jueves, 2 de julio de 2020

8 Beatos mártires en Seúl (Corea)

Es un grupo de 8 mártires en Seúl, durante la persecución Shinyu, todos laicos, que fueron decapitados: Columba Kang Wan-suk, Ágata Han Sin-ae, Antonio Yi Hyeon, Bibiana Mun Yeong-in, Juliana Kim Yeon-i, Ignacio Choe In-cheol, Mateo Kim Hyeon-i y Susana Kang Gyeong-bok. Fueron beatificados por el papa Francisco el 16 de agosto de 2014. 

Columba Kang Wan-suk (1761 - 1801). Nació de una unión ilegítima en en el antiguo barrio de Chungcheong-do (Corea del Sur) en el seno de una de las familias nobles de Naepo. Desde pequeña se destacó por su sabiduría y honestidad: evitar las malas acciones o decir mentiras. El beato Felipe Hong Pil-ju, que será martirizado por la fe en 1801, fue uno de sus hijastros. 

Debido a sus orígenes "no oficial", se la casó, como segunda esposa, con Hong Ji-yeong, un noble de la región Deoksan. Al inicio de su matrimonio conoció la fe católica y comenzó a interesarse, y empieza su catecumenado de preparación para el bautismo.  En este periodo, cree con pasión y práctica la abstinencia. Con su estilo de vida  hace ganar el respeto y la admiración de muchas personas. Con grave riesgo, se ocupó de los católicos que fueron encarcelados durante la persecución de 1791 en Sinhae y precisamente por esto la detienen.

Después de ser liberada enseñó el catecismo a su madre, según la ley, y a su hijastro, Felipe Hong. A pesar de sus esfuerzos, no consigue convertir a su marido que, la maltrataba a causa de su fe. Su marido comenzó a vivir con una concubina. 

Un día Columba supo que los católicos de Seúl tienen una mejor preparación cristiana. Después de consultar con su madre legal y su hijastro, decidió mudarse a la capital: aquí entró en contacto con los fieles locales y se une a ellos en su afán por traer sacerdotes para atender a estos católicos neo conversos coreanos, y para ello se necesitaba apoyo financiero para pagar los gastos. 

En 1794, Columba recibió el bautismo de manos del primer misionero sacerdote, que venía desde Pekín, el beato Santiago Zhou Wen-mo, y ella se comprometió en dedicar su vida a ayudar al sacerdote en su apostolado. Después de darse cuenta de su sinceridad y el verdadero compromiso,  el padre Zhou la nombró catequista y le confió la tarea de cuidar de los fieles. 

Al año siguiente, hubo un brote de persecución en Eulmyo, y Columba ofreció su casa para acoger al misionero y pudiera huir a China, ya que se había dado orden de busca y captura contra él. La elección de su casa, como refugio, era la más segura ya que de acuerdo a los cánones de la sociedad coreana, estaba prohibido inspeccionar los hogares de las mujeres nobles. Gracias a esto, la casa de Kang se convierte en un refugio seguro el P. Zhou y para las comunidades católicas del lugar: es aquí donde la beata Agatha Jeom-hye Yun creó su comunidad de vírgenes dedicadas a la Iglesia. 

Columba evangelizó como pudo y cuanto pudo, y entre sus conversos había nobles, viudas, siervos y siervas. Gracias a ella María Canto y su hija Maria Sin - parientes de la familia real - recibieron el bautismo. La admiración de la comunidad hacia ella fue enorme, tanto es así que se decía «Se mueve como un gong. Cuando golpeó, explotó todo. " 

En 1801 comenzó la persecución Shinyu, y las autoridades gubernamentales recibieron un soplo sobre las actividades religiosas de Columba. El 6 de abril fue detenida mientras estaba en su casa con otros creyentes: todos ellos fueron detenidos a la Jefatura de Policía de Seúl. Pero incluso en esta  grave situación, el primer pensamiento de la catequista fue por la seguridad del sacerdote chino. 

