viernes, 31 de diciembre de 2010
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Palabra del Señor.
jueves, 30 de diciembre de 2010
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miércoles, 29 de diciembre de 2010
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martes, 28 de diciembre de 2010
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lunes, 27 de diciembre de 2010
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domingo, 26 de diciembre de 2010
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Palabra del Señor.
Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
Homilia

SAGRADA FAMILIA

R.Tagore, poeta indio y premio Nobel de Literatura, cuenta la historia de un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido, y todos los que pasaban se quedaban prendados de la belleza de su cabello negro, largo, como hebras brillantes salidas de su rueca. El iba cada día al mercado a vender algunas frutas. Se sentaba a la sombra de un árbol y sujetaba con los dientes una pipa vacía, ya que no tenía dinero para comprar una pizca de tabaco.
Se acercaba el aniversario de la boda y la mujer se preguntaba qué podría regalar a su marido y de dónde podría sacar el dinero. Tuvo una idea: vender su bello cabello para comprarle un poco de tabaco. Sintió un escalofrío de tristeza, pero, al decidirse, su cuerpo se estremeció de gozo. Lo vendió y sólo obtuvo unas pocas monedas, con las que compró un estuche del más fino tabaco...
Al llegar la tarde regresó el marido. Venía cantando por el camino. Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines para su mujer, que acababa de comprar, tras vender su pipa...
Esta historia enternece, pero se corresponde con la realidad de centenares de familias anónimas que crecen en el amor al calor del hogar.
Ya decía León Tolstoi en su libro “Ana Karenina” que “las familias felices no tienen historia”. ¡Mejor!.

Si el modelo de familia fuera como el que nos presentan buena parte de las películas de cine, las revistas del corazón y las tertulias de la tv, ¡apaga y vámonos!
Se airean los escándalos, las infidelidades, los insultos, las últimas andanzas y aventuras de los protagonistas, la venta de exclusivas de sus matrimonios... como muestra de modernidad, prostituyendo lo más sagrado en las relaciones humanas: el amor.
Sería absurdo negar la crisis de la familia actual que en nada se parece a la de los tiempos de Jesús.
Las condiciones de vida han variado en la medida que la mujer tiene libre acceso al trabajo y logra independizarse económicamente de la tutela del marido, se ha ido liberalizando en el vestido y en las formas, participa en la política, tiene voz en las empresas y, aunque todavía existe cierta discriminación y machismo, puede tomar decisiones sin que la presión social esté en su contra.
El mismo tipo de sociedad donde debe desenvolverse la familia se ha disgregado a causa del trabajo, de los hobbys, los desplazamientos, las vacaciones, el cómputo del tiempo libre...
La sociedad es también más hedonista, independiente y experimental, lo que conlleva que muchas parejas no se soporten en cuanto llegan los primeros problemas y disminuya el atractivo de los cuerpos. Abundan las separaciones en un porcentaje elevadísimo.

Sin embargo, si preguntáramos a los jóvenes en qué lugar colocan a la familia dentro de un sistema de valores, la mayoría respondería que en primer lugar. Lo que prueba que, en el fondo, no hallan alternativas válidas que sustituyan al afecto, la acogida, la comprensión y el apoyo que encuentran dentro de la propia familia.
El mismo Jesús quiso formar parte de la familia de Nazaret. Allí forjó su personalidad y el aprendizaje de las costumbres judías, aprendió a convivir bajo la vigilancia de sus padres, a quienes estuvo sujeto y obedeció.
El evangelio según San Lucas nos dice que “iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres” (Lc.2,52).

La familia es un tesoro, una bendición que es necesario cuidar como se cuida delicadamente una flor, porque sufre muchas agresiones exteriores que pretenden desestabilizarla y crear otro tipo de cultura familiar, basada más en la unión de los cuerpos que de los corazones, con matrimonios de conveniencia y parejas a prueba como si la persona fuera el motor de un coche o un utilitario de trabajo que se toma y se deja
Si es tan importante la familia en un hipotético sistema de valores, es lógico que se potencie desde las más altas instituciones, pero, sobre todo, que cada uno de nosotros nos lo creamos y lo compartamos con la boca grande y no a hurtadillas y con la boca pequeña como si nos avergonzáramos de lo que decimos.
A raíz del Concilio Vaticano II han nacido varios movimientos de apoyo a la familia que sería largo enumerar. Todos ellos insisten en la necesidad de una preparación adecuada para el matrimonio que englobe el diálogo y la comunicación de los esposos, la apertura al mundo y el encuentro con Dios.

