En la ciudad de Wrexham, en el País de Gales, san Ricardo Gwyn, mártir, que, padre de familia y maestro de escuela, profesaba la fe católica, siendo encarcelado bajo la acusación de convencer a otras personas a la conversión, y después de repetidas torturas, manteniéndose en su fe, fue ahorcado y, aún respirando, descuartizado.
Nació en Llanidloes en Powys (Gales). Estudio en Oxford y luego en el Saint John's College en Cambridge. Renunció al anglicanismo, se casó y tuvo seis hijos. Fue maestro de escuela en Overton, Wrexham y Gresford. Presionado porque no asistía a los servicios religiosos, asistió a uno de una iglesia anglicana, pero ello le causó un profundo desasosiego interior y se arrepintió de ello. Puso su escuela en una vieja granja para evitar su arresto. En 1579, mientras se hallaba en Wrexham, fue reconocido por un apóstata, quien le denunció a las autoridades.
Fue arrestado pero consiguió escapar una noche, y vivió libremente durante un año y medio, hasta que fue detenido de nuevo y fue encerrado en la cárcel de Ruthin. Estuvo durante cuatro años detenido, y le obligaron a ir a una iglesia protestante, intentaron convencerle de la verdad del anglicanismo. El juez le condenó a pagar una multa de 800 libras por haber causado desorden en la iglesia. En septiembre, se le impuso una multa de 1680 libras (con el valor de 1960) por no haber asistido a los servicios protestantes en todo el tiempo que llevaba en la prisión. El juez le preguntó cómo iba a pagar esas multas tan elevadas. Ricardo respondió: «Tengo algón dinero». «¿Cuánto?», preguntó el juez: «Seis peniques», replicó el santo sonriendo. Después de ser juzgado otras tres veces, fue enviado con otros tres laicos y el sacerdote jesuita Juan Bennet ante el consejo de las Marcas. Los mártires fueron torturados en Bewdley, Ludlow y Bridgnorth, para que revelasen los nombres de otros católicos. En la cárcel escribió numerosas poesías religiosas en galés, en los que exhortaba a sus compatriotas a permanecer fieles a la Santa Madre Iglesia y describía, con una violencia comprensible en sus circunstancias, a la nueva religión y sus ministros. .
En octubre de 1584, san Ricardo fue juzgado por octava vez, en Wrexham, junto con otros dos católicos, Hughes y Morris. Se le acusaba de haber tratado de reconciliar con la Iglesia de Roma a un tal Luis Gronow y de haber sostenido la soberanía pontificia. Ricardo respondió que jamás había cruzado una palabra con Gronow. Este último declaró más tarde, públicamente, que el vicario de Wrexham y otro fanático le habían pagado a él y a otras dos personas cierta suma para que levantasen falso testimonio. Como los miembros del jurado se negaron a asistir al juicio, el juez formó de improviso otro jurado, cuyos miembros tuvieron la ingenuidad de preguntarle, ¡a quiénes debían absolver y a quiénes debían condenar!, Ricardo Gwyn y Hughes fueron sentenciados a muerte, y Morris recobró la libertad. (Hughes fue después indultado). El juez mandó llamar a la esposa de Ricardo, quien se presentó con su hijito en los brazos y la exhortó a no imitar a su marido. Ella replicó: «Si lo que queréis es sangre, podéis quitarme la vida junto con la de mi esposo. Basta con que deis un poco de dinero a los testigos e inmediatamente declararán contra mí».
Fue sentenciado a muerte en Wrexham, Gales. Al llegar al patíbulo se encontró con muchos simpatizantes suyos, la mayoría alumnos, pudo bendecir a su mujer y a su hijo pequeño. Pidió perdón a quien hubiera podido haber ofendido y perdonó al verdugo. La multitud gritó que le dejasen morir antes de desentrañarlo, pero el alcalde, que era un apóstata, se negó a conceder esa gracia. El mártir gritó en la tortura: «¡Dios mío! ¿Qué es esto?» «Una ejecución que se lleva a cabo por orden de Su Majestad», replicó uno de los esbirros. «¡Jesús, ten misericordia de mí!», exclamó el santo. Unos instantes después, su cabeza rodaba por el suelo. Fue beatificado en 1929 y canonizado en 1970 por SS Pablo VI.
