HOMILÍA
16/08/2009, Domingo de la 20ª semana de tiempo ordinario
Realizada por: P. Luis Carlos Aparicio Mesones s.m
“EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE HABITA EN MI Y YO EN EL”
16/08/2009, Domingo de la 20ª semana de tiempo ordinario
Realizada por: P. Luis Carlos Aparicio Mesones s.m
“EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE HABITA EN MI Y YO EN EL”
La comida

La comida ha tendido siempre un significado humano, familiar, social y de amistad.
El pan es el fruto del trabajo de cada día, expresión de algo que se ha adquirido con esfuerzo..
Por eso, compartir el pan, los alimentos, la bebida... en torno a una mesa fortalece la amistad, crea lazos familiares y hace que la vida sea más agradable.
Nadie invita a su casa a un desconocido y, cuando lo hace, es como consecuencia de unas previas y gratas relaciones humanas.
Jesús, que no es ajeno al sentir, al “alma” del pueblo, suele participar en banquetes, donde la comunión fraterna se hace más visible, al igual que el sentido festivo. No es un aguafiestas que viene a turbar el vino de la alegría humana, como podemos comprobar leyendo el relato de las bodas de Caná.
El banquete, algo sagrado

Las ofrendas de animales sacrificados y presentados ante Yahvé son consumidas posteriormente por el pueblo, que cree participar así de la vida de la misma divinidad.
La Eucaristía es un banquete de hermanos que se quieren; en él compartimos la misma vida de Jesucristo. “el que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él".

La Eucaristía es una llamada perenne a la fraternidad, al canto de alabanza, a la acción de gracias por los dones recibidos, como nos exhorta hoy San Pablo en su Carta a los Efesios.
¿Qué símbolo puede expresar mejor la cercanía humana y el amor de Dios que la mesa compartida?
El cuerpo

San Francisco de Asís decía que el hermano cuerpo debe ser amado, cultivado, respetado y embellecido, porque el mismo Dios ha querido encarnarse en nuestra condición humana..
San Pablo, para hablar de la comunión íntima con Dios, nos pone como ejemplo la armonía del cuerpo, su perfecta sincronización. Todos sus miembros gozan cuando goza uno y sufren cuando uno padece; todos se necesitan y son igualmente importantes.
En la Eucaristía formamos un cuerpo con Cristo, somos uno con El.
Celebrar la Eucaristía
Durante este mes de Agosto, cuando la mayoría de los españoles nos encontramos de vacaciones, sería bueno que valoremos qué papel desempeña la Eucaristía en nuestra vida y hasta dónde llega nuestro compromiso solidario con los hermanos en la fe.
Si creemos que la piscina, la playa, la montaña... pasan por encima de nuestro compromiso dominical, es que algo falla en nuestras convicciones, que debemos revisar con urgencia.

Me aburriré siempre si voy a un lugar, incluida la Eucaristía, donde no tengo nada que celebrar; me sentiré, en cambio, realizado y feliz si la vivo y celebro como expresión necesaria de mi fe.
Cabe, pues, sincerarse con uno mismo y plantearse en serio las siguientes preguntas:

¿Cómo veo la Eucaristía?
¿Con qué talante acudo a ella?
¿Qué razones motivan mi asistencia a la misa dominical?
¿Participo de verdad o soy un habitual oyente pasivo?
¿Me involucro en la vida de mi parroquia, de mi comunidad, de mi barrio, de mi familia...?
¿Qué busco de verdad en la práctica religiosa?
Las mismas razones que encuentro para vivir, deben estar presentes en mi compromiso con Dios, con la familia y la comunidad de fe a la que pertenezco.
“FELICES VACACIONES”, y hasta el próximo domingo hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario