domingo, 13 de febrero de 2011

Homilía


“DELANTE DEL HOMBRE ESTARÁN MUERTE Y VIDA; LE DARÁN LO QUE ESCOJA”

La libertad.

La libertad es uno de los dones más preciados y hacia la cual es más sensible la sociedad humana. Todos los pueblos intentan conquistarla y ponerla como estandarte de sus más nobles aspiraciones. Para mantenerla y afirmarla, se buscan señas de identidad a través de la lengua, las costumbres y los símbolos.
Porque la libertad general, la que nace de un pueblo libre origina otras libertades individuales y de pequeños colectivos. De esta manera elegimos nuestra profesión, nuestros amigos, el futuro con nuestra pareja, nuestras diversiones, nuestras vacaciones, el seguimiento de nuestros ideales sin sufrir presiones
Es importante el respeto a todas las ideas y costumbres en un marco de convivencia.
Menudean los abusos y los atropellos, por un mal ejercicio de la libertad- que es llamada libertinaje- pero esto no disminuye el valor de la libertad, sino que la afirma.

¿Quién no se ha preguntado alguna vez por qué algunos de los mendigos que proliferan en las grandes ciudades prefieren dormir bajo un puente, en las bocas de Metro o al abrigo de un portal, antes que ser acogidos en un asilo digno?
Yo lo he hecho varias veces, e interrogando a algunos he recibido siempre la misma respuesta: ”Quiero ser libre” .

Durante los últimos años, estamos experimentando en la sociedad española una progresiva degradación del sistema de libertades en aras del hedonismo y la satisfacción inmediata de necesidades físicas o lúdicas. La forma que tienen buena parte de nuestros jóvenes de entender la diversión con sexo, drogas, alcohol y ruidos hasta altas horas de la madrugada, nos muestran un perfil interior vacío de ideales. Así son presa fácil de las manipulaciones políticas; con ofrecerles “carnaza”, basta. Están atrapados en un callejón de difícil salida, y seguirán actuando de la misma manera, pese a la merma de libertades públicas, mientras les sigan manteniendo el botellón de los fines de semana y los padres contemporicen o claudiquen en su misión educadora.
Muchos ciudadanos sufren las consecuencias de este desbarajuste social que daña las libertades comunes y la ética más elemental.


El respeto es el máximo ejercicio de la libertad.

Sin embargo el ejercicio libre de la libertad tiene unas normas que hemos de respetar. La libertad de cada uno acaba donde empieza la del otro. Hay unas reglas éticas que pasan por encima de hacer lo que me dé la gana. Es corriente oír que la ética es “cosa de cada uno.” Esto sería correcto si nos lleva a respetar, como lo hace Dios, la ética de cada uno y a no descalificar a nadie por exponer sus opiniones. No es igual la ética individual de un terrorista iluminado que la del que cree en la igualdad y dignidad de todo ser humano. No es lo mismo una ética clasista que la que no admite discriminaciones por sexo, edad, religión o ideas
Somos libres, pero si no respetamos al hombre como sujeto principal de libertad, nuestra ética sería cuestionable.

La exigencia de responsabilidad, que subyace en la puesta en práctica de la libertad ocasiona con frecuencia múltiples conflictos. Y hay personas que crecen con miedo a la libertad. Es más cómodo transigir, dejarse llevar, renunciar a derechos, ceder en las atribuciones propias, que trabajar por los propios derechos y los de la familia.

Educar para la libertad.

Este es el gran dilema de las sociedades libres, con una amplia gama de opciones y de peligros para los más débiles y los más incautos. Algunos padres hacen mal uso de esta libertad manteniendo sobre sus hijos un excesivo proteccionismo que les ahoga y les agobia: “haz esto; no hagas lo otro.”
Intentan proteger a la persona de la atmósfera exterior por miedo a los virus contaminantes en vez de inocular antídotos que permitan superarla en la convivencia diaria.

La verdadera ética consiste en reconocer el bien del mal por encima a veces de normas éticas o códigos morales, religiosos o civiles. Es lo que viene a afirmar Jesús en su mensaje: “Habéis oído que se dijo... Yo, en cambio, os digo”.
Es necesario respetar los mandamientos: no matar, no cometer adulterio, no robar, no mentir, no levantar falsos testimonios...”

Una cosa es elegir el bien y caminar siempre adelante en su consecución, y otra evitar el mal sin más.
La ética que nos pide Jesús nos lleva a superar la barrera de los mínimos y a aspirar- lo veremos el próximo Domingo- a derramar amor sobre todos, incluso hacia los enemigos.

La muerte y la vida; el bien y el mal, entran constantemente en juego.
Acertar en la elección es de sabios, pero con Jesús todo resultará más fácil.

La historia de la Iglesia está repleta de mártires que, por encima de todo, fueron libres en la proclamación de su fe y jamás renunciaron a este bien supremo. Optaron por Jesús hasta el final, sin claudicar ante amenazas y tormentos. Nadie podrá decir que se equivocaron, porque gracias a su testimonio ha crecido en el mundo la conciencia de la propia dignidad y el valor de la fe.

Campaña contra el hambre.

Un año más y bajo el lema: ”Su mañana es hoy”, Manos Unidas emprende una nueva campaña de concienciación y ayuda económica contra el hambre en el mundo.
Tal como insisten los periódicos, el problema más acuciante en la actualidad, junto al terrorismo, es el hambre.
El hambre es la forma más radical de la pobreza y la más lacerante injusticia, que interpela nuestra conciencia humana y cristiana. 1.400 millones de personas viven en esta situación, afectadas por otro terrorismo, no menos cruel: el de la esclavitud económica y social.
Lo malo es que se puede evitar este drama con una distribución equitativa de la riqueza.

”Alimenta al que muere de hambre, porque si no lo alimentas, lo matas”

Estas palabras de la “Gaudium et Spes” nº 69, junto a otras de la “Redemptoris Mater,” que denuncian la dilapidación de bienes y las gigantescas inversiones en armamentos, son todavía, por desgracia, de rabiosa actualidad.
Manos Unidas, una organización seria, avalada por numerosos años de experiencia y un voluntariado fiel a la causa de los pobres, nos invita a compartir lo que somos y tenemos. Seamos generosos.

¡Feliz Domingo!

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