En Brescia, ciudad de la región de Venecia, san Gaudencio, obispo, que, ordenado por san Ambrosio, se distinguió entre los prelados de la época por su doctrina y sus virtudes, enseñó a su pueblo de palabra y con sus escritos, y construyó una basílica a la que llamó “Concilio de los Santos”.
Discípulo de san Filastrio, obispo de Brescia. Hizo una peregrinación a Jerusalén, donde probablemente conociera a Rufino de Aquilea, Paladio y san Jerónimo. Se hizo monje en Cesarea de Capadocia, pero fue llamado a Brescia para que sucediera a su maestro en la sede bresciana, y que aunque al principio no quiso aceptar el nombramiento, se vio obligado a ello por el afecto del pueblo y las repetidas instancias de los obispos de la provincia entre los cuales figuraba san Ambrosio de Milán. Los obispos orientales también amenazaron a negarse a la comunión con él si él no obedecía. Poseemos el discurso que él hizo ante san Ambrosio y otros obispos con ocasión de su consagración, en el cual se excusa, bajo el argumento de la obediencia, de su juventud y su presunción al hablar. Había traído consigo de Oriente muchas reliquias preciosas de san Juan Bautista y de los apóstoles, y especialmente de los Cuarenta Mártires de Sebaste, las cuales le habían entregado en Cesarea de Capacocia las sobrinas de san Basilio. Fue consagrado obispo por san Ambrosio de Milán, (c.388), con el que mantuvo una profunda amistad.
Entre el 400 y el 402, Gaudencio consagró en Brescia la basílica llamada “Concilium sanctorum” (la actual iglesia de San Juan), en la que depositó reliquias de los evangelistas santos Juan, Lucas y de los apóstoles santos Andrés y Tomás.
Fue uno de los diputados que el sínodo de Roma (c.406) envió a Oriente para defender la causa de san Juan Crisóstomo, y que fuera reintegrado a su sede. La misión no tuvo ningún éxito, ya que la delegación, al llegar a Atenas, no pudo proseguir, y tuvo que volver a Italia.
Gaudencio gobernó la iglesia de Brescia con fama de excelente pastor y elocuente orador; fue detenido en un lugar cercano a Tracia; poco tiempo después murió en su dióceis.
En la historia de la antigua literatura cristiana ocupa un distinguido lugar san Gaudencio por muchas obras que de él se conservan. Se le deben principalmente las noticias que nos quedan de san Filastrio, consignadas en un discurso suyo sobre la vida y escritos de este prelado y que suele también titularse “Liber de vita sancti Philatrii”. Se conservan también diez sermones y algunas homilías sobre diferentes pasajes de la Biblia entre otras, las que pronunció el día de su consagración, muy interesante para la historia de su vida. Quedan de él, 21 Tratados ascéticos. Rufino le llamó "Gloria de los doctores de su siglo". Con el nombre de san Gaudencio, se encuentran algunos opúsculos que, sin embargo, se consideran apócrifos como: “Poema de San Filastrio”; “Comentarios del siglo llamado Anastasiano”; “De la regularidad de los clérigos”. Sus restos descansan en Brescia en la Iglesia de San Juan Bautista, en el lugar del Concilium Sanctorum.
Discípulo de san Filastrio, obispo de Brescia. Hizo una peregrinación a Jerusalén, donde probablemente conociera a Rufino de Aquilea, Paladio y san Jerónimo. Se hizo monje en Cesarea de Capadocia, pero fue llamado a Brescia para que sucediera a su maestro en la sede bresciana, y que aunque al principio no quiso aceptar el nombramiento, se vio obligado a ello por el afecto del pueblo y las repetidas instancias de los obispos de la provincia entre los cuales figuraba san Ambrosio de Milán. Los obispos orientales también amenazaron a negarse a la comunión con él si él no obedecía. Poseemos el discurso que él hizo ante san Ambrosio y otros obispos con ocasión de su consagración, en el cual se excusa, bajo el argumento de la obediencia, de su juventud y su presunción al hablar. Había traído consigo de Oriente muchas reliquias preciosas de san Juan Bautista y de los apóstoles, y especialmente de los Cuarenta Mártires de Sebaste, las cuales le habían entregado en Cesarea de Capacocia las sobrinas de san Basilio. Fue consagrado obispo por san Ambrosio de Milán, (c.388), con el que mantuvo una profunda amistad.
Entre el 400 y el 402, Gaudencio consagró en Brescia la basílica llamada “Concilium sanctorum” (la actual iglesia de San Juan), en la que depositó reliquias de los evangelistas santos Juan, Lucas y de los apóstoles santos Andrés y Tomás.
Fue uno de los diputados que el sínodo de Roma (c.406) envió a Oriente para defender la causa de san Juan Crisóstomo, y que fuera reintegrado a su sede. La misión no tuvo ningún éxito, ya que la delegación, al llegar a Atenas, no pudo proseguir, y tuvo que volver a Italia.
Gaudencio gobernó la iglesia de Brescia con fama de excelente pastor y elocuente orador; fue detenido en un lugar cercano a Tracia; poco tiempo después murió en su dióceis.
En la historia de la antigua literatura cristiana ocupa un distinguido lugar san Gaudencio por muchas obras que de él se conservan. Se le deben principalmente las noticias que nos quedan de san Filastrio, consignadas en un discurso suyo sobre la vida y escritos de este prelado y que suele también titularse “Liber de vita sancti Philatrii”. Se conservan también diez sermones y algunas homilías sobre diferentes pasajes de la Biblia entre otras, las que pronunció el día de su consagración, muy interesante para la historia de su vida. Quedan de él, 21 Tratados ascéticos. Rufino le llamó "Gloria de los doctores de su siglo". Con el nombre de san Gaudencio, se encuentran algunos opúsculos que, sin embargo, se consideran apócrifos como: “Poema de San Filastrio”; “Comentarios del siglo llamado Anastasiano”; “De la regularidad de los clérigos”. Sus restos descansan en Brescia en la Iglesia de San Juan Bautista, en el lugar del Concilium Sanctorum.
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