Dialogo y comunicación; he aquí el gran secreto de la felicidad conyugal.
Que cada día los esposos reserven un tiempo para los dos- sin periódicos, sin tv, sin otras distracciones, pero centrándose en ellos mismos- en el que se aborden los acontecimientos de la jornada, se manifiesten mutuamente sus sentimientos y compartan sus pensamientos. No importa que haya discrepancias
Pero los sentimientos – dicen los entendidos - están a la base de toda buena comunicación. Conocer los sentimientos del cónyuge ayuda a comprenderle, a valorarle y a que se realice como persona.
Confiar los sentimientos a la persona que se quiere supone correr el riesgo de ser más vulnerable, pero merece la pena en la medida que se aumenta la mutua confianza.
Amar es aceptar al otro tal cual es sin pretender cambiarle para manipularle al propio antojo.
Cuando se ama no se intenta cambiar al otro; cada uno se cambia a sí mismo para hacerse merecedor de su amor.
Dar la callada por respuesta, dejar que los problemas se pudran o se disimulen pensando que el tiempo los cubrirá con un tupido velo, es una grave equivocación, que termina pasando factura. El silencio se convierte así en la tumba de muchos matrimonios.
Por eso se insiste tanto en preparar adecuadamente a las novios para el matrimonio, ya que la sociedad actual tiende a que los esposos vivan una vida de casados-solteros; cada uno en sus aficiones particulares, en una cohabitación de tolerancia, pero sin riesgos ni problemas. La prioridad está en profundizar en la relación de pareja, que permitirá que la prole actual o por venir crezca en un clima de amor y aceptación.

En un mundo autosuficiente reafirmar la fe en Dios y confesar nuestra dependencia de El nos ayuda a descubrir, al mismo tiempo, la fuerza de la gracia y la limitación del ser humano.
Muchas familias acostumbran a rezar cada día una oración en común y a mantener viva la presencia de Dios.
Seguramente la familia de Nazaret rezaba asiduamente la “shema, Israel” (escucha, Israel), con la que el pueblo recordaba sus raíces y se sentía elegido y amado por Dios.
Difícilmente hubiera pronunciado Jesús la expresión: “abba” (papaíto) si no la hubiera experimentado previamente en su infancia al lado de José y de María.
Mirando a la familia de Nazaret iremos desvelando el misterio de la vida humana, que es una explosión de amor: de Dios y de nuestros padres.
Este Domingo se celebra en la Plaza de Lima, de Madrid, una magna concentración de familias a nivel europeo para celebrar la Eucaristía y reafirmar con su presencia y compromiso los valores tradicionales de la familia, hoy seriamente amenazados por ideologías destructivas e intolerantes que pretenden, por la fuerza de la propaganda y la descalificación, “barrer” la esencia de la fe cristiana. Tocarán en “hueso”, porque la Iglesia se fortalece y purifica en la persecución; algo que ignoran los intransigentes “progre” de turno. ¡Que el Señor perdone su ignorancia!
Unámonos en la plegaria con todas las familias del mundo.
sábado, 25 de diciembre de 2010
Lecturas







La Palabra era la luz verdadera, ,que alumbra a todo hombre. Al inundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Palabra del Señor.
Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
Homilía

