En el río Meno en Baviera en Alemania, beato Liborio Wagner, sacerdote y mártir, que, hombre de insigne caridad, coronó con la efusión de su sangre el cuidado pastoral puesta al servicio tanto de los católicos como de los hermanos separados.
Nació en Mülhseusen, en la diócesis de Würzburgo en el seno de una familia luterana. Estudió humanidades en su pueblo natal, con 20 años realiza estudios superiores en Leipzig, Gotha y Estrasburgo, consiguiendo el magisterio en 1617. Era un joven inteligente y muy responsable.
Con 28 años, ejerció el magisterio y permaneció soltero. En 1622, y en Würzburgo entró en contacto con los jesuitas, por cuyo influjo se convirtió al catolicismo, abandonando previamente secretamente la casa paterna y fue ordenado sacerdote en 1625.
Trabajó primero en Hardeim durante un año como coadjutor, y en 1626, es trasladado a Altenmünster-Sulzdorf como párroco, cargo que conservará hasta el fin. Como párroco se mostró celoso por el bien de sus feligreses muchos de ellos alejados de la fe; procurando atraer a muchos al catolicismo.
La guerra de los Treinta Años hizo muy difícil su ministerio pues hizo que se agravaran las tensiones entre católicos y protestantes a nivel del pueblo. Su condición de luterano converso le hacían particularmente odioso a la facción protestante. Tuvo que pasar a la clandestinidad, pero fue detenido en 1631 y llevado al castillo de Mainberg, donde fue torturado para que renegara del catolicismo. Se mantuvo firme. Sacado del castillo y llevado al río, fue sometido a terribles tormentos. Con un martillo le machacaron los dedos, las manos, los brazos. Le atravesaron con pinchos los pies... Junto al río recibió un tiro que lo dejó maltrecho y luego un soldado lo remató con la espada. Su cadáver fue despojado de las ropas eclesiásticas para que no fuera reconocido y arrojado al río. Recuperado fue llevado a la parroquia de Heidenfeld donde está enterrado.
Ya desde hacía tiempo, con la afluencia de devotos, venía creciendo el culto al valiente campeón de la fe católica en Alemania; pero es en 1931, tres siglos después de su muerte, superadas todas las dificultades ideológicas e históricas que se interponían, cuando se introduce la causa de beatificación, que concluyó con una ceremonia solemne que lo eleva al honor de los altares como beato, el 24 de marzo de 1974, por SS el papa Pablo VI.
Nació en Mülhseusen, en la diócesis de Würzburgo en el seno de una familia luterana. Estudió humanidades en su pueblo natal, con 20 años realiza estudios superiores en Leipzig, Gotha y Estrasburgo, consiguiendo el magisterio en 1617. Era un joven inteligente y muy responsable.
Con 28 años, ejerció el magisterio y permaneció soltero. En 1622, y en Würzburgo entró en contacto con los jesuitas, por cuyo influjo se convirtió al catolicismo, abandonando previamente secretamente la casa paterna y fue ordenado sacerdote en 1625.
Trabajó primero en Hardeim durante un año como coadjutor, y en 1626, es trasladado a Altenmünster-Sulzdorf como párroco, cargo que conservará hasta el fin. Como párroco se mostró celoso por el bien de sus feligreses muchos de ellos alejados de la fe; procurando atraer a muchos al catolicismo.
La guerra de los Treinta Años hizo muy difícil su ministerio pues hizo que se agravaran las tensiones entre católicos y protestantes a nivel del pueblo. Su condición de luterano converso le hacían particularmente odioso a la facción protestante. Tuvo que pasar a la clandestinidad, pero fue detenido en 1631 y llevado al castillo de Mainberg, donde fue torturado para que renegara del catolicismo. Se mantuvo firme. Sacado del castillo y llevado al río, fue sometido a terribles tormentos. Con un martillo le machacaron los dedos, las manos, los brazos. Le atravesaron con pinchos los pies... Junto al río recibió un tiro que lo dejó maltrecho y luego un soldado lo remató con la espada. Su cadáver fue despojado de las ropas eclesiásticas para que no fuera reconocido y arrojado al río. Recuperado fue llevado a la parroquia de Heidenfeld donde está enterrado.
Ya desde hacía tiempo, con la afluencia de devotos, venía creciendo el culto al valiente campeón de la fe católica en Alemania; pero es en 1931, tres siglos después de su muerte, superadas todas las dificultades ideológicas e históricas que se interponían, cuando se introduce la causa de beatificación, que concluyó con una ceremonia solemne que lo eleva al honor de los altares como beato, el 24 de marzo de 1974, por SS el papa Pablo VI.
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