En Barcelona, en España, san José Oriol, presbítero, quien, con la mortificación corporal, el cultivo de la pobreza y la continua oración, mantuvo una constante unión con Dios, enriquecido de dones celestiales.
Nació en Barcelona en el seno de una humilde familia. Su padre murió cuando tenía unos meses, y su madre contrajo matrimonio por segunda vez con un hombre que lo trató como un auténtico padre. Sirvió a la Iglesia, primero como acólito en la iglesia de Santa Maria del Mar de Barcelona; y después de sus estudios universitarios, como sacerdote (1676) se encardinó en la diócesis de Gerona porque en ella había obtenido un beneficio.
Entró como preceptor de los hijos del señor Tomás Garnien, sin que por ello obtuviera ningún provecho propio, sino que vivió austeramente, y destinó su sueldo a su anciana madre; al morir su madre marchó en peregrinación a Roma, para visitar la tumba de los apóstoles y pedir un beneficio que le ayudara a vivir sin tener que pedir ayuda a nadie y así desarrollar mejor su ministerio, allí estará tres meses y recibirá la bendición del beato Inocencio XI que le concedió el beneficio de Santa María del Pino (1687) en Barcelona durante más de 40 años. Por sus austeridades había sido llamado "el Doctor pan y agua". En la iglesia de Santa María del Pino, había otros sacerdotes que formaban comunidad, él eligió el cuarto más pobre, se lo hacía todo y fue encargado de la enfermería.
Era un hombre sencillo, sin relieve, pero estaba muy bien preparado. Era muy diestro en la lengua hebrea. Fue doctor en Teología. Leía mucho a san Juan de la Cruz. Su predicación no era muy elocuente, pero el ejemplo de su vida convencía: seguía practicando durísimas penitencias. Todo lo suyo era para los pobres y enfermos. Cuando mayor era su fama taumatúrgica, intentó marchar a Jerusalén en labor de evangelización. Se lo impidieron. Su gran labor fue el confesionario, en el que se mostró gran director de almas, pero la envidia estaba siempre presente, y le acusaron ante el obispo de ser un rigorista y posiblemente jansenista, y el prelado, sin informarse le quitó la licencia de la confesión. José llevó con paciencia este humillante castigo, pero no presentó queja alguna ni se defendió, y entonces se dedicó a tender a los pobres con el dinero de su bolsillo. Un nuevo obispo le eximio de la penitencia.
Pero en 1689 volvió a emprender a pie viaje a Roma, para ponerse a disposición de la obra de Propaganda Fide, con destino al Japón, donde esperaba el martirio. Cayó enfermo en Marsella, y tuvo que regresar a Barcelona. Comprendió que Dios le quería en Barcelona. Y se dedicó a la atención de los enfermos, y se corrió la voz que una bendición suya provoca la curación. Su fama de taumaturgo se extendía. Su enfermedad le hizo ver que los enfermos necesitaban consuelo, y dedicó su apostolado a atenderlos.
Vivió y murió entre sus paisanos de forma humilde y sencilla, desplegando una gran generosidad que le llevó a pronunciar una de las frases más escandalosas de la historia de la santidad: "Preferiría morir en los brazos de una mujer que con una moneda en el bolsillo". Su generosidad era proverbial y solamente pensar que pudiera tener algo para sí mismo le hacía salir por las noches para dárselo a los pobres. En 1702, durmió en cama después de muchos años, ya que estaba a punto de morirse; él no tenía lecho, y un amigo le prestó la suya. Se le conoció como el "Taumaturgo de Barcelona". Fue canonizado por san Pío X el 20 de mayo de 1909.
Nació en Barcelona en el seno de una humilde familia. Su padre murió cuando tenía unos meses, y su madre contrajo matrimonio por segunda vez con un hombre que lo trató como un auténtico padre. Sirvió a la Iglesia, primero como acólito en la iglesia de Santa Maria del Mar de Barcelona; y después de sus estudios universitarios, como sacerdote (1676) se encardinó en la diócesis de Gerona porque en ella había obtenido un beneficio.
Entró como preceptor de los hijos del señor Tomás Garnien, sin que por ello obtuviera ningún provecho propio, sino que vivió austeramente, y destinó su sueldo a su anciana madre; al morir su madre marchó en peregrinación a Roma, para visitar la tumba de los apóstoles y pedir un beneficio que le ayudara a vivir sin tener que pedir ayuda a nadie y así desarrollar mejor su ministerio, allí estará tres meses y recibirá la bendición del beato Inocencio XI que le concedió el beneficio de Santa María del Pino (1687) en Barcelona durante más de 40 años. Por sus austeridades había sido llamado "el Doctor pan y agua". En la iglesia de Santa María del Pino, había otros sacerdotes que formaban comunidad, él eligió el cuarto más pobre, se lo hacía todo y fue encargado de la enfermería.
Era un hombre sencillo, sin relieve, pero estaba muy bien preparado. Era muy diestro en la lengua hebrea. Fue doctor en Teología. Leía mucho a san Juan de la Cruz. Su predicación no era muy elocuente, pero el ejemplo de su vida convencía: seguía practicando durísimas penitencias. Todo lo suyo era para los pobres y enfermos. Cuando mayor era su fama taumatúrgica, intentó marchar a Jerusalén en labor de evangelización. Se lo impidieron. Su gran labor fue el confesionario, en el que se mostró gran director de almas, pero la envidia estaba siempre presente, y le acusaron ante el obispo de ser un rigorista y posiblemente jansenista, y el prelado, sin informarse le quitó la licencia de la confesión. José llevó con paciencia este humillante castigo, pero no presentó queja alguna ni se defendió, y entonces se dedicó a tender a los pobres con el dinero de su bolsillo. Un nuevo obispo le eximio de la penitencia.
Pero en 1689 volvió a emprender a pie viaje a Roma, para ponerse a disposición de la obra de Propaganda Fide, con destino al Japón, donde esperaba el martirio. Cayó enfermo en Marsella, y tuvo que regresar a Barcelona. Comprendió que Dios le quería en Barcelona. Y se dedicó a la atención de los enfermos, y se corrió la voz que una bendición suya provoca la curación. Su fama de taumaturgo se extendía. Su enfermedad le hizo ver que los enfermos necesitaban consuelo, y dedicó su apostolado a atenderlos.
Vivió y murió entre sus paisanos de forma humilde y sencilla, desplegando una gran generosidad que le llevó a pronunciar una de las frases más escandalosas de la historia de la santidad: "Preferiría morir en los brazos de una mujer que con una moneda en el bolsillo". Su generosidad era proverbial y solamente pensar que pudiera tener algo para sí mismo le hacía salir por las noches para dárselo a los pobres. En 1702, durmió en cama después de muchos años, ya que estaba a punto de morirse; él no tenía lecho, y un amigo le prestó la suya. Se le conoció como el "Taumaturgo de Barcelona". Fue canonizado por san Pío X el 20 de mayo de 1909.
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