miércoles, 8 de diciembre de 2010

Homilía


LA INMACULADA
España, país mariano

Cada año el Papa se acerca en este día al obelisco, mandado levantar por el rey Alfonso XIII en honor de la Virgen Inmaculada en la Plaza de España, de Roma, para depositar un ramo de flores y reconocer, al mismo tiempo, la contribución de nuestra Nación a la proclamación del dogma.
España fue siempre un país mariano. Miles de santuarios, dispersos por toda la geografía nacional, confirman el fervor que despierta la Madre de Dios en el corazón de buena parte de los españoles, que han extendido su devoción a través toda América y países misionados por ellos.
Por eso, hoy es fiesta grande, aunque en el resto de Europa se trabaje. Una fiesta que no han podido suprimir los políticos, porque está profundamente arraigada en nuestro pueblo.
Dolores Aleixandre decía en una ponencia, dada en el Congreso Mariano de Zaragoza, celebrado en 1.998, que María se sabe mirada por Dios, y esos ojos de Dios en ella la llenan de un gozo grande. María devuelve a Dios la mirada y canta su alabanza. Pero, inmediatamente, al mirar a Dios, se da cuenta hacía dónde Dios está mirando, y vuelve sus ojos hacia donde mira Dios. Y ahí descubre que el corazón y los ojos de Dios están orientados hacia los humildes de la tierra.
Es el canto del magnificat que tantas veces hemos rezado con María.

Dignidad de la mujer

El Papa Juan XXIII, hombre de mirada limpia, nos entregó como regalo de Pascua una encíclica sobre la paz : ”Pacem in Terris”, firmada en el último Jueves Santo de su vida. En uno de sus párrafos, hablando del ingreso de la mujer en la vida pública, el Papa añade que “en la mujer se hace cada vez más clara y operante la conciencia de la propia dignidad... exige ser considerada como persona, en paridad de derechos y obligaciones con el hombre, tanto en el ámbito de la vida doméstica como en el de la vida pública” (P.in T.41).
Han pasado desde entonces 40 años y a pesar de las “campañas”: “días de la mujer”, ”cuotas de representatividad política” y propaganda demagógica, la mujer sigue las injusticias de una sociedad dual, machista y violenta. Algo hemos mejorado durante los últimos años en la conciencia social de los ciudadanos y en la promoción de los derechos de la mujer sin limitación alguna. En concreto no se deben suprimir los dones bautismales: misma fe, misma realeza, mismo sacerdocio, misma profecía con argumentos culturales del pasado, propios de una sociedad machista. Jesús es modelo de referencia, tanto para la mujer como para el varón.

La mirada de María

Necesitamos la mirada de María, como decía Dolores Aleixandre, para ver el mundo con los ojos de una madre de misericordia, de ternura, de comprensión, de acogida.
Seguramente habría menos violencia y más comprensión, menos desigualdades y más justicia, menos grandielocuencia y más servicio.

María refleja el amor de Dios por los más pobres, de la misma manera que una madre se preocupa más del hijo enfermo o menos dotado, porque se halla más necesitado de su apoyo.
Ella misma es una humilde doncella de un pueblo pequeño y pobre, Nazaret, que aguarda como todos los pueblos su salvación. Y, es en este lugar donde se produce el encuentro más singular de la historia humana, a espaldas de los poderes de hecho.

Para Dios todo es posible

En este diálogo amoroso de Dios con su criatura, el ángel Gabriel ha introducido la señal del embarazo de Isabel, vieja y estéril, para hacerle ver que para Dios todo es posible.
Desde ese mismo momento María encuentra su vocación en el servicio al prójimo necesitado, sin escatimar sacrificios ni privaciones. Se levantó presurosa a cuidar a su prima Isabel. Algo que hará siempre con una actitud de disponibilidad total a la voluntad de Dios. La veremos en Belén, en Egipto, en Caná, en Nazaret, en Jerusalén, por las ciudades y aldeas, al pie de la cruz, en el cenáculo el día de Pentecostés. Siempre acompañando a Jesús y a los Apóstoles para brindarles su servicio de apoyo y cercanía de madre.
Alguien tiene que auxiliar a los pobres a lo largo del año y no únicamente en campañas puntuales que nos conmueven y acallan por unos días nuestra conciencia de personas acomodadas y con las necesidades fundamentales cubiertas.

La venida del Salvador

¿Qué venida de Dios estamos preparando? ¿Para quiénes? ¿Para un mundo burgués y satisfecho que por no necesitar no necesita ya a Dios?

Si miráramos a nuestro alrededor con la mirada de María sabríamos recuperar con presteza la conciencia de la propia dignidad y nos moveríamos en otros parámetros donde prevalecerían los diálogos de mutua pertenencia, las relaciones fraternas.
Esta es la utopía del viejo sueño de la humanidad que en María se hizo posible, porque Dios así lo quiso, y fue ella misma anticipo del misterio salvador de Jesús.

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