NAVIDAD
LA PALABRA SE HIZO CARNE
No sabemos ciertamente por los evangelios en qué época del año tuvo lugar el nacimiento del Señor.
Los romanos - eso sí - celebraban el 25 de Diciembre, cuando los días empezaban a aumentar, la fiesta del Sol Invicto, en honor de Júpiter. Pero, ¿quién más invicto para un cristiano que nuestro Señor Jesucristo, que ha vencido y destruido a la muerte?
Por ello, en el s.IV, la Iglesia, con gran sabiduría pastoral, cambió la fiesta pagana del sol, para introducir otra, la Navidad, el nacimiento de Jesús.
Hoy hemos escuchado una lectura admirable: el prólogo del evangelio según San Juan, que nos habla del Logos, la Palabra.
Según los entendidos, este texto se apoya en textos veterotestamentarios sobre la sabiduría y en las reflexiones de la sabiduría griega sobre el logos, para expresar la fe cristiana, centrada en Cristo como eje del universo.
Los avances científicos sobre el inicio y desarrollo del universo desde Tolomeo hasta hoy han sido espectaculares: big-bang, leyes físicas, agujeros negros, movimientos de los astros, radiaciones... que abren constantemente las puertas a nuevos conocimientos, especialmente por parte de Hawking, un astrofísico sensacional
En cualquier caso, como dice el salmista:
”Cuando contemplo el cielo obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?”
Pretender abarcar la grandeza de Dios es un intento vano. No es la fuerza de la razón, sino el corazón, la guía para acceder a un mínimo conocimiento de Dios.
Cuando San Juan afirma:”Dios es amor” es porque ha tenido una experiencia íntima y personal del amor en la persona de Jesús.
El mismo Unamuno decía que cuando sus intentos de llegar a Dios mediante la razón fracasaban, le quedaba siempre el recurso “por vía cordial”. “Para mí, la fe, añadía- es, antes que nada, un encuentro con Dios”
Leyendo las páginas del prólogo nos damos cuenta que no es el hombre el que intenta descubrir a Dios y conquistar su favor con sacrificios y buenas obras sino el mismo Dios que, tomando la iniciativa, nos revela su amor entrañable en Jesús.
Es el Dios que sale al encuentro del hombre, que acampa a nuestro lado, que comparte nuestra vida, que abre su tienda a la hospitalidad y a la acogida. Y lo hace bajo la figura débil y desconcertante de un niño.
Este es el gran milagro de la Navidad, la buena noticia, el mensaje increíble que da respuesta a todos los interrogantes del hombre. La Palabra increada, la que lo ha creado todo, el Señor del universo, se rebaja a la altura del hombre. Y lo
hace de la forma más imprevista: en una cueva y en un establo. Nadie se inventa así un origen semejante y menos fuera de las murallas, en medio de la noche y en el más asombroso silencio.
Además nace como extranjero, en los lugares donde se encuentran los excluidos y marginados. El, que es el amor absoluto, la comunicación total, abre los ojos al mundo de los hombres en la más estricta pobreza y como el último de los inmigrantes que no halla casa para se, porque carece de dinero,
Ahora comprendemos por qué este Niño que vivió las duras condiciones del destierro como inmigrante ilegal terminaría crucificado, igualmente fuera de las murallas de la Ciudad Santa.
No cabe mejor noticia para los pobres de este mundo, que son mayoría. Alguien tiene que enarbolar de una vez para siempre su causa con la bandera de la justicia, de la paz y de la fraternidad. Alguien tiene que defender la solidaridad contra las alianzas de los poderosos y de los privilegiados.
Esto es lo que quiere y debe ser la Navidad: la fiesta de los pobres, la fiesta de la esperanza, adulterada y secuestrada por multinacionales y gente sin escrúpulos, amantes del dinero y acaparadores insaciables de la simbología religiosa, a la que utilizan para sus fines económicos.
Ayer revisé un CD de dibujos que me acababan de regalar, con miles de preciosas imágenes de todo el mundo, que me pueden ser útiles para insertar en textos. En uno de los apartados figuraba el tema: “Navidad”. Abrí el documento con alegría esperando encontrar algo sugerente y atractivo. Me llevé una desagradable sorpresa. Eran cientos de dibujos, -muy bonitos, por cierto- sobre el árbol de Navidad, Santa Claus, monigotes de nieve, paisajes invernales, mazapanes, turrones, botellas de bebidas, juguetes, trineos, disfraces y un largo elenco de objetos. Ni un solo nacimiento con las figuras de Jesús, María y José. Salí del documento. ¿Es ésta la realidad a la que nos lleva el juego de los intereses creados?
Me resisto a creer que falte vergüenza, porque todavía abundan las personas que intentan vivir estos días entrañables de otra manera, que promueven operaciones kilo, que recogen juguetes, visitan residencias y albergues y se cuidan de sonreír y ayudar solidariamente a los más menesterosos o a los afectados por
catástrofes. Hay una esperanza para el futuro, porque sigue teniendo sentido la solidaridad y el amor mientras haya personas que crean en él y miren al pobre con los ojos conque Dios les mira.
Al hablar de los pobres no se condenan las cosas del mundo ni al dinero. Lo que se condena es el “virus” que las envenena y las mata: la avaricia, la ambición, la codicia, el dominio...
Necesitamos cosas parar vivir, pero evitemos que las cosas nos posean a nosotros, porque terminaríamos convirtiendo los medios en fines, que siempre ha sido la tentación más sutil de los hombres.
Navidad llama a la puerta. Pero, no olvidemos que es la fiesta de los pobres, que en algo debe condicionar positivamente nuestra vida si miramos al pesebre, cerramos los ojos y nos ponemos a meditar.
LA PALABRA SE HIZO CARNE

