miércoles, 20 de abril de 2011

14ª Estación VIA CRUCIS 2011


La Cuaresma es un camino de santidad que nos lleva a la Pascua. Jesús es nuestro compañero de viaje, el que nos señala el horizonte a seguir a través de las Sagradas Escrituras y con el modelo de su propia vida, entregada para la salvación de toda la Humanidad.

El ejercicio del Vía Crucis nos adentra en el sustrato religioso que anida oculto en el corazón de todo hombre y mujer, y que despierta cuando los fracasos, la soberbia herida y la propia impotencia dejan paso al protagonismo de Dios, que endereza nuestro rumbo torcido si nos dejamos interpelar por Él.

Vivamos este Vía Crucis de dolor y esperanza concentrándonos brevemente en el misterio del sufrimiento.





La rueda que cubre el sepulcro del Señor es como un sello de fracaso. Se cierra un ciclo con la muerte de su protagonista y se abre otro de miedos e incertidumbres.

De esta manera, se evaporan, como un sueño, las perspectivas mesiánicas de algunos de sus discípulos, que emprenden el retorno a sus tareas cotidianas en la pesca, en el campo, en el comercio.

El inmenso vacío de la soledad. -”Dios mío, qué solos se quedan los muertos”- acompaña el devenir de los más íntimos: la Virgen, María Magdalena, Juan y algunas santas mujeres, que aguardan cansadas el amanecer y la ocasión de visitar el sepulcro. Pero éste se encuentra vacío y la rueda catapultada.

Ya no podrán buscar más entre los muertos al que vive.

¡Vive y ha resucitado!

Y un estallido de alegría brota entusiasta de sus gargantas y de sus ardientes corazones.

¡Era verdad! ¡Aleluya! ¡El Señor ha resucitado!

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