Para encontrarlo, los agentes la torturaron seis veces, pero sin éxito. Su fe es tan firme que incluso sus captores fueron castigados por su ineficacia. Uno de ellos exclamó: "Esta mujer no es humana, es una diosa." En los meses siguientes, encerrada, continúa con su obra religiosa: preparó y animó para el martirio a sus compañeros de prisión. Fue decapitada con sus siete compañeros a las afueras de la puerta occidental de Seúl. Acaba de cumplir 40 años. 

Ágata Han Sin-ae. Nació de una unión ilegítima en  Boryeong, en la región de Chungcheong (actual Corea del Sur), en el seno de una noble familia de. Se casó, como segunda mujer de Jo Rye-san en Seul.  En 1795 y 1796, conoció la doctrina católica gracias a las enseñanza de la catequista, la beata Columba Kang Wan-suk. Junto a su hijastra y su sirvienta asistía asiduamente a la casa de Columba para aprender el Catecismo, y además ayudaba a la viuda beata Cándida Jeong Bok-hye en sus actividades eclesiales. En el verano de 1800 fue bautizada por el misionero chino Santiago Zhou Wen-mo.

Evangelizó entre las mujeres de otras familias y siervas, y además quiso que dos catequistas varones catequizaran a sus siervos, pero no tuvo éxito por culpa de su hijo. Junto a otras mujeres, incluida la beata Juliana Kim Yeon-I, formó una comunidad femenina cuya directora fue Columba Kang.

Cuando se produjo, en 1801, la persecución Shinyu, Cándida Jeong hizo acopio de todos los libros y artículos religiosos y se los llevó a Ágata, que los escondió en su negocio. Como fuera delatada ante los perseguidores, fue arrestada con otros fieles. Fue conducida ante el Ministerio de Justicia de Seúl, donde fue interrogada, pero no reveló el nombre de ningún cristiano. Fue condenada a muerte con siete creyentes, entre las que estaban Columba Kang y Juliana Kim con esta sentencia: «Han Sin-ae está profundamente pervertida por la religión católica y la ha estado practicando durante muchos años. Está a Kang Wan-suk (Columba), y fue bautizada por Zhou Wen-mo, recibiendo el nombre cristiano. Además invitó a su casa a hombres y mujeres, escondió libros y artículos religiosos en su negocio». Cuando fue detenida dijo: «No me arrepentiré jamás de lo que he hecho, aunque si tuviera que morir diez mil veces».

Junto a sus compañeras y con Mateo Kim Hyeon-u, Ignacio Choe In-cheol y Antonio Yi Hyeon, fue conducida a la Pequeña Puerta Occidental de Seúl, donde fue decapitada. 

Antonio Yi Hyeon. Nació en Yeoju, en la provincia de Gyeonggi (actual Corea del Sur). Poco tiempo después que el catolicismo entrara en Corea, le llegaron a sus manos algunos libros religiosos y los estudió con avidez. En un segundo momento frecuentó la casa de Josafat Kim Geon-sun, dónde vivía su tío Lucas Yi Hui-yeong; allí comenzó su formación cristiana en el otoño de 1797.

Después se trasladó a Seúl, donde conoció al beato Felipe Hong Pil-ju, con el cual profundizó el Catecismo y fue bautizado por el primer misionero en Corea el beato Santiago Zhou Wen-mo. También conoció a los beatos Bernabé Jeong Gwang-su, Pedro Choe Pil-je y Francisco Kim Jong-gyo, con los que participaba en los encuentros de oración.

Se casó con la hija del beato Antonio Hong Ik-man, y de esta forma fue cuñado de Felipe Hong Pil-ju. En el invierno de 1800 murieron sus padres, y poco después estalló la persecución Shinyu.

