Nació en Villacañas, provincia y arzobispado de Toledo, España, el 10 de octubre de 1914 y fue martirizado cerca de Dosbarrios, en el Km. 67, entre las poblaciones de La Guardia y Ocaña, España, el 12 de septiembre de 1936.
Beatificado por el Papa Benedicto XVI el 28 de octubre de 2007.
Se lo celebra el 12 de septiembre.
Francisco Maqueda López nació el 10 de octubre de 1914 en Villacañas, provincia y Arzobispado de Toledo. Fue hijo legítimo de Primo Maqueda Fernández y de Desusa López-Gasco y López-Prisuelos, ambos naturales y vecinos de Villacañas, en cuya iglesia parroquial fue bautizado el 15 de octubre de 1914.
Recibió el sacramento de la confirmación el 16 de junio de 1916 en la parroquia de Villacañas -en la fotografía, se observa la fachada del templo parroquial-, que le fue administrado por Monseñor Juan Bautista Pérez, obispo titular de Dorilea y auxiliar del cardenal Guisasola, arzobispo de Toledo.
Su primera infancia transcurrió en Villacañas. El año 1925, sin haber cumplido 11 años, ingresó en el Seminario Menor de Toledo para estudiar cuatro cursos de latín y humanidades, tres de filosofía, más cuatro de teología en el Seminario Universidad Pontifica, con gran aprovechamiento, como puede observarse por sus calificaciones académicas. Monseñor Isidro Gomá y Tomás, cardenal arzobispo de Toledo, le confirió la tonsura y las cuatro órdenes menores en los días 6, 8 y 9 de marzo de 1936 en la ciudad de Toledo. Con letras dimisorias del Sr. Cardenal arzobispo de Toledo recibió el subdiaconado de manos de Mons. Leopoldo Eijo y Garay, obispo de Madrid-Alcalá el día 5 de junio de 1936, en la ciudad de Madrid.
La vida del joven subdiácono Francisco Maqueda López fue corta; aún no había cumplido los 22 años cuando le llegó la muerte, en trágicas circunstancias. Pese a su corta edad, se vislumbra en su vida una gran madurez humana y una fuerte personalidad. La vida del joven subdiácono Francisco Maqueda López fue corta; aún no había cumplido los 22 años cuando le llegó la muerte, en trágicas circunstancias. Asimismo, se destacaba por su reciedumbre en virtudes ascéticas y místicas.
Desde muy pequeño sintió una clara inclinación a las cosas de Dios y a la vida espiritual. Era muy dado a conocer -a través de la lectura- la vida de los santos, hacia quienes se sentía profundamente atraído, para después imitarles. Siempre estuvo centrado en su vocación. La sinceridad, la justicia y la fortaleza sobresalían en él.
Cuando estalla la Guerra, el joven Maqueda ya había sido detenido, el 23 de junio de 1936, por enseñar a los niños la doctrina cristiana. Fue sólo ese día y le pusieron una multa. Después, el 11 de septiembre, fue detenido nuevamente. Unas horas antes se confesó con D. Gonzalo Zaragoza; se sabe que la víspera ayunó a pan y agua. Arrodillado a los pies de su madre, le dijo: “Madre, deme la bendición, que me voy al cielo”.
Mientras sus captores se mofaban de él, Francisco pronunciaba sus últimas palabras de despedida para los suyos: “¡Adiós, madre, hasta el cielo! ¡Adiós, adiós, hasta el cielo a todos!” Fue conducido desde su casa a la ermita de la Virgen de los Dolores, que los milicianos usaban como cárcel, y donde tenían apresadas a otras quince personas más, la mayoría jóvenes. En seguida, Francisco les congregó. Su intención era ayudarles espiritualmente para la muerte ya muy próxima. Les dijo: “Preparémonos, esta noche nos llevarán al cielo, ¿queréis acompañarme y rezamos juntos el rosario a la Santísima Virgen?” La invitación fue muy bien acogida y, puestos de rodillas, con toda devoción, rezaron juntos ante la imagen de la Virgen.
Sobre las doce de la noche, vinieron a buscarlos, les transportaron en un camión por la carretera general de Andalucía. Muy cerca de Dosbarrios, en el Km. 67, entre las poblaciones de La Guardia y Ocaña, les hicieron bajar; eran las dos de la mañana del 12 de septiembre. Camino del martirio fueron cantando y rezando y, Francisco, en medio de ellos, con los brazos en alto. Los milicianos le dijeron: “Ahí está tu padre” y, aunque efectivamente era verdad, porque días antes le habían matado a medio kilómetro, él les contestó: “Os equivocáis, mi padre está en el cielo”. Indignados, se burlaron: “¿Y aún estás alegre?”. Imaginándose lo que todavía quedaba, les pidió por favor le permitieran ser el último para ayudar a morir bien a sus hermanos en Cristo. Les dejaron casi sin ropa y, según testigos, les dieron una descarga de piernas para abajo. Y, a continuación, todos fueron pasados a cuchillo.
