domingo, 26 de enero de 2020

José Gabriel del Rosario Brochero


En Villa del Transito, Córdoba, Argentina, beato José Gabriel del Rosario Brochero, llamado cariñosamente «Cura Brochero» o «Cura gaucho», presbítero.

Nació cerca de Santa Rosa del Río Primero, en Córdoba, Argentina. Entró al Seminario Mayor de Córdoba “Nuestra Señora de Loreto”, el 5 de marzo de 1856, cuando tenía 16 años. Es ordenado presbítero el 4 de noviembre de 1866. Primero desempeñó su ministerio sacerdotal en la catedral de Córdoba y fue prefecto de estudios del colegio seminario Nuestra Señora de Loreto. Siendo prefecto de estudios, obtuvo el título de maestro en filosofía por la Universidad de Córdoba, el 12 de noviembre de 1869.

Ya en 1867, Brochero se destacó heroicamente en la atención de los enfermos y los moribundos de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba. 

El 18 de noviembre de 1869, fue designado cura del curato de San Alberto, actualmente conocido como el valle de Traslasierra, de tamaño inmenso: 4 336 kilómetros cuadrados de valles y serranías, entonces indómitas y casi desiertas, infestadas de salteadores y prófugos de la justicia. Sus poco más de 10 000 habitantes vivían dispersos, con un grado de indigencia material lamentable, sin caminos y sin escuelas, incomunicados por las Sierras Grandes de más de 2 000 metros de altura.

El 24 de diciembre de 1869 partió de la ciudad de Córdoba para hacerse cargo del curato que insumiría prácticamente el resto de su vida. Brochero llegó a San Pedro, la cabecera departamental, luego de tres días de viaje en mula a través las sierras. Transcurrido un tiempo y por voluntad propia, se instaló definitivamente en la localidad de Villa del Tránsito.

Sin más  recursos que los obtenidos por el propio esfuerzo, el cura Brochero, con sus feligreses construyó más de 200 kilómetros de caminos y varias iglesias, fundó pueblos y se preocupó por la educación de todos. Solicitó ante las autoridades y obtuvo mensajerías, oficinas de correo y estafetas telegráficas. Proyectó el ramal ferroviario que atravesaría el Valle de Traslasierra uniendo Villa Dolores y Soto para sacar a sus queridos serranos de la pobreza en que se encuentran, “abandonados de todos pero no por Dios”, como solía repetir. Entre otras obras  logró, con la construcción de un acueducto, la llegada del agua al pueblo desde el río Panaholma. Fomentó el comercio y la industria local y veló por que mejorar las condiciones de los trabajadores. En 1875, con la ayuda de sus feligreses, comenzó la construcción de la Casa de Ejercicios de la entonces Villa del Transito (hoy Cura Brochero). 

“Austero, duro y sufrido, ahí andaba Brochero, con la mula malacara los primeros años y con un caballo también malacara después. Imparable. Como cuando se tiró con la mula al río desbocadamente crecido para ir a auxiliar espiritualmente a un moribundo. O como esa otra vez en que estaba muy llagado en las nalgas y ante un pedido parecido se hizo atar al recado «para no aflojar» y poder llegar. O como la vez que salió a buscar al bandido «Gaucho Seco» y se lo trajo con otros forajidos a la Casa de Ejercicios, de donde salieron como mansos corderos. Lo mismo intentó hacer con el temible Santos Guayama, que asolaba el valle, quien al conocerlo en el monte le prometió ir con trescientos hombres. Pero no pudo ser, porque antes Guayama fue capturado y fusilado. Esa fue una de sus dos grandes frustraciones. La otra fue no conseguir que a la zona se llevara el ferrocarril, por el que bregó toda su vida”. (Testimonio de Roque Sanguinetti)

En 1908 fue nombrado canónigo de la catedral de Córdoba, pero pronto regresó a su parroquia comentando que “este apero no es para mi lomo, ni la mula para este corral”. Pero entonces había ya enfermado de lepra, que había contraído tomando mate con dos leprosos de la región. La enfermedad le sirvió para aislarse de la sociedad y constituyó la purificación final de su corazón, tan dado al prójimo. 

Debido a su enfermedad, renunció al Curato, viviendo unos años con sus hermanas en su pueblo natal. Pero respondiendo a la solicitud de sus antiguos feligreses, regresó a su casa de Villa del Transito, muriendo leproso y ciego. Fiel a su lenguaje popular, sus últimas palabras fueron: “Ahora tengo ya los aparejos listos pa'l viaje”. Fue beatificado el 14 de septiembre de 2013 en el mismo pueblo de su apostolado por el papa Francisco.

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