron excavadas durante el siglo xix. La popularidad tremenda del santo queda indicada por un escritor anónimo del siglo x, el cual declara : «El Occidente tanto como el Oriente lo aclama y glorifica. Allí donde hay gente, en el campo o en la ciudad, en los pueblos, en las islas, en las más alejadas partes de la tierra, su nombre es reverenciado y se erigen iglesias en honor suyo.» En el año 1034 la ciudad de Mira cayó en manos de los sarracenos. Varias ciudades italianas hicieron planes para apoderarse de las reliquias del famoso Nicolás. Finalmente, los ciudadanos de Bari, en el año 1087, las tomaron de sus legítimos custodios griegos y de sus amos musulmanes. Rápidamente fue construida una nueva iglesia en Bari el Papa Urbano II estuvo presente cuando se guardaron las reliquias. Entonces aumentó todavía la devoción a San Nicolás y muchos milagros se atribuyeron a su intercesión. La imagen de San Nicolás aparece frecuentemente en los sellos bizantinos. Los artistas han solido pintarlo con los tres niños en la barrica o bien en el acto de arrojar una talega de oro a través de una ventana. En Occidente ha sido muy a menudo invocado por los prisioneros, mientras que en Oriente lo han hecho los marinos. Existe una leyenda que cuenta que durante su vida se apareció cerca de las costas de Licia a unos marineros que habían pasado una tormenta y habían invocado su ayuda. El santo los llevó a salvo hasta un puerto seguro. Los marineros de los mares Egeo y Jónico tuvieron su «estrella de San Nicolás» y se deseaban uno a otro buen viaje con las palabras. « ¡ Que San Nicolás lleve el timón! »
De la leyenda de los tres niños puede haber surgido la tradición de su amor por los muchachos, celebrado tanto en las observancias seculares como en las religiosas. En muchos lugares se celebraba anualmente la ceremoniosa instalación de un «niño obispo». En Alemania, Suiza y los Países Bajos se hacían regalos a los niños, en nombre de San Nicolás, durante la Navidad. Dos colonizadores holandeses protestantes de Nueva Amsterdam hicieron popular esta costumbre al otro Lado del Atlántico. El santo oriental fue trocado en un mago, nórdico (San NicolásSint KlaesSanta Claus). Su mayor popularidad estuvo en Rusia, en donde San Nicolás y San Andrés fueron nombrados patrones nacionales. Allí no había iglesia que no tuviera altar en honor de San Nicolás, y la Iglesia Ortodoxa Rusa observa incluso la fiesta del traslado de sus reliquias. Durante los tiempos zaristas hubo tantos peregrinos rusos que visitaron Bari que el gobierno ruso mantuvo allí una iglesia, un hospital y un hospicio. San Nicolás también es patrón de Grecia, Apulia, Sicilia y Lorena, y de muchas ciudades y diócesis. La basílica de San Nicolás en Roma fue fundada a fines del siglo VI'. A fines de la Edad Media había, solamente en Inglaterra, unas cuatrocientas iglesias dedicadas a este santo. Los emblemas de San Nicolás son : niños, una mitra y un barco.
Fue educado, según cuentan, por sus virtuosos y piadosos padres, quienes le hicieron estudiar los libros sagrados a la edad de cinco años. Sus padres murieron cuando él era todavía joven, dejándole una fortuna regular que Nicolás decidió emplear en obras de caridad. Pronto tuvo oportunidad de hacerlo. Un ciudadano de Patara había perdido todo su dinero, y sus tres hijas no podían encontrar marido debido a su pobreza. El infeliz padre, desesperado, estaba a punto de dedicarlas a una vida vergonzosa. Cuando Nicolás se enteró de esto, tomó una talega de oro y, llegada la noche, la arrojó por una ventana abierta, dentro de la casa de aquel hombre. Aquello fue la dote de la mayor de las hermanas, la cual se casó en seguida. Nicolás hizo lo mismo para la segunda hermana y luego para la más pequeña. En esta última ocasión el padre vigiló la ventana y colmó de agradecimiento a su joven benefactor.
Sucedió que Nicolás se hallaba en la ciudad de Mira en ocasión en que clero y pueblo se habían reunido para elegir nuevo obispo y Dios los instruyó para que él fuera el elegido. Era el tiempo de las persecuciones de Diocleciano, al comenzar el siglo iv. Los escritores griegos continúan la historia diciendo que, una vez jefe, «el divino Nicolás fue hecho prisionero por los magistrados, torturado, encadenado y aherrojado y metido en una prisión junto con otros cristianos. Pero cuando el religioso y gran Constantino, elegido de Dios, asumió la diadema imperial de los romanos, los prisioneros fueron librados de sus cadenas y, con ellos el ilustre Nicolás». San Metodius añade que, «gracias a la enseñanza de San Nicolás, la metrópoli de Mira fue la única que no se contaminó con la inmundicia de la herejía arriana, la cual él rechazó firmemente como un veneno mortal». No nos habla de la presencia de Nicolás en el Concilio de Nicea, pro según otras tradiciones, no sólo estuvo allí, sino que fue presa de tal indignación que llegó a abofetear el rostro del propio herético Arrio. Por ello, dicen, se le despojó de su insignia episcopal y fue aprisionado, pero Nuestro Señor y Su Madre aparecieron y le devolvieron tanto la libertad como su cargo. Nicolás tomó igualmente severas medidas contra el paganismo. Destruyó muchos templos, entre ellos uno dedicado a la diosa griega. Artemisa, que era el principal santuario pagano de la comarca.
