domingo, 5 de julio de 2020

San Antonio María Zaccaría


San Antonio María Zaccaria, presbítero, fundador de la Orden de Clérigos Regulares de San Pablo o «Barnabitas», para renovar las costumbres de los fieles cristianos, y que en Cremona, en Lombardía, voló al encuentro del Salvador.

Nació en Cremona. Su padre, Lázaro Sacaría, descendía de una noble familia genovesa. Fue educado en la fe por su madre, Antonieta Pescaroli, que había quedado viuda con sólo 18 años, y que había rechazado las segundas nupcias para dedicarse a su hijo único. En su juventud hizo voto de celibato y luego renunció a los bienes paternos en favor de su madre; estudió con 15 años, Filosofía en Pavía y, por indicación de su madre, Medicina en Padua. Aquí tuvo como amigo a Serafín de Fermo, famoso canónigo lateranense. Volvió en 1524 a Cremona como médico para dedicarse así al servicio de los enfermos, ejerció la medicina durante cuatro años y en el tiempo libre se dedicó al apostolado catequético en la iglesia de San Vital. Aquí nació un grupo de amigos para la difusión del Evangelio.

Cuando vio las enfermedades de las almas en aquellos tiempos del paganismo renacentista y del protestantismo, su director espiritual, el dominico fray Bautista de Cremona, le aconsejó que estudiase Teología y se le ordenó sacerdote a los 26 años (1528) en la iglesia de San Vital, teniendo ya un beneficio en la iglesia de San Jorge. Dedicado por entero a su ministerio sacerdotal, comenzó a juntar en torno a sí a seglares deseosos de más intensa vida cristiana. Fue a Milán en 1530 en el séquito de la condesa Luisa Torelli, de la que fue capellán; y allí encontró la sociedad de la "Eterna Sabiduría" que ocupaba el centro de la religiosidad milanesa pretridentina, y junto con otros dos compañeros laicos: Bartolomé Ferrari y Antonio Moriglia, fundó, en el mismo año, un movimiento renovador que culminaría en Trento: la nueva congregación de la Orden de Clérigos Regulares de San Pablo (Barnabitas) en el convento de San Bernabé de Milán. La congregación fue reconocida por Clemente VII en 1533, y tenía por finalidad la promoción de la reforma del clero y de los laicos. Fundó junto con la condesa de Guatalla, Luisa Torelli, la congregación femenina colateral, llamada de las Angélicas de San Pablo Convertido, que tenía por finalidad la reforma de todos los monasterios femeninos, bajo la regla de san Agustín, y aprobada por Pablo III e 1535; fueron las primeras monjas autorizadas para salir de la clausura y realizar su apostolado entre las mujeres. También fundó una institución para laicos casados, llamada los Laicos de San Pablo, cuyo fin era reformar la sociedad, santificar los matrimonios y elevar espiritualidad de las familias. 

Las constituciones de la congregación masculina fueron formuladas definitivamente en 1579 y revisadas por san Carlos Borromeo, tras varias tentativas para no anexionarla a los jesuitas o al Oratorio de san Felipe Neri. Antonio no quiso fundar una congregación ni de monjes ni de religiosos, sino de apóstoles (a modo de san Pablo) destinados a predicar y administrar los sacramentos, con la pretensión de contrarrestar a la propaganda luterana. Supo superar con valentía las incomprensiones y persecuciones, hasta ser rehabilitado después de dos procesos incoados contra él (1534-1537), que acompañaron los primeros pasos del Instituto. Las críticas le llevaron a decir “Deberíamos amar y sentir compasión por quienes se nos oponen, dado que se dañan a sí mismos y a nosotros nos hacen bien…”. Molestaba sus penitencias públicas, y sobre todo que fueran hechas por hijos de nobles. No faltaron algunas absurdas insinuaciones de falsa piedad, superstición y herejía de la que se tachaba de doctrina de fray Bautista de Cremona al que seguían.

En 1537, el cardenal de Milán, Ridolfi, lo envió en misión reformadora a los monasterios, cárceles y hospitales de Vicenza, donde reformó el monasterio de las Arrepentidas de Santa María Magdalena, el de las benedictinas de San Silvestre. 

A Zaccaría se le puede considerar como el precursor de san Carlos en la reforma católica. Cuando Carlos Borromeo entró en Milán en 1569, encontró ya a los barnabitas en plena actividad desde hacia años. Decía: "Es propio de los grandes de corazón, querer servir sin recompensa, combatir sin dinero y seguridad". "Avanzad siempre. Aspirar a lo más perfecto". "Consagrad todo vuestro tiempo libre a entreteneros con el crucifijo. Hablad a Jesús en la cruz de todo lo que os pasa, y pedirle consejo, para vosotros y para los otros". También Antonio será conocido como el gran apóstol de la comunión frecuente y de las 40 horas eucarísticas de adoración. Murió a los 37 años en Cremona, entre los brazos de su madre. Fue canonizado el 27 de mayo de 1897 por el Papa León XIII.

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