«El origen de este santo no está claramente dilucidado. Pero tanto en Francia como en Siria y en la ciudad española de Palencia, de la que es su patrón, continúa siendo venerado. También se le considera patrón de los cazadores españoles»
En esta fecha, junto a otros santos y beatos, la Iglesia conmemora la vida martirial de un nutrido grupo de monjes benedictinos que fueron martirizados a manos de partidarios de la Revolución francesa el 2 de septiembre de 1792 en el Carmelo de París donde los confinaron. A la cabeza se hallaba su abad Ambroise-Augustin Cheuvreux, el último que tuvo la congregación benedictina de San Mauro. Ese día ajusticiaron a miembros de otras órdenes, así como a prelados y sacerdotes.
Respecto a san Antolín, que también se celebra en el día de hoy, no existe unanimidad en las fuentes acerca de su vida debido a la ausencia de datos fidedignos que corroboren su origen con rigurosa certeza. De ahí que esta biografía se encabece escuetamente con su nombre sin añadir pertenencia a ciudad alguna. Una de las tesis que se barajan lo sitúa en Apamea, Siria, donde habría nacido a principios del siglo IV. Otra lo identifica como ciudadano francés, venido al mundo en Narbona a mediados del siglo III. Una tercera, por mencionar las más significativas, haciéndose eco de su martirio lo encuadra en los siglos V-VI. Más coincidencia hay en considerarlo mártir y patrón de Palencia y de otras localidades hispano-francesas. Sus restos estarían repartidos entre Palencia, en cuya catedral visigótica se alberga la cripta de san Antolín, y Pamiers, aunque este último extremo tampoco es seguro.
En esta discusión han intervenido estudiosos entre los que se hallan canónigos y bolandistas. Y el hecho de que todavía se esté investigando su procedencia deja en la lógica penumbra aspectos concretos de su acontecer. Desde luego en Palencia se venera al santo desde la época del rey Sancho III el Mayor. El artífice de la presencia de los restos incompletos que se custodian en la mencionada cripta de la catedral palentina podría haber sido sido el rey Wamba, quien los recogió en Narbona el año 672. Pero es otro extremo impreciso. Los miembros de la catedral intentaron dar luz al asunto viajando a Pamiers para identificar las restantes reliquias puesto que el cuerpo, como solía hacerse en la época, lo habían desmembrado. Pero los intentos fueron infructuosos; al parecer los calvinistas las hicieron desaparecer.
Siguiendo el cruce de datos, este Antolín pudo pertenecer a la familia del rey visigodo Teodorico. En un momento dado, y una vez convertido al cristianismo, partiría a Italia, siendo ordenado sacerdote en Palermo. Dedicado durante casi dos décadas a sembrar la fe, predicó por Italia y luego regresó a Francia. Allí dio a conocer el evangelio en Rouergue y fruto de su acción apostólica convirtió a muchos, entre otros al noble Festus. Su siguiente etapa como apóstol fue Toulouse, feudo de Teodorico. Fue este monarca quien detuvo a su pariente Antolín, y le sometió a un severo castigo privándole de agua y alimentos durante varios días al saber que había apostatado del arrianismo para hacerse cristiano. Allí el santo pudo tomar contacto con Juan y Almaquio, que serían discípulos suyos, y a los que también se da culto en la catedral de Palencia. Después de renunciar a la sede que presidió san Saturnino y de hacer frente a una infame acusación que apuntaba a una ilícita relación con la reina, fue prendido. Sobrevivió a la tortura encaminada a darle muerte, y viajó a Pamiers donde predicó junto Almaquio. Su morada sería una ermita conocida como «Fuente de Oriente». Entretanto, murió Teodorico y su sucesor, Galacio, que heredó la saña de su predecesor contra los cristianos, al salir de caza junto a sus acompañantes, descubrió a estos dos apóstoles y dio la orden de que los prendieran. Ellos y otros convertidos a la fe fueron decapitados en el siglo VI, hacia el año 506, y sus restos los arrojaron al río.
Respecto a las circunstancias que concurrieron tras su muerte, prosiguen las disparidades. Algunos afirman que fue enterrado en el lugar donde derramó su sangre y en su momento se erigió una abadía. Dejando espacio a la imaginación, otras leyendas destacan la presencia de ángeles que recogerían los miembros del santo, restos que se ocuparon de introducir en una barca al frente de la cual irían dos águilas blancas que condujeron la embarcación por varios ríos hasta llegar a Saint-Antonin Noble-Val. Festus sería el encargado de introducir las reliquias en una urna y pasado el tiempo se construyó allí una abadía.
Para finalizar aquí las teorías que han circulado, se recuerda otra tradición anexa a la veneración que recibe el santo en Palencia. En ella se apunta a la presencia del rey Sancho de Navarra, que muchos años después de la eventual conducción de los restos de Antolín en el entorno de la capital, yendo de caza, acertó a pasar por el lugar donde se cree que fueron depositados. El hecho es que la pieza que quería cobrarse escapó y buscó refugio en la cueva, que es la cripta en la que aquéllos hallarían reposo Al intentar matar al animal, el monarca sintió que el brazo se le paralizaba. Su interpretación del hecho fue que se encontraba en un lugar santo. Prometió erigir un templo si sanaba y repentinamente recuperó la movilidad. Ello explica que la catedral palentina esté bajo la advocación de San Antolín. Por otra parte, en atención a este hecho cinegético a san Antolín se le considera patrón de los cazadores españoles.
