domingo, 24 de diciembre de 2017

Santa Paula Isabel Cerioli

Nació en Soncino, provincia de Cremona (Italia), el 28 de enero de 1816, en el seno de la noble y rica familia Cerioli. La bautizaron con el nombre de Costanza. Desde su más tierna infancia aprendió la severa lección del sufrimiento, pues su cuerpo era frágil y enfermizo. Estaba dotada de grandes virtudes espirituales, que su madre, con su sensibilidad, supo desarrollar. En especial le infundió la solicitud por la miseria, tan extendida entre la gente de los campos de Soncino.

De los diez a los dieciséis años fue enviada a estudiar al colegio de las Religiosas de la Visitación, de Alzano, en el que ya estaba su hermana Cecilia y donde destacó por su bondad y por la diligencia en el estudio. En el sufrimiento y en la soledad aprendió pronto a poner su confianza en Dios.

A los diecinueve años, el 30 de abril de 1835, en un matrimonio arreglado por sus padres, que ella aceptó como voluntad de Dios, se casó con un hombre de cincuenta y ocho años, Gaetano Buzzecchi, heredero de los condes Tassis. En las difíciles relaciones con su marido, enfermo y espiritualmente alejado, Costanza fue siempre generosa, paciente y dócil. Tuvieron cuatro hijos, tres de los cuales murieron casi al nacer, y el cuarto, Carlo, a los dieciséis años.

Su deseo de maternidad había guiado y sostenido su ardua experiencia matrimonial. Al perder a sus tres hijos pequeños, dedicó todo su cariño al único que había sobrevivido. En esta relación puso en juego toda la original riqueza de su método educativo, que le serviría más adelante como instrumento valioso para su apostolado.

Dios le pidió también el sacrificio de su hijo Carlo, el cual se vio afectado por una grave enfermedad. A pesar de intentar curarlo con todos los medios posibles, poco después falleció. Sin embargo, antes de morir, le dijo estas palabras proféticas: "Mamá, no llores por mi próxima muerte, porque Dios te dará otros muchos hijos". Ella, meditando en la maternidad universal de la Virgen de los Dolores, comprendió que las palabras de su hijo Carlo se realizarían en una maternidad espiritual con respecto a los necesitados y los enfermos, especialmente los niños solos y abandonados.

Pocos meses después de la dolorosa muerte del último de sus hijos, quedó viuda, a la edad de treinta y ocho años -su marido murió el 25 de diciembre de 1854-, única heredera de un ingente patrimonio. Entonces, entró en una crisis existencial, en la que sólo la sostuvo la fuerza de la fe y la ayuda espiritual de dos obispos de Bérgamo.

Con esta luz se dedicó a buscar el sentido de lo que le había acontecido y lo que Dios quería de ella. Y encontró su camino en el servicio desinteresado y generoso a los niños pobres.

Comenzó abriendo su rico palacio de Comonte a dos niñas huérfanas. Poco a poco fue aumentando el número de los niños abandonados que acogía y atendía, así como el de personas a las que encargaba de su formación y asistencia.

La congregación de las Religiosas de la Sagrada Familia comenzó formalmente el 8 de diciembre de 1857, en Soncino, con la profesión religiosa de la fundadora, que cambió el nombre de Costanza por el de Paula Isabel. Pocos años después, el 4 de noviembre de 1863, puso las bases de la rama masculina, los Hermanos de la Sagrada Familia, que se dedican al trabajo y al apostolado en el campo.

Escribió personalmente las Constituciones de ambos institutos, que fueron aprobadas por el obispo de Bérgamo.

Ella misma explica la vocación y el carisma de su congregación: "La humildad, la sencillez, el amor al trabajo, a imitación de la Sagrada Familia de Nazaret, formarán el espíritu propio de este instituto". En el centro de su espiritualidad está la caridad, subrayando una profunda relación personal con Dios.

Consumó su débil salud en la asistencia caritativa y en la actividad religiosa. Murió en Comonte, el 24 de diciembre de 1865, a los 49 años.

Fue beatificada el 19 de marzo de 1950 por el Papa Pío XII. 

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