Benedicto XVI ha reconocido el martirio de Francesco Maqueda López el de 28 abril de 2006 y ha sido beatificado en Roma el 28 de octubre de 2007 junto con otras 497 víctimas de la misma persecución.
Beatificado por el Papa Benedicto XVI el 28 de octubre de 2007.
Se lo celebra el 12 de septiembre.
Francisco Maqueda López nació el 10 de octubre de 1914 en Villacañas, provincia y Arzobispado de Toledo. Fue hijo legítimo de Primo Maqueda Fernández y de Desusa López-Gasco y López-Prisuelos, ambos naturales y vecinos de Villacañas, en cuya iglesia parroquial fue bautizado el 15 de octubre de 1914.
Recibió el sacramento de la confirmación el 16 de junio de 1916 en la parroquia de Villacañas -en la fotografía, se observa la fachada del templo parroquial-, que le fue administrado por Monseñor Juan Bautista Pérez, obispo titular de Dorilea y auxiliar del cardenal Guisasola, arzobispo de Toledo.
Su primera infancia transcurrió en Villacañas. El año 1925, sin haber cumplido 11 años, ingresó en el Seminario Menor de Toledo para estudiar cuatro cursos de latín y humanidades, tres de filosofía, más cuatro de teología en el Seminario Universidad Pontifica, con gran aprovechamiento, como puede observarse por sus calificaciones académicas. Monseñor Isidro Gomá y Tomás, cardenal arzobispo de Toledo, le confirió la tonsura y las cuatro órdenes menores en los días 6, 8 y 9 de marzo de 1936 en la ciudad de Toledo. Con letras dimisorias del Sr. Cardenal arzobispo de Toledo recibió el subdiaconado de manos de Mons. Leopoldo Eijo y Garay, obispo de Madrid-Alcalá el día 5 de junio de 1936, en la ciudad de Madrid.
La vida del joven subdiácono Francisco Maqueda López fue corta; aún no había cumplido los 22 años cuando le llegó la muerte, en trágicas circunstancias. Pese a su corta edad, se vislumbra en su vida una gran madurez humana y una fuerte personalidad. La vida del joven subdiácono Francisco Maqueda López fue corta; aún no había cumplido los 22 años cuando le llegó la muerte, en trágicas circunstancias. Asimismo, se destacaba por su reciedumbre en virtudes ascéticas y místicas.
Desde muy pequeño sintió una clara inclinación a las cosas de Dios y a la vida espiritual. Era muy dado a conocer -a través de la lectura- la vida de los santos, hacia quienes se sentía profundamente atraído, para después imitarles. Siempre estuvo centrado en su vocación. La sinceridad, la justicia y la fortaleza sobresalían en él.
Cuando estalla la Guerra, el joven Maqueda ya había sido detenido, el 23 de junio de 1936, por enseñar a los niños la doctrina cristiana. Fue sólo ese día y le pusieron una multa. Después, el 11 de septiembre, fue detenido nuevamente. Unas horas antes se confesó con D. Gonzalo Zaragoza; se sabe que la víspera ayunó a pan y agua. Arrodillado a los pies de su madre, le dijo: “Madre, deme la bendición, que me voy al cielo”.
Mientras sus captores se mofaban de él, Francisco pronunciaba sus últimas palabras de despedida para los suyos: “¡Adiós, madre, hasta el cielo! ¡Adiós, adiós, hasta el cielo a todos!” Fue conducido desde su casa a la ermita de la Virgen de los Dolores, que los milicianos usaban como cárcel, y donde tenían apresadas a otras quince personas más, la mayoría jóvenes. En seguida, Francisco les congregó. Su intención era ayudarles espiritualmente para la muerte ya muy próxima. Les dijo: “Preparémonos, esta noche nos llevarán al cielo, ¿queréis acompañarme y rezamos juntos el rosario a la Santísima Virgen?” La invitación fue muy bien acogida y, puestos de rodillas, con toda devoción, rezaron juntos ante la imagen de la Virgen.
Sobre las doce de la noche, vinieron a buscarlos, les transportaron en un camión por la carretera general de Andalucía. Muy cerca de Dosbarrios, en el Km. 67, entre las poblaciones de La Guardia y Ocaña, les hicieron bajar; eran las dos de la mañana del 12 de septiembre. Camino del martirio fueron cantando y rezando y, Francisco, en medio de ellos, con los brazos en alto. Los milicianos le dijeron: “Ahí está tu padre” y, aunque efectivamente era verdad, porque días antes le habían matado a medio kilómetro, él les contestó: “Os equivocáis, mi padre está en el cielo”. Indignados, se burlaron: “¿Y aún estás alegre?”. Imaginándose lo que todavía quedaba, les pidió por favor le permitieran ser el último para ayudar a morir bien a sus hermanos en Cristo. Les dejaron casi sin ropa y, según testigos, les dieron una descarga de piernas para abajo. Y, a continuación, todos fueron pasados a cuchillo.
Benedicto XVI ha reconocido el martirio de Francesco Maqueda López el de 28 abril de 2006 y ha sido beatificado en Roma el 28 de octubre de 2007 junto con otras 497 víctimas de la misma persecución.