miércoles, 16 de diciembre de 2020

Beato Clemente Marchisio

En Rivalba en Piamonte, beato Clemente Marchiso, sacerdote, que, párroco del lugar, fundó el Instituto de las Hijas de San José. 

Nació en Racconigi (Turín, Italia); hijo de Juan y Lucía Becchio, en un hogar modesto pero muy religioso. La familia era asidua a la vecina iglesia de los padres dominicos. A los 16 años ingresó en el seminario de Turín, fue ordenado sacerdote en 1856. Residió en un primer momento en el convictorio sacerdotal, dirigido por san José Cafasso, el cual le imprimió su fuerte espiritualidad y lo hizo compañero de sus obras de catequesis y espiritualidad. En 1856 fue nombrado coadjutor de Cambiano y Vigone.

En 1860 es nombrado párroco de Rivalba Torinese, comarca violentamente anticlerical a la que llaman "guarida del diablo". Don Marchisio empieza catequizando a los niños, que escuchan con agrado a ese sacerdote de palabra sencilla, clara y animada. Pero en el púlpito, imitando al párroco de Ars, predica con vehemencia contra las blasfemias, la falta de respeto por el domingo y la depravación de las costumbres. Pero no siempre es agradable escuchar la verdad. Así pues, los que se sienten ofendidos por aquellos vigorosos sermones intentarán que el párroco se calle haciéndole la vida imposible. Después de haberlo soportado todo en silencio durante mucho tiempo, Clemente Marchisio acaba cogiendo miedo y solicita que le cambien de parroquia. Su obispo le responde que permanezca con valentía en su cruz. Clemente obedece y se abandona al Corazón de Jesús, a la Santísima Virgen y a San José. Además, se deleita especialmente permaneciendo largo tiempo ante el Santísimo Sacramento, sobre todo cuando la cruz de las incomprensiones, de las calumnias y de las obligaciones se hace más pesada. La persecución desencadenada contra Clemente Marchisio durará unos diez años. Después de haber escrutado durante largo tiempo los actos y gestos del párroco, varios de sus feligreces constatan su fidelidad a la hora de cumplir sus compromisos. Conmovidos y edificados, muchos se convierten. El viento sopla en otra dirección, y los más implacables de sus adversarios acaban por volver a Dios.

Fundó la Casa de los Pequeños para los niños huérfanos y la Escuela Taller para la promoción laboral de los adolescentes. Algunas buenas voluntades femeninas le ayudan a llevar a buen término sus labores caritativas. Las reunirá en una comunidad bajo el título de "Hijas de San José". 

Le aflige profundamente el espectáculo de los ornamentos litúrgicos en mal estado, como la suciedad de los manteles y lienzos de altar. Por eso, después de haber rezado durante mucho tiempo y de haber solicitado la opinión de sus superiores, confía a las "Hijas de San José" una misión completamente diferente de la que había previsto al reunirlas. Consagrarán su vida al culto eucarístico. Así pues, la misión especial de las hermanas consistirá en preparar con gran respeto, según las normas de la Iglesia, el material del sacrificio eucarístico, confeccionar los ornamentos y los manteles, y atender a la decencia y al honor que requiere la Eucaristía. Se encargarán de catequizar a los niños para prepararlos a la primera comunión y velarán también por la educación litúrgica de los monaguillos y de los fieles. Las hermanas, y sobre todo la cofundadora, sor Rosalía Sismonda, acogen unánimemente y con entusiasmo esa nueva finalidad de su Instituto. En 1901, la Santa Sede aprueba una nueva fundación: el Instituto de Hijas de San José con el fin de perpetuar las obras anteriormente citadas. Tenía un carácter fuerte y enérgico que le proporcionó un gran dinamismo y operosidad. Recomendaba la frecuencia a los sacramentos, y fomentaba la devoción al Papa como centro de la organización eclesial, no teniendo empacho en manifestarla, gustase o no. Murió de una apoplejía cuando estaba en plena actividad. 

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