martes, 21 de julio de 2020

Beato Gabriel Pergaud


En el brazo de mar ante Rochefort en la costa francesa en una sórdida galera anclada, beato Gabriel Pergaud, sacerdote y mártir, que, canónigo regular de Beaulieu en el territorio de Saint Brieuc, durante la revolución francesa fue por su sacerdocio trasladado fuera de la abadía, encarcelado, obtuvo la corona del martirio golpeado por la enfermedad. 

Nació en Saint-Priest-la-Plaine, en las cercanías de Creuse en Francia. Sintiéndose llamado a la vida religiosa y sacerdotal, ingresó en la Congregación de Francia de los Canónigos Regulares de San Agustín, donde en 1769 emitió los votos. Recivida la ordenación presbiterial, desarrolló varios encargos, el último de ellos fue el de prior de la abadía de la Beata Virgen María de Beaulieu, en Cotes d’Armor.

Hombre de carácter fuerte y fe viva, Gabriel rechazó el juramento civil del estado, impuesto por la autoridad política a raíz de la promulgación de la nueva Constitución francesa. El papa Pío VI había condenado esta ley que minusvaloraba el poder papal sobre la iglesia galicana. Por este motivo nuestro beato fue arrestado y recluído en una de las dos naves, mejor conocidas como los “pontones”, ancladas en el mar a lo largo de Rochefort. 

Los sacerdotes y religiosos deportados estaban amontonados en el estrecho puente, pasaban la noche en condiciones infrahumanas e insoportables. Esto era agravado que la tripulación cada mañana quemaba el alquitrán, haciendo el aire irrespirable. Durante el día tenían que estar de pie en el puente de la nave. La comida era escasa y poco variada. Además estaban expuestos a la brutalidad y a las mofas de los marineros. Prácticamente todos fueron contagiados de una enfermedad contagiosa y, siendo prohibida la asistencia de un médico, muchos de ellos se hicieron enfermeros de sus cohermanos. 

Los sacerdotes y religiosos cultivaron en gran parte una verdadera vida espiritual y, dadas las severas prohibiciones, debía recurrir a suterfugios. Siguiendo el ejemplo de Cristo, perdonaron a sus maltratadores y escribieron en un diario sus “resoluciones”. Una de estas decía: “Somos los más infelices de los hombres, somos también los más felices de los cristianos”. 

Después de muchos sufrimientos, soportados con espíritu de abandono en Dios y reconfirmando su fidelidad a la Iglesia católica, Gabriel murió enfermo. El 1 de octubre de 1995 lo beatificó Juan Pablo II como mártir junto con los demás mártires de Rochefort.

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