Antonio y sus amigos fueron arrestados y llevados al cuartel general de la policía en Seúl, donde había muerto su tío durante los interrogatorios y torturas. Antonio no dijo nada que pudiera dañar a la Iglesia, a pesar de las palizas y las presiones por los interrogatorios, durante  un momento cedió, pero no reveló dónde se encontraban los otros cristianos. Fue trasladado al Ministerio de Justicia, donde se arrepintió de su apostasía. Consciente que sufriría más presiones, fue determinante en profesar sus fe y dar su vida por Dios. Sus enemigos al no poder convencerlo para que renegara de su fe, fue condenado a muerte. Antes de recibir la sentencia, Antonio dijo: «Durante cuatro años me he conmovido profundamente mientras leía y estudiaba los libros de la Iglesia junto a mis compañeros…. He creído en la religión católica durante muchos años y la amo. Por tanto no renunciaré  a mi fe en Dios, no me importa el castigo que me vendrá dado». Junto a otros compañeros fue conducido a la Pequeña Puerte Occidental de Seúl donde fue decapitado. 

Bibiana Mun Yeong-in (1776 - 1801). Nació en Seúl en el seno de una familia de status social mediano. Su padre era oficial de baja graduación y vivía con Bibiana y sus hermanas pequeñas, teniendo escondidas a sus hijas mayores en otro sitio, por miedo a que se las llevasen para que fueran damas de la Corte. Pero, en 1783, los oficiales de la Corte se dieron cuenta de la inteligencia y la belleza de nuestra beata y la eligieron: apenas tenía 7 años.

Después que aprendió a escribir, fue encargada de la redacción de informes. En 1797, con 21 años, tuvo que dejar la Corte a causa de una grave enfermedad. En aquella época conoció la religión católica por medio de una anciana y de ella, aprendió el Catecismo. Un año después se puso en contacto con la catequista beata Columba Kang Wan-suk y fue bautizada por el beato Santiago Zhou Wen-mo. Fue asidua de la casa de Columba, donde se reunía con otros cristianos para profundizar la doctrina y participar en la Misa. 

Se repuso de su enfermedad y tuvo que regresar a la Corte. Aunque no podía cumplir plenamente con sus deberes religiosos, hizo todo los posible para mantenerse fiel en la oración. Cuando descubrieron que era católica, fue expulsada de la Corte. Libre de sus deberes cortesanos, pudo dedicarse plenamente a su fe. Leía las vidas de los santos y se empeñó en vivir como ellos. Alguna vez manifestó su deseo de morir mártir. Su familia la repudió a causa de su fe; Bibiana tuvo que marcharse y alquiló una casa en Cheongseok-don junto a Seúl, donde hospedó al catequista beato Agustín Jeong Yak-jong.

En 1801, cuando comenzó la persecución Shinyu, Bibiana regresó a su casa, esperando el día en que moriría mártir. Fue arrestada y la llevaron  al cuartel general de la policía en donde la torturaron con saña. En medio del sufrimiento, apostató, pero en seguida se dio cuenta de todo y dijo: «Aunque pueda morir, no cambiaré de idea sobre mi fe en Dios». 

Fue trasladada al Ministerio de Justicia, donde después de recibir más palizas, no cedió. Intentó explicar las enseñanzas cristianas y se reafirmó en su fe total en Cristo a pesar de aquellos momentos de debilidad. Los jueces, viendo que no podían hacerla ceder en su fe, pronunciaron la sentencia de muerte: «Está totalmente atrapada por la religión católica y no renunciará jamás a ella. Por tanto merece morir diez mil veces». Junto a sus compañeros, entre las que se encontraba Columba Kang, fue decapitada en la Pequeña Puerta Occidental de Seúl. Tenía 25 años. 

Juliana Kim Yeon-i. Esta coreana nació en el seno de una familia humilde. En Seúl conoció la doctrina cristiana por la beata Ágata Han Sin-ae y fue bautizada por el beato Santiago Zhou Wen-mo, presso la casa en la casa de la catequista beata Columba Kang Wan-suk.

Como toda aquella primera comunidad cristiana coreana, profundizó su fe mediante el estudio del Catecismo, la oración y el sacramento de la Eucaristía; fue muy conocida entre los fieles. Su misión evangelizadora la llevaron a Yangjegung o Pyegung, el lugar donde se establecían los miembros de la familia real y las damas de la Corte, cuando dejaban sus menesteres en palacio. Hizo amistad con las propietarias del Yangjegung, María Song (emparentada con la realeza), su nuera Maria Sin y con la dama la beata Susana Kang Gyeong-bok y a menudo las invitaba la Misa celebrada por el padre Santiago. Mediante esta relación, consiguió que su hija fuera dama de la Corte.

