domingo, 14 de febrero de 2021

San Juan Bautista de la Concepción García

 

En Córdoba, en España, san Juan Bautista de la Concepción García, presbítero de la Orden de la Santísima Trinidad, que habiendo iniciado la renovación de su Orden, la culminó con gran esfuerzo, en medio de dificultades y persecuciones.

Nació en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) en el seno de una familia muy religiosa. Tuvo contactos con los carmelitas descalzos en su pueblo. Santa Teresa de Jesús viéndole de niño profetizó: "será santo, conquistador de muchas almas y reformador de una grande cosa que se verá". Desde su infancia se dedicó a hacer grandes penitencias físicas, y por ello fue recriminado por su familia, pero curó milagrosamente de una parálisis que le habían dejado tantas mortificaciones. Tuvo una gran devoción mariana. 

Ingresó en los trinitarios de Toledo interpretando la voluntad de María en 1580. Durante su noviciado convivió con religiosos de santa vida como san Simón de Rojas y los futuros mártires Bernardo Monroy y Juan de Palacios. Tenía una gran formación intelectual, adquirida en las universidades de Baeza, Toledo y Alcalá de Henares; en la Orden le conocían como “el teólogo”, por su elocuencia y capacidad persuasiva. Fue un gran predicador. Se dedicó al cuidado de pobres y enfermos y continuó con sus severas penitencias que le dejaron secuelas físicas. Fue traslado a Sevilla, donde continuó con su predicación y atendiendo a los apestados de la epidemia de 1560.

Este período no estuvo exento de sombras, ya que se dejó influir por “la tiranía de los cumplimientos del mundo”. Entre tales sombras incluye algunas flaquezas naturales debidos a su naturaleza colérica: reacciones bruscas y palabras de impaciencia, juicios severos con poca advertencia. Después de 17 años de vida religiosa, en Sevilla, tuvo una impresión religiosa que debía cambiar de vida y se entregó: “Señor, me haré reformador en Valdepeñas”. Llegó a Valdepeñas descalzo, abandonó amistades y su mundanidad: “más quiero la honra y la gloria de Dios que todos los tesoros del mundo”. Como superior del monasterio de Valdepeñas introdujo la reforma en el 1597. Cambió su nombre por el de Juan Bautista de la Concepción.

La reforma llamada "de los Trinitarios descalzos" fue aprobada por Roma, donde fue en 1598, y por esta causa, Juan Bautista tuvo que soportar la fuerte oposición de los "no reformados", de manera que le acosaron fortísimas tentaciones de los propios pecados pasados, dudas de fe. Tuvo contactos con santa María Magdalena de Pazzi que le animó. Abandonado por sus colaboradores y perseguido por los “no reformados”, tuvo momentos de vacilación vocacional. Le salvó su rendida sumisión a la voluntad de Dios. Se le ofreció la posibilidad de ingresar en los carmelitas descalzos y decidió seguir con su obra reformadora. Su opción fue radical, y por ello fue apaleado y encarcelado por los calzados, injuriado y traicionado por sus propios hijos; cuando murió en Córdoba, 34 conventos había adoptado la nueva regla o modo de vida. Tuvo dones taumatúrgicos reconocidos en vida. Escribió: "La llaga de amor". "El conocimiento interior sobrenatural". "Diálogos entre Dios y un alma afligida". "El reconocimiento interior". "Algunas penas que afligen al justo en el camino de la perfección". "La presencia de Dios". Fue canonizado por Pablo VI el 25 de mayo de 1975.

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