Santa Margarita, nacida en Hungría y casada con Malcolm III, rey de Escocia, que dio a luz ocho hijos, fue sumamente solícita por el bien del reino y de la Iglesia, y a la oración y a los ayunos añadía la generosidad para con los pobres, dando así un óptimo ejemplo como esposa, madre y reina.
De la familia real inglesa, su madre era alemana y ella nació en Hungría, en el destierro de su padre Eduardo, príncipe inglés, cuando el trono de Inglaterra fue ocupado por los daneses del rey Canuto. En 1057, pudo volver a su patria tras la muerte del usurpador y el regreso del rey san Eduardo III "el Confesor", hermanastro de su padre; pero en 1066, la batalla de Hastings volvió a alejarlos del trono. Los normandos se habían adueñado del país, y la dinastía anglosajona decidió refugiarse otra vez en Hungría, pero una tempestad llevó el barco hasta las costas de Escocia.
En Escocia estaba en el poder el cruel Malcolm III, llamado "el sanguinario" (había exterminado a los seguidores de Macbeth, que había asesinado a su padre y usurpado el trono), que pidió por esposa a Margarita. Ella aceptó por las súplicas de su familia (1070). Como reina de Escocia, fue una esposa tan ejemplar que logró hacer abandonar al rey sus costumbres salvajes, no permitiendo conversaciones malvadas ante el rey y transformando las relaciones cortesanas. Tuvo ocho hijos, uno de ellos santo (David, por aclamación popular).
Hizo convocar un concilio escocés (según la “Vida” escrita por el monje-confesor Teodorico de Dumferline), donde fueron eliminadas las desviaciones heredadas de la evangelización irlandesa (la celebración de la misa acompañada por ritos profanos, los matrimonios entre parientes próximos) y reintroducidas las prácticas romanas de la reforma cluniacense, como el comienzo de la cuaresma con el miércoles de ceniza, la práctica de la comunión pascual y del descanso dominical. Margarita se mostró en este concilio también teóloga: en efecto, en el concilio sobre la cuestión de si el hombre pecador podía atreverse, a pesar de todo, a recibir el cuerpo de Cristo, ella afirmó que, aun siendo todos pecadores podemos recibir la comunión en la fe tras la confesión y la penitencia, porque se nos perdonan los pecados.
En los tiempos de adviento y cuaresma seguía un régimen de gran austeridad y de plegaria incluso nocturna y daba de comer a 300 pobres, y de repartir limosnas con gran caridad; y, según su biógrafo, hizo erigir monasterios (como la abadía de la Santísima Trinidad de Dumferline, en la que fue sepultada después de su muerte), iglesias y albergues para los viajeros, rescatando también a prisioneros ingleses detenidos en Escocia. Los pobres fueron la primera preocupación de aquella reina; que preguntada por el libro que más amaba, respondía: el Evangelio. En el palacio real se trabajaba y estudiaba, se hacía oración y lectura espiritual. Al morir en el 1093, el esposo y el primogénito Eduardo en la batalla de Alnwick, defendiendo Escocia de la invasión de Guillermo el Rojo, al ver próxima su muerte en Edimburgo, dijo: "Gracias Señor, porque me das paciencia para sufrir tantos dolores juntos". Su vida no tuvo los sufrimientos que pudieron tener otras reinas, pero su gran hecho virtuoso es que todo lo supo aceptar con una gran sencillez y modestia. Sus restos reposan actualmente en el monasterio de El Escorial, Madrid. Santa Margarita fue canonizada en 1250 por Inocencio IV y se la nombró patrona de Escocia en 1673.
De la familia real inglesa, su madre era alemana y ella nació en Hungría, en el destierro de su padre Eduardo, príncipe inglés, cuando el trono de Inglaterra fue ocupado por los daneses del rey Canuto. En 1057, pudo volver a su patria tras la muerte del usurpador y el regreso del rey san Eduardo III "el Confesor", hermanastro de su padre; pero en 1066, la batalla de Hastings volvió a alejarlos del trono. Los normandos se habían adueñado del país, y la dinastía anglosajona decidió refugiarse otra vez en Hungría, pero una tempestad llevó el barco hasta las costas de Escocia.
En Escocia estaba en el poder el cruel Malcolm III, llamado "el sanguinario" (había exterminado a los seguidores de Macbeth, que había asesinado a su padre y usurpado el trono), que pidió por esposa a Margarita. Ella aceptó por las súplicas de su familia (1070). Como reina de Escocia, fue una esposa tan ejemplar que logró hacer abandonar al rey sus costumbres salvajes, no permitiendo conversaciones malvadas ante el rey y transformando las relaciones cortesanas. Tuvo ocho hijos, uno de ellos santo (David, por aclamación popular).
Hizo convocar un concilio escocés (según la “Vida” escrita por el monje-confesor Teodorico de Dumferline), donde fueron eliminadas las desviaciones heredadas de la evangelización irlandesa (la celebración de la misa acompañada por ritos profanos, los matrimonios entre parientes próximos) y reintroducidas las prácticas romanas de la reforma cluniacense, como el comienzo de la cuaresma con el miércoles de ceniza, la práctica de la comunión pascual y del descanso dominical. Margarita se mostró en este concilio también teóloga: en efecto, en el concilio sobre la cuestión de si el hombre pecador podía atreverse, a pesar de todo, a recibir el cuerpo de Cristo, ella afirmó que, aun siendo todos pecadores podemos recibir la comunión en la fe tras la confesión y la penitencia, porque se nos perdonan los pecados.
En los tiempos de adviento y cuaresma seguía un régimen de gran austeridad y de plegaria incluso nocturna y daba de comer a 300 pobres, y de repartir limosnas con gran caridad; y, según su biógrafo, hizo erigir monasterios (como la abadía de la Santísima Trinidad de Dumferline, en la que fue sepultada después de su muerte), iglesias y albergues para los viajeros, rescatando también a prisioneros ingleses detenidos en Escocia. Los pobres fueron la primera preocupación de aquella reina; que preguntada por el libro que más amaba, respondía: el Evangelio. En el palacio real se trabajaba y estudiaba, se hacía oración y lectura espiritual. Al morir en el 1093, el esposo y el primogénito Eduardo en la batalla de Alnwick, defendiendo Escocia de la invasión de Guillermo el Rojo, al ver próxima su muerte en Edimburgo, dijo: "Gracias Señor, porque me das paciencia para sufrir tantos dolores juntos". Su vida no tuvo los sufrimientos que pudieron tener otras reinas, pero su gran hecho virtuoso es que todo lo supo aceptar con una gran sencillez y modestia. Sus restos reposan actualmente en el monasterio de El Escorial, Madrid. Santa Margarita fue canonizada en 1250 por Inocencio IV y se la nombró patrona de Escocia en 1673.
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