Cuando empezó la persecución contra los cristianos, en diciembre de 1800, escondió en su casa, a petición de Columba, al beato  Simón Kim Gye-wan, que ayudaba en Misa al padre Santiago. Al año siguiente estuvo escondido en su casa el beato Alejo Hwang Sa-yeong… todo esto la pusieron en peligro.

Fue detenida y, en un primer momento, la llevaron al cuartel general de la policía en Seúl, después al Ministerio de Justicia, en los dos lugares fue repetidamente torturada, pero no delató a ningún hermano en la fe. Su cuerpo se debilitaba cada vez más, pero su fe se fortalecía más y decía: «No lamento haber creído en el Catolicismo y si debiera moriría diez mil veces». Junto a sus siete compañeros fue decapitada a extramuros de Seúl. Tenía 39 años. 

Ignacio Choe In-cheol. Nació en Seúl, en fecha desconocida, en la familia de un intérprete. Su hermano mayor el beato Matías Choe In-gil le enseñó el catecismo. Junto a él fue arrestado, por primera vez, durante la persecución Sinhae en 1791; se le permitió regresar a su casa, por tres día, con el fin de que apostatase. Su madre y sus hermanos, le suplicaron llorando que salvara su vida. Ignacio, se dejó convencer y se presentó ante el Ministerio de Justicia para decir: «No creo en la religión católica» pero añadió «aunque fuera condenado a muerte, no puedo decir que la religión católica sea una religión malvada».

Nada más llegar a su casa, comprendió su error y puso más intensidad en su vida de fe, uniéndose a su hermano en la ayuda a los cristianos más perseguidos, como el padre Santiago Zhou Wen-mo, y por ayudarle a escapar, Matías sufrió el martirio el 28 de junio de 1795. Ignacio asumió, de cierta manera, la herencia de su hermano mártir, y fue uno de los responsables de la Iglesia coreana, participando activamente en su expansión. Quemó las tablillas para los ritos hacía los ancestros, este mismo gesto le costó la vida al beato Pablo Yun Ji-chung. Cada vez que el padre Santiago estaba a punto de ser detenido, hacía todo los posible para buscarle una vía de escape.

Cuando estalló la persecución Shinyu, nuestro beato se refugió en casa de una tía, donde fue arrestado. Sufrió numerosos interrogatorios y muchos tipos de tortura en el cuartel general de la policía de Seúl y en el Ministerio de Justicia, pero siempre permaneció incólume en su fe: «Aunque fuera ejecutado, no abandonaré jamás mi religión católica». No sólo no se retracto, sino que les explicaba como en sus enseñanzas del cristianismo se alcanzaba la salvación eterna.

El Ministerio le condenó a muerte en base a cinco acusaciones: infligir su promesa de no creer en el catolicismo; seguir creyendo en el catolicismo cuando su hermano murió; haber dedicado su vida a difundir las enseñanzas católicas junto a sus compañeros; haber declarado que la doctrina católica era grandiosa hasta en el cuartel general de la policía; haber invitado a venir a Corea al padre Santiago Zhou y además haberlo servido. De esta forma fue decapitado con sus siete compañeros en la Pequeña Puerta Occidental de Seúl. 

Mateo Kim Hyeon-i (1775 -1801). Era hijo de una concubina y un intérprete de renombre de Myeongryebang en Seúl, en la Corea del Sur. Aprendió el catecismo por medio de su hermanastro mayor, el beato Tomás Kim Beom-u. Él y otro hermano, Bernabé Kim Iu, se convirtieron a la fe católica fueron bautizados por  Pedro Yi Seung-hun. Los dos hermanos pronto se encontraron con una situación difícil: en 1785, Tomás fue exiliado durante la "persecución Myeongryebang." Sin embargo, continuaron practicando su religión en secreto. 

