viernes, 25 de diciembre de 2020

Beata Elías de San Clemente (Teodora Fracasso)

En Bari, Italia, beata Elías de San Clemente, virgen de la Orden de los Carmelitas Descalzos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, que consagró su vida contemplativa por amor a Cristo al servicio de la Iglesia.

Se llamaba Teresa Fracasso. Nació en Bari, en el seno de una modesta familia. Desde el primer momento de su vida estuvo ordenada totalmente a Cristo. Su primera comunión la marcó profundamente, ya que la noche precedente vio en sueños a santa Teresa del Niño Jesús, que le predijo:  "Serás monja como yo". 

La vocación religiosa de Teodora comenzó a definirse con la ayuda del padre Pedro Fiorillo, o.p., su director espiritual, que la introdujo en la Tercera Orden Dominica, en la cual, admitida como novicia en 1914 con el nombre de Inés, hizo la profesión en 1915, con dispensa especial por tener sólo catorce años. Ejercitó una eximia caridad con sus prójimos, en especial con los obreros y los pobres. 

A finales de 1917, Teodora decidió dirigirse al padre jesuita Sergio Di Gioia para pedir consejo, el cual, convertido en su nuevo confesor, después de un año, decidió encaminarla al Carmelo de San José. 

Entró en la Orden de los Carmelitas Descalzos en 1920 y vistió el hábito el 24 de noviembre del mismo año, tomando el nombre de sor Elías de San Clemente. Emitió los primeros votos en 1921:  "Sola a los pies de mi Señor crucificado —escribió—, lo miré largamente, y en aquella mirada vi que él era toda mi vida". Hizo la profesión solemne en 1925. 

Eligió como modelo a Teresa del Niño Jesús, a la cual supo emular en la confianza filial, en el amor de Dios, en el trabajo, en la humildad y alegre servicio a la comunidad, con una obediencia perfecta. Se ofreció como víctima al amor misericordioso de Jesús e hizo voto de obrar siempre lo más perfecto, voto que escribió con sangre. Su camino, desde el inicio, no fue fácil. Ya en los primeros meses del noviciado había tenido que afrontar con gran espíritu de fe no pocas dificultades. Siempre observante de las Reglas y de los actos comunitarios, sor Elías pasaba gran parte de la jornada en su celda, dedicada a los trabajos de costura que se le encomendaban; la madre priora la nombró sacristana en 1927. Abrasada en caridad, identificada en cuerpo y alma con Cristo crucificado murió repentinamente de encefalitis aguda, como había predicho el día de Navidad. 

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