viernes, 8 de octubre de 2010

Lecturas


Son los hombres de fe los que reciben la bendición con Abrahán, el fiel

Hermanos: Comprended de una vez que hijos de Abrahán son los hombres de fe. Además, la Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, le adelantó a Abrahán la buena noticia: «Por ti serán benditas todas las naciones.» Así que son los hombres de fe los que reciben la bendición con Abrahán, el fiel. En cambio, los que se apoyan en la observancia de la ley tienen encima una maldición, porque dice la Escritura: «Maldito el que no cumple todo lo escrito en el libro de la ley.» Que en base a la ley nadie se justifica ante Dios es evidente, porque lo que está dicho es que «el justo vivirá por su fe», y la ley no arranca de la fe, sino que «el que la cumple vivirá por ella.» Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose por nosotros un maldito, porque dice la Escritura: «Maldito todo el que cuelga de un árbol.» Esto sucedió para que, por medio de Jesucristo, la bendición de Abrahán alcanzase a los gentiles, y por la fe recibiéramos el Espíritu prometido.

Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros

En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron: -«Si echa los demonios es por arte de Belcebú, el príncipe de los demonios.» Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: -«Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belcebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belcebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama. Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice: “Volveré a la casa de donde salí.” Al volver, se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio.»

Palabra del Señor.

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