En esta fecha, junto a otros santos y beatos, la Iglesia conmemora la vida martirial de un nutrido grupo de monjes benedictinos que fueron martirizados a manos de partidarios de la Revolución francesa el 2 de septiembre de 1792 en el Carmelo de París donde los confinaron. A la cabeza se hallaba su abad Ambroise-Augustin Cheuvreux, el último que tuvo la congregación benedictina de San Mauro. Ese día ajusticiaron a miembros de otras órdenes, así como a prelados y sacerdotes.
Respecto a san Antolín, que también se celebra en el día de hoy, no existe unanimidad en las fuentes acerca de su vida debido a la ausencia de datos fidedignos que corroboren su origen con rigurosa certeza. De ahí que esta biografía se encabece escuetamente con su nombre sin añadir pertenencia a ciudad alguna. Una de las tesis que se barajan lo sitúa en Apamea, Siria, donde habría nacido a principios del siglo IV. Otra lo identifica como ciudadano francés, venido al mundo en Narbona a mediados del siglo III. Una tercera, por mencionar las más significativas, haciéndose eco de su martirio lo encuadra en los siglos V-VI. Más coincidencia hay en considerarlo mártir y patrón de Palencia y de otras localidades hispano-francesas. Sus restos estarían repartidos entre Palencia, en cuya catedral visigótica se alberga la cripta de san Antolín, y Pamiers, aunque este último extremo tampoco es seguro.
En esta discusión han intervenido estudiosos entre los que se hallan canónigos y bolandistas. Y el hecho de que todavía se esté investigando su procedencia deja en la lógica penumbra aspectos concretos de su acontecer. Desde luego en Palencia se venera al santo desde la época del rey Sancho III el Mayor. El artífice de la presencia de los restos incompletos que se custodian en la mencionada cripta de la catedral palentina podría haber sido sido el rey Wamba, quien los recogió en Narbona el año 672. Pero es otro extremo impreciso. Los miembros de la catedral intentaron dar luz al asunto viajando a Pamiers para identificar las restantes reliquias puesto que el cuerpo, como solía hacerse en la época, lo habían desmembrado. Pero los intentos fueron infructuosos; al parecer los calvinistas las hicieron desaparecer.
Siguiendo el cruce de datos, este Antolín pudo pertenecer a la familia del rey visigodo Teodorico. En un momento dado, y una vez convertido al cristianismo, partiría a Italia, siendo ordenado sacerdote en Palermo. Dedicado durante casi dos décadas a sembrar la fe, predicó por Italia y luego regresó a Francia. Allí dio a conocer el evangelio en Rouergue y fruto de su acción apostólica convirtió a muchos, entre otros al noble Festus. Su siguiente etapa como apóstol fue Toulouse, feudo de Teodorico. Fue este monarca quien detuvo a su pariente Antolín, y le sometió a un severo castigo privándole de agua y alimentos durante varios días al saber que había apostatado del arrianismo para hacerse cristiano. Allí el santo pudo tomar contacto con Juan y Almaquio, que serían discípulos suyos, y a los que también se da culto en la catedral de Palencia. Después de renunciar a la sede que presidió san Saturnino y de hacer frente a una infame acusación que apuntaba a una ilícita relación con la reina, fue prendido. Sobrevivió a la tortura encaminada a darle muerte, y viajó a Pamiers donde predicó junto Almaquio. Su morada sería una ermita conocida como «Fuente de Oriente». Entretanto, murió Teodorico y su sucesor, Galacio, que heredó la saña de su predecesor contra los cristianos, al salir de caza junto a sus acompañantes, descubrió a estos dos apóstoles y dio la orden de que los prendieran. Ellos y otros convertidos a la fe fueron decapitados en el siglo VI, hacia el año 506, y sus restos los arrojaron al río.
Respecto a las circunstancias que concurrieron tras su muerte, prosiguen las disparidades. Algunos afirman que fue enterrado en el lugar donde derramó su sangre y en su momento se erigió una abadía. Dejando espacio a la imaginación, otras leyendas destacan la presencia de ángeles que recogerían los miembros del santo, restos que se ocuparon de introducir en una barca al frente de la cual irían dos águilas blancas que condujeron la embarcación por varios ríos hasta llegar a Saint-Antonin Noble-Val. Festus sería el encargado de introducir las reliquias en una urna y pasado el tiempo se construyó allí una abadía.
Para finalizar aquí las teorías que han circulado, se recuerda otra tradición anexa a la veneración que recibe el santo en Palencia. En ella se apunta a la presencia del rey Sancho de Navarra, que muchos años después de la eventual conducción de los restos de Antolín en el entorno de la capital, yendo de caza, acertó a pasar por el lugar donde se cree que fueron depositados. El hecho es que la pieza que quería cobrarse escapó y buscó refugio en la cueva, que es la cripta en la que aquéllos hallarían reposo Al intentar matar al animal, el monarca sintió que el brazo se le paralizaba. Su interpretación del hecho fue que se encontraba en un lugar santo. Prometió erigir un templo si sanaba y repentinamente recuperó la movilidad. Ello explica que la catedral palentina esté bajo la advocación de San Antolín. Por otra parte, en atención a este hecho cinegético a san Antolín se le considera patrón de los cazadores españoles.
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