Hijos míos, es la última
hora.
Habéis oído que iba a venir
un anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos
damos cuenta de que es la última hora.
Salieron de entre nosotros,
pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían
permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no
todos son de los nuestros.
En cuanto a vosotros, estáis
ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis.
Os he escrito, no porque
desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira
viene de la verdad.
En el principio existía el
Verbo y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el
principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo,
y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la
vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en las
tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por
Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la
luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que
daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz
verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y
los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron,
les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de
sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de
Dios.
Y el Verbo se hizo carne y
acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo
único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y
grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene
detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues
de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la Ley se dio por
medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de
Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto
jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a
conocer.
Palabra del Señor.
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