Nació en Llanidloes en Powys (Gales). Estudio en Oxford y luego en el Saint John's College en Cambridge. Renunció al anglicanismo, se casó y tuvo seis hijos. Fue maestro de escuela en Overton, Wrexham y Gresford. Presionado porque no asistía a los servicios religiosos, asistió a uno de una iglesia anglicana, pero ello le causó un profundo desasosiego interior y se arrepintió de ello. Puso su escuela en una vieja granja para evitar su arresto. En 1579, mientras se hallaba en Wrexham, fue reconocido por un apóstata, quien le denunció a las autoridades.
Fue arrestado pero consiguió escapar una noche, y vivió libremente durante un año y medio, hasta que fue detenido de nuevo y fue encerrado en la cárcel de Ruthin. Estuvo durante cuatro años detenido, y le obligaron a ir a una iglesia protestante, intentaron convencerle de la verdad del anglicanismo. El juez le condenó a pagar una multa de 800 libras por haber causado desorden en la iglesia. En septiembre, se le impuso una multa de 1680 libras (con el valor de 1960) por no haber asistido a los servicios protestantes en todo el tiempo que llevaba en la prisión. El juez le preguntó cómo iba a pagar esas multas tan elevadas. Ricardo respondió: «Tengo algón dinero». «¿Cuánto?», preguntó el juez: «Seis peniques», replicó el santo sonriendo. Después de ser juzgado otras tres veces, fue enviado con otros tres laicos y el sacerdote jesuita Juan Bennet ante el consejo de las Marcas. Los mártires fueron torturados en Bewdley, Ludlow y Bridgnorth, para que revelasen los nombres de otros católicos. En la cárcel escribió numerosas poesías religiosas en galés, en los que exhortaba a sus compatriotas a permanecer fieles a la Santa Madre Iglesia y describía, con una violencia comprensible en sus circunstancias, a la nueva religión y sus ministros. .
En octubre de 1584, san Ricardo fue juzgado por octava vez, en Wrexham, junto con otros dos católicos, Hughes y Morris. Se le acusaba de haber tratado de reconciliar con la Iglesia de Roma a un tal Luis Gronow y de haber sostenido la soberanía pontificia. Ricardo respondió que jamás había cruzado una palabra con Gronow. Este último declaró más tarde, públicamente, que el vicario de Wrexham y otro fanático le habían pagado a él y a otras dos personas cierta suma para que levantasen falso testimonio. Como los miembros del jurado se negaron a asistir al juicio, el juez formó de improviso otro jurado, cuyos miembros tuvieron la ingenuidad de preguntarle, ¡a quiénes debían absolver y a quiénes debían condenar!, Ricardo Gwyn y Hughes fueron sentenciados a muerte, y Morris recobró la libertad. (Hughes fue después indultado). El juez mandó llamar a la esposa de Ricardo, quien se presentó con su hijito en los brazos y la exhortó a no imitar a su marido. Ella replicó: «Si lo que queréis es sangre, podéis quitarme la vida junto con la de mi esposo. Basta con que deis un poco de dinero a los testigos e inmediatamente declararán contra mí».
Fue sentenciado a muerte en Wrexham, Gales. Al llegar al patíbulo se encontró con muchos simpatizantes suyos, la mayoría alumnos, pudo bendecir a su mujer y a su hijo pequeño. Pidió perdón a quien hubiera podido haber ofendido y perdonó al verdugo. La multitud gritó que le dejasen morir antes de desentrañarlo, pero el alcalde, que era un apóstata, se negó a conceder esa gracia. El mártir gritó en la tortura: «¡Dios mío! ¿Qué es esto?» «Una ejecución que se lleva a cabo por orden de Su Majestad», replicó uno de los esbirros. «¡Jesús, ten misericordia de mí!», exclamó el santo. Unos instantes después, su cabeza rodaba por el suelo. Fue beatificado en 1929 y canonizado en 1970 por SS Pablo VI.
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