En Borgo San Pietro, en el Abruzo, beata Filipa Mareri, virgen, que, despreciando las riquezas y el fasto mundano, abrazó la forma de vida de santa Clara, recientemente establecida en aquella región.
Nació en el seno de la noble familia de los Mareri, en el castillo de su propiedad situado en San Pietro de Molito, hoy Borgo San Pietro, provincia de Rieti. Orientada hacia la vida de perfección por san Francisco de Asís en los años 1221-1225, cuando el santo, peregrino por el Valle de Rieti, se hospedaba en casa de sus padres, Felipa tomó de joven la decisión de consagrarse a Dios, y se mantuvo con tal firmeza en su propósito, que no consiguieron doblegar su voluntad ni las presiones de los parientes, ni las amenazas de su hermano Tomás, ni las ofertas y requerimientos de sus pretendientes.
Ante la actitud de sus familiares, Felipa, como años antes santa Clara de Asís, huyó de la casa paterna, y junto con su hermana y algunas compañeras se refugió en una gruta de los montes cercanos a su castillo, ahora llamada “Gruta de Santa Felipa", que adaptó con austeridad para sus fines y donde permaneció hasta que sus hermanos Tomás y Gentil, con acta notarial de fecha 18 de septiembre de 1228, le dieron el castillo de su propiedad de San Pietro de Molito y la antigua iglesia benedictina aneja. Allí se trasladaron Felipa y sus seguidoras, y en seguida comenzaron a organizar su vida claustral siguiendo la forma de vida y las normas que san Francisco había dado a santa Clara y a sus hermanas del monasterio de San Damián en Asís. El mismo san Francisco encomendó a uno de sus primeros compañeros, beato Rogerio de Todi, la dirección espiritual de la beata y de las clarisas del monasterio por ella fundado. A tal fin, el beato Rogerio se trasladó al valle de Rieti, y allí permaneció, cumpliendo su misión, hasta la muerte de la beata.
Este monasterio, bajo la guía de la beata Felipa, maestra de vida espiritual, y con el asesoramiento del beato Rogerio, hombre de gran fervor y no menor prudencia, se convirtió pronto en escuela de santidad. Ciertamente, la ocupación principal de la comunidad monástica era el culto y la alabanza de Dios, la vida litúrgica, la lectura y estudio de la Sagrada Escritura, la oración y contemplación. Pero, al mismo tiempo, el trabajo era tenido en gran consideración, lo mismo que el servicio a los pobres y el apostolado. En el monasterio se preparaban medicinas que luego se distribuían gratuitamente a los enfermos pobres. El fervor de la caridad en las palabras y en las obras, así como el estilo de vida de aquellas clarisas, con Felipa a la cabeza y todas siguiendo la estela del santo de Asís, hicieron revivir la vida evangélica en el Valle de Rieti, como antes había sucedido en el Valle de Spoleto. Murió en Rieti cuando todavía vivía santa Clara. Es la primera clarisa beatificada. El 29 de abril de 1806 Pío VII concedió oficio y misa en su honor, lo que equivale a una confirmación de culto.
Nació en el seno de la noble familia de los Mareri, en el castillo de su propiedad situado en San Pietro de Molito, hoy Borgo San Pietro, provincia de Rieti. Orientada hacia la vida de perfección por san Francisco de Asís en los años 1221-1225, cuando el santo, peregrino por el Valle de Rieti, se hospedaba en casa de sus padres, Felipa tomó de joven la decisión de consagrarse a Dios, y se mantuvo con tal firmeza en su propósito, que no consiguieron doblegar su voluntad ni las presiones de los parientes, ni las amenazas de su hermano Tomás, ni las ofertas y requerimientos de sus pretendientes.
Ante la actitud de sus familiares, Felipa, como años antes santa Clara de Asís, huyó de la casa paterna, y junto con su hermana y algunas compañeras se refugió en una gruta de los montes cercanos a su castillo, ahora llamada “Gruta de Santa Felipa", que adaptó con austeridad para sus fines y donde permaneció hasta que sus hermanos Tomás y Gentil, con acta notarial de fecha 18 de septiembre de 1228, le dieron el castillo de su propiedad de San Pietro de Molito y la antigua iglesia benedictina aneja. Allí se trasladaron Felipa y sus seguidoras, y en seguida comenzaron a organizar su vida claustral siguiendo la forma de vida y las normas que san Francisco había dado a santa Clara y a sus hermanas del monasterio de San Damián en Asís. El mismo san Francisco encomendó a uno de sus primeros compañeros, beato Rogerio de Todi, la dirección espiritual de la beata y de las clarisas del monasterio por ella fundado. A tal fin, el beato Rogerio se trasladó al valle de Rieti, y allí permaneció, cumpliendo su misión, hasta la muerte de la beata.
Este monasterio, bajo la guía de la beata Felipa, maestra de vida espiritual, y con el asesoramiento del beato Rogerio, hombre de gran fervor y no menor prudencia, se convirtió pronto en escuela de santidad. Ciertamente, la ocupación principal de la comunidad monástica era el culto y la alabanza de Dios, la vida litúrgica, la lectura y estudio de la Sagrada Escritura, la oración y contemplación. Pero, al mismo tiempo, el trabajo era tenido en gran consideración, lo mismo que el servicio a los pobres y el apostolado. En el monasterio se preparaban medicinas que luego se distribuían gratuitamente a los enfermos pobres. El fervor de la caridad en las palabras y en las obras, así como el estilo de vida de aquellas clarisas, con Felipa a la cabeza y todas siguiendo la estela del santo de Asís, hicieron revivir la vida evangélica en el Valle de Rieti, como antes había sucedido en el Valle de Spoleto. Murió en Rieti cuando todavía vivía santa Clara. Es la primera clarisa beatificada. El 29 de abril de 1806 Pío VII concedió oficio y misa en su honor, lo que equivale a una confirmación de culto.
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