Cuando, a finales de 1794, llegó a Corea ilegalmente el beato padre Santiago Zhou Wen-mo, misionero de China, Mateo y Bernabé se comprometieron en las actividades de la Iglesia. Formaron una pequeña comunidad, en la casa de Felipe Hong Pil-ju, y con otros creyentes, incluidos los también mártires Tadeo Jeong In-hyeok y Pedro Choe Pil-je, allí estudiaban las enseñanzas de la fe y rezaban, dirigidos por el padre Santiago. Cuando el padre Santiago, acosado por sus perseguidores, tuvo que esconderse, encontró refugio en la casa de Bernabé y allí se celebraban la Eucaristía para los fieles. Los dos hermanos se unieron al Myeongdohoe, una comunidad de creyentes fundada por el misionero chino. 

Cuando estalló de la persecución Shinyu en 1801, los dos hermanos fueron detenidos y trasladados a la sede de la policía en Seúl. Se dice que en el momento de la captura, una enorme cruz resplandeciente apareció delante de Mateo y señaló el camino a la prisión. En la sede policial, el juez interrogó y torturó a ambos, pero no revelaron los nombres de otros católicos. Bernabé fue interrogado de forma especial, debido a que el gobierno sabía que su casa era un lugar donde los católicos se reunían y donde había escondido al sacerdote chino. Sin embargo, no pudo resistir las salvajes palizas y murió en mayo de 1801. En cambio, Mateo, junto con sus siete compañeros, fue decapitado en la Pequeña Puerta Occidental  en Seúl. Tenía veinte años. 

Susana Kang Gyeong-bok (1762 - 1801). Nació en el seno de una familia de condición humilde. Se convirtió en dama de la Corte y, al final de su servicio, se fue a vivir a Yangjegung o Pyegung, el lugar donde se alojaban los miembros de la familia real cuando abandonaban el palacio. Allí conoció a los propietarios de Yangjegung, María Song y su hija María Sin, que eran católicas y la pusieron en contacto con el primer sacerdote misionero en Corea, el padre chino Santiago Zhou Wen-mo, y con su colaboradora, Columba Kang Wan-suk, una catequista. A menudo, junto con otras damas de la Corte, iban a la misa celebrada en la casa de la beata Colomba, y se formaban en la doctrina católica. Allí recibió el bautismo, y desde entonces, su nombre será Susana. 

En 1801 arreció la persecución Shinyu contra los cristianos, y el padre Zhou tuvo que huir a Yangjegung con la ayuda del siervo Nam Gu-wol. Susana, que había ido a visitar a su madre, se enteró de que la policía estaba buscando a los católicos de Yangjegung, marchó  allí para darles la noticia, de tal forma que el misioneros chino pudo escapar. Una vez que supo que estaba seguro, Susana salió de la casa, pero pronto fue capturada por la policía y llevado a la sede en Seúl. 

Fue sometida a interrogatorios y torturas, no se rindió y dijo: "Me siento profundamente llena con el catolicismo, así que no puedo cambiar mi mente aunque me muera." Trasladada a la Corte Suprema, fue de nuevo interrogada y golpeada, hasta el punto que llegó a retractarse: «Creo que no volveré a la religión católica.» 

Debido a esta declaración, la Corte Suprema la remitió  al Ministerio de Justicia. En ese lugar, Susana se arrepintió y otra vez estuvo dispuesta a profesar la fe. Sus perseguidores querían obligarla a revelar el paradero del padre Santiago Zhou, pero fue en vano. Ahora estaba lista para morir por Dios, repitió: "Yo estaba profundamente imbuida de la religión católica, y creo que su doctrina es verdadera. Mientras vivía en Yangjeung, visité al padre Santiago Zhou y he recibido el sacramento del Bautismo. Desde entonces, mi fe en la doctrina católica se ha convertido en más fuerte. Por lo tanto, yo no tengo la menor intención de renunciar a mi fe, incluso si muero por ella ". Así, junto a sus compañeros, fue decapitada a las afueras de Seúl. Tenía 39 años. 

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