La palabra del Señor llegó a Elías diciendo: «Sal de aquí, dirígete hacia oriente y escóndete en el torrente de Querit, frente a Jordán. Habrás de beber sus aguas y he ordenado a los cuervos que allí te suministren alimento».
Fue a establecerse en el torrente de Querit, frente al Jordán, procediendo según la palabra del Señor.
Los cuervos le llevaban pan y carne por la mañana y lo mismo al atardecer, y bebía del torrente.
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».
Palabra del Señor.
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