Los romanos - eso sí - celebraban el 25 de Diciembre, cuando los días empezaban a aumentar, la fiesta del Sol Invicto, en honor de Júpiter. Pero, ¿quién más invicto para un cristiano que nuestro Señor Jesucristo, que ha vencido y destruido a la muerte?
Por ello, en el s.IV, la Iglesia, con gran sabiduría pastoral, cambió la fiesta pagana del sol, para introducir otra, la Navidad, el nacimiento de Jesús.
Hoy hemos escuchado una lectura admirable: el prólogo del evangelio según San Juan, que nos habla del Logos, la Palabra.
Según los entendidos, este texto se apoya en textos veterotestamentarios sobre la sabiduría y en las reflexiones de la sabiduría griega sobre el logos, para expresar la fe cristiana, centrada en Cristo como eje del universo.

En cualquier caso, como dice el salmista:
”Cuando contemplo el cielo obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?”
Pretender abarcar la grandeza de Dios es un intento vano. No es la fuerza de la razón, sino el corazón, la guía para acceder a un mínimo conocimiento de Dios.
Cuando San Juan afirma:”Dios es amor” es porque ha tenido una experiencia íntima y personal del amor en la persona de Jesús.

Leyendo las páginas del prólogo nos damos cuenta que no es el hombre el que intenta descubrir a Dios y conquistar su favor con sacrificios y buenas obras sino el mismo Dios que, tomando la iniciativa, nos revela su amor entrañable en Jesús.
Es el Dios que sale al encuentro del hombre, que acampa a nuestro lado, que comparte nuestra vida, que abre su tienda a la hospitalidad y a la acogida. Y lo hace bajo la figura débil y desconcertante de un niño.
Este es el gran milagro de la Navidad, la buena noticia, el mensaje increíble que da respuesta a todos los interrogantes del hombre. La Palabra increada, la que lo ha creado todo, el Señor del universo, se rebaja a la altura del hombre. Y lo

Además nace como extranjero, en los lugares donde se encuentran los excluidos y marginados. El, que es el amor absoluto, la comunicación total, abre los ojos al mundo de los hombres en la más estricta pobreza y como el último de los inmigrantes que no halla casa para se, porque carece de dinero,
Ahora comprendemos por qué este Niño que vivió las duras condiciones del destierro como inmigrante ilegal terminaría crucificado, igualmente fuera de las murallas de la Ciudad Santa.
No cabe mejor noticia para los pobres de este mundo, que son mayoría. Alguien tiene que enarbolar de una vez para siempre su causa con la bandera de la justicia, de la paz y de la fraternidad. Alguien tiene que defender la solidaridad contra las alianzas de los poderosos y de los privilegiados.
Esto es lo que quiere y debe ser la Navidad: la fiesta de los pobres, la fiesta de la esperanza, adulterada y secuestrada por multinacionales y gente sin escrúpulos, amantes del dinero y acaparadores insaciables de la simbología religiosa, a la que utilizan para sus fines económicos.

Me resisto a creer que falte vergüenza, porque todavía abundan las personas que intentan vivir estos días entrañables de otra manera, que promueven operaciones kilo, que recogen juguetes, visitan residencias y albergues y se cuidan de sonreír y ayudar solidariamente a los más menesterosos o a los afectados por

Al hablar de los pobres no se condenan las cosas del mundo ni al dinero. Lo que se condena es el “virus” que las envenena y las mata: la avaricia, la ambición, la codicia, el dominio...
Necesitamos cosas parar vivir, pero evitemos que las cosas nos posean a nosotros, porque terminaríamos convirtiendo los medios en fines, que siempre ha sido la tentación más sutil de los hombres.
Navidad llama a la puerta. Pero, no olvidemos que es la fiesta de los pobres, que en algo debe condicionar positivamente nuestra vida si miramos al pesebre, cerramos los ojos y nos ponemos a meditar.

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