También fue Nicolás el defensor de su gente en asuntos temporales. El gobernador había sido cohechado para que condenase a muerte a tres hombres inocentes. El día fijado para su ejecución, Nicolás detuvo el brazo del verdugo y los liberó. Luego, volviéndose hacia el gobernador, le reprendió con tanta severidad que éste se arrepintió. Sucedió que ese día se hallaban allí presentes tres oficiales imperiales, Nepotio, Ursus y Heranpilio, los cuales estaban de paso para Frigia. Más tarde, a su regreso, fueron encarcelados por el prefecto por falsas acusaciones de traición y se consiguió que el emperador Constantino diera la orden de su ejecución. En aquel trance se acordaron de la pasión que por la justicia sentía el obispo de Mira y rogaron a Dios por la intercesión de aquél. Aquella noche Nicolás se apareció a Constantino en sueños, y le ordenó que dejara en libertad a los tres oficiales inocentes. El prefecto tuvo el mismo sueño y, a la mañana siguiente, los dos hombres compararon sus sueños y decidieron interrogar a los oficiales acusados. Al saber que habían rezado para lograr la intercesión de Nicolás, Constantino los libertó, mandándoles al obispo con una carta suya en la que le pedía que rogara por la paz del mundo.
En Occidente la historia fue complicándose cada vez más fantásticamente; en una versión los tres oficiales se han cambiado por tres niños, asesinados por un hostelero y metidos en una barrica de la cual Nicolás los sacó y les volvió a la vida.
Todas las tradiciones coinciden en asegurar que Nicolás fue enterrado en su ciudad episcopal de Mira. En tiempos de Justiniano, unos dos siglos después, se celebraba su fiesta y se hizo construir una iglesia sobre su tumba. Las ruinas de esta basílica con cúpula, que se alzaba en el llano en donde la propia ciudad se hallara, fueron excavadas durante el siglo xix. La popularidad tremenda del santo queda indicada por un escritor anónimo del siglo x, el cual declara : «El Occidente tanto como el Oriente lo aclama y glorifica. Allí donde hay gente, en el campo o en la ciudad, en los pueblos, en las islas, en las más alejadas partes de la tierra, su nombre es reverenciado y se erigen iglesias en honor suyo.» En el año 1034 la ciudad de Mira cayó en manos de los sarracenos. Varias ciudades italianas hicieron planes para apoderarse de las reliquias del famoso Nicolás. Finalmente, los ciudadanos de Bari, en el año 1087, las tomaron de sus legítimos custodios griegos y de sus amos musulmanes. Rápidamente fue construida una nueva iglesia en Bari el Papa Urbano II estuvo presente cuando se guardaron las reliquias. Entonces aumentó todavía la devoción a San Nicolás y muchos milagros se atribuyeron a su intercesión. La imagen de San Nicolás aparece frecuentemente en los sellos bizantinos. Los artistas han solido pintarlo con los tres niños en la barrica o bien en el acto de arrojar una talega de oro a través de una ventana. En Occidente ha sido muy a menudo invocado por los prisioneros, mientras que en Oriente lo han hecho los marinos. Existe una leyenda que cuenta que durante su vida se apareció cerca de las costas de Licia a unos marineros que habían pasado una tormenta y habían invocado su ayuda. El santo los llevó a salvo hasta un puerto seguro. Los marineros de los mares Egeo y Jónico tuvieron su «estrella de San Nicolás» y se deseaban uno a otro buen viaje con las palabras. « ¡ Que San Nicolás lleve el timón! »
De la leyenda de los tres niños puede haber surgido la tradición de su amor por los muchachos, celebrado tanto en las observancias seculares como en las religiosas. En muchos lugares se celebraba anualmente la ceremoniosa instalación de un «niño obispo». En Alemania, Suiza y los Países Bajos se hacían regalos a los niños, en nombre de San Nicolás, durante la Navidad. Dos colonizadores holandeses protestantes de Nueva Amsterdam hicieron popular esta costumbre al otro Lado del Atlántico. El santo oriental fue trocado en un mago, nórdico (San NicolásSint KlaesSanta Claus). Su mayor popularidad estuvo en Rusia, en donde San Nicolás y San Andrés fueron nombrados patrones nacionales. Allí no había iglesia que no tuviera altar en honor de San Nicolás, y la Iglesia Ortodoxa Rusa observa incluso la fiesta del traslado de sus reliquias. Durante los tiempos zaristas hubo tantos peregrinos rusos que visitaron Bari que el gobierno ruso mantuvo allí una iglesia, un hospital y un hospicio. San Nicolás también es patrón de Grecia, Apulia, Sicilia y Lorena, y de muchas ciudades y diócesis. La basílica de San Nicolás en Roma fue fundada a fines del siglo VI'. A fines de la Edad Media había, solamente en Inglaterra, unas cuatrocientas iglesias dedicadas a este santo. Los emblemas de San Nicolás son : niños, una mitra y un barco.
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