En Antigua, cerca de la ciudad de Guatemala, en América Central, san Pedro de San José Bethencourt, religioso de la Tercera Orden Regular de San Francisco, que bajo el patrocinio de Nuestra Señora de Belén se entregó ejemplarmente a la asistencia de huérfanos, mendigos, enfermos, jóvenes sin formación, extranjeros y condenados a trabajos forzados.
Pedro González García nació en Vilaflor de Chasna en Tenerife, en el seno de una familia humilde. Durante su juventud trabajó como pastor, y en una gruta situada en las cercanías de La Laguna, se refugiaba para hacer oración y hacer penitencias de ayuno y disciplinas corporales. En 1649 marchó a La Habana, donde trabajó como tejedor. Más tarde marchó a Honduras, pero cayó enfermo y desembarco en Guatemala. Llegó a Antigua, capital colonial de Guatemala en 1651. Cuando llegó dijo: “Aquí quiero vivir y morir”. Se estableció en una habitación al lado de la iglesia del Calvario, donde ejerció de sacristán.
Anhelaba el sacerdocio, y estudió con los jesuitas, pero su memoria era escasa y nunca pudo superar los exámenes necesarios, por este motivo, su confesor le aconsejó que se hiciera Terciario franciscano. Se dedicó al servicio de inválidos y enfermos. No le fue fácil renunciar al sacerdocio, hasta tuvo una depresión. Salió de ella y dijo: “Sin ser sacerdote, que sería harta dignidad para mi, puedo dedicarme a los pobres, consolar y asistir a estos desdichados negros y ganaré para Dios muchas almas. Lo esencial es hacer el bien”. Se hizo Terciario franciscano.
En 1651, enfermó gravemente, y así se puso en contacto con los más pobres; comenzó a lavar las heridas de los heridos mayas y de los esclavos más pobres; pidió personalmente limosna para ellos. No hubo nadie que sufriera enfermedad, pobreza, apuros económicos o estuviera en la cárcel que Pedro no asistiera. La pobreza, la humildad y la penitencia constituyeron sus virtudes predilectas. En 1659 con sus propias manos construyó un hospital donde atendió a los enfermos más miserables hasta agotar sus energías; fue el primer hospital para convalecientes del mundo y se llamó La casa de Nuestra Señora de Belén y junto a él abrió un oratorio, que sería la semilla de su futura fundación. Promovió el rosario de la aurora. También abrió una escuela para niños.
Con un grupo de terciarios franciscanos, comenzaron a vivir en comunidad en el hospital dedicados a los enfermos y a la enseñanza. Así fundó Hermanos Betlehemitas en sus dos ramas masculina y femenina. Al Hermano Pedro con justicia ha sido declarado “benefactor de América Central”. Murió a los 48 años en Guatemala con fama de santidad. Fue canonizado por san Juan Pablo II el 30 de julio de 2002. Apóstol de Guatemala.
Pedro González García nació en Vilaflor de Chasna en Tenerife, en el seno de una familia humilde. Durante su juventud trabajó como pastor, y en una gruta situada en las cercanías de La Laguna, se refugiaba para hacer oración y hacer penitencias de ayuno y disciplinas corporales. En 1649 marchó a La Habana, donde trabajó como tejedor. Más tarde marchó a Honduras, pero cayó enfermo y desembarco en Guatemala. Llegó a Antigua, capital colonial de Guatemala en 1651. Cuando llegó dijo: “Aquí quiero vivir y morir”. Se estableció en una habitación al lado de la iglesia del Calvario, donde ejerció de sacristán.
Anhelaba el sacerdocio, y estudió con los jesuitas, pero su memoria era escasa y nunca pudo superar los exámenes necesarios, por este motivo, su confesor le aconsejó que se hiciera Terciario franciscano. Se dedicó al servicio de inválidos y enfermos. No le fue fácil renunciar al sacerdocio, hasta tuvo una depresión. Salió de ella y dijo: “Sin ser sacerdote, que sería harta dignidad para mi, puedo dedicarme a los pobres, consolar y asistir a estos desdichados negros y ganaré para Dios muchas almas. Lo esencial es hacer el bien”. Se hizo Terciario franciscano.
En 1651, enfermó gravemente, y así se puso en contacto con los más pobres; comenzó a lavar las heridas de los heridos mayas y de los esclavos más pobres; pidió personalmente limosna para ellos. No hubo nadie que sufriera enfermedad, pobreza, apuros económicos o estuviera en la cárcel que Pedro no asistiera. La pobreza, la humildad y la penitencia constituyeron sus virtudes predilectas. En 1659 con sus propias manos construyó un hospital donde atendió a los enfermos más miserables hasta agotar sus energías; fue el primer hospital para convalecientes del mundo y se llamó La casa de Nuestra Señora de Belén y junto a él abrió un oratorio, que sería la semilla de su futura fundación. Promovió el rosario de la aurora. También abrió una escuela para niños.
Con un grupo de terciarios franciscanos, comenzaron a vivir en comunidad en el hospital dedicados a los enfermos y a la enseñanza. Así fundó Hermanos Betlehemitas en sus dos ramas masculina y femenina. Al Hermano Pedro con justicia ha sido declarado “benefactor de América Central”. Murió a los 48 años en Guatemala con fama de santidad. Fue canonizado por san Juan Pablo II el 30 de julio de 2002. Apóstol de Guatemala.
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