martes, 5 de noviembre de 2024

05 de Noviembre 2024 – Culto y devoción a las sagradas reliquias de los santos

Esta festividad, hoy inexistente, en origen se celebraba en la Octava de Todos los Santos, es decir, a 8 de noviembre, pero al ir ganando importancia dicha octava, se trasladó al domingo intermedio, siendo movible. Luego pasó a ser fija, a 5 de noviembre, y luego desapareció. En este día cada Iglesia debía rendir culto a las reliquias que poseyera, poniéndolas a especial veneración. Algunas iglesias importantes, como las catedralicias o abaciales, que poseían muchas reliquias montaban altares imponentes, o exponían cuerpos relicarios que usualmente no estaban a la vista, aunque permanecían en los altares, cubiertos por antipendios de madera labrada.

El culto a las reliquias no es algo ajeno a nuestra fe católica. El culto a las reliquias es, en el fondo, culto a Dios manifestado en sus Siervos, los santos, y en los cuerpos de estos, o en objetos santificados por su unión con Él.

Las Sagradas Escrituras

La Escritura tiene varios ejemplos de la importancia de las reliquias como medio por el que Dios derrama su gracia. Tres textos en la Biblia dejan bien claro la complacencia divina en la veneración de las reliquias y en el "poder" de estas:

"Murió Eliseo, y lo sepultaron. Entrado el año vinieron unas bandas moabitas al país. Mientras unos israelitas sepultaban a un hombre, vieron una banda, y arrojaron al muerto en el sepulcro de Eliseo. Y cuando el muerto tocó los huesos de Eliseo, revivió y se levantó sobre sus pies" (II Reyes 13, 20-21)

"…sacaban los enfermos a las calles y los tendían en lechos y camillas, para que al pasar Pedro, siquiera su sombra cayera sobre alguno de ellos. También la gente de las ciudades en los alrededores de Jerusalén acudía trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos, y todos eran sanados" (Hch 5, 15-16)

"Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que hasta los pañuelos o mandiles que habían tocado su cuerpo eran llevados a los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían". Hch. 19, 11-12

Los protestantes y otros llamados cristianos tienen muchas teorías sobre estos textos, todas anticatólicas, y que, por supuesto, obvian una realidad: Dios puede obrar milagros por medio de las reliquias, y si Dios puede hacer algo, efectivamente lo hace. Los católicos no somos tontos, sabemos que la reliquia no posee poder por sí misma, sino que Dios se complace en utilizarla como medio para sus bendiciones o milagros. Podría no hacerlo, pero cuando lo ha elegido, no hay razón alguna para despreciarlo o minusvalorarlo.

La iglesia Primitiva

En los tiempos apostólicos y posteriores tenemos más testimonios de la veneración de las reliquias, específicamente de los cuerpos de los mártires. Los sepulcros y las catacumbas son ejemplos claros de ellos. Los cristianos, creyentes de la Resurrección de la carne se distanciaron de las prácticas conocidas: ni quemaban a sus difuntos (de hecho un castigo a ellos, por parte de los romanos, era evitar la veneración de los cuerpos de los mártires), pero tampoco los conservaban artificialmente, como los egipcios. Los enterraban en la tierra, recordando el "del polvo vienes y en polvo te convertirás", para ello cavaban los nichos en estas cavernas llamadas catacumbas. Los nichos eran sellados muy bien y a veces se escribía el nombre del difunto, la edad y la fecha de la muerte, lo cual indica la necesidad de un recordatorio para la veneración adecuada. Se añadían símbolos, como el crismón o un ramo (símbolo de victoria).

La costumbre vigente todavía de poner reliquias de mártires en los altares, viene de este recuerdo de celebrar la misa sobre los sepulcros martiriales.

Los Padres de la Iglesia

Pero no sólo fueron veneradas las reliquias de los santos durante los tiempos de persecución, sino después. San Jerónimo, por ejemplo, visitaba las catacumbas todos los domingos mientras vivió en Roma, y allí meditaba y oraba. También en el siglo IV San Paulino de Nola, narra cómo vio el cuerpo de San Hipólito en el cementerio de Ciríaca, y que allí se decía la misa, y se besaba el sepulcro especialmente cuando se recordaba el "dies Natalis" o sea, el día del nacimiento para el cielo del santo en cuestión.

San Agustín nos dice: "Está claro que quien tiene afecto por alguien venera lo que queda de ésa persona tras su muerte, no sólo su cuerpo sino partes de él e incluso cosas externas, como sus ropas. Entonces, en memoria de ellos debemos de honrar sus reliquias, principalmente sus cuerpos, que eran templos del Espíritu Santo". (La Ciudad de Dios)

La Edad Media

Este período, largo en el tiempo, supuso un enorme auge en el culto a las reliquias de los santos, ya fueran cuerpos o sus partes, u objetos. La costumbre de poner reliquias debajo de los altares pasa a ser normativa. Los primeros cuerpos en ser expuestos pues serán santos locales, de devoción reducida: Eran trasladados con solemnidad, por el obispo de la diócesis, que elegía un día para recordarlo; y esto era lo equivalente a una canonización, y así fue hasta el siglo IX, cuando el papa se reservó el poder de canonizar santos.

Son los tiempos en los que nacen los bustos relicarios, que unen la reliquia a una imagen de bulto para ser venerada. Se construyen altares-relicarios, y relicarios con formas de partes del cuerpo según las reliquias que albergaran, como brazos, pies y piernas. Otros relicarios imitarán pequeñas iglesias o santuarios. El oro y otros metales nobles, las piedras preciosas, los bordados... todas las bellas artes están al servicio del culto y en este las reliquias son fundamentales.

Trento y la Contrarreforma

"Instruid también a los fieles en que deben venerar los santos cuerpos de los santos mártires, y de otros que viven con Cristo, que fueron miembros vivos del mismo Cristo, y templos del Espíritu Santo, por quien han de resucitar a la vida eterna para ser glorificados, y por los cuales concede Dios muchos beneficios a los hombres; de suerte que deben ser absolutamente condenados, como antiquísimamente los condenó, y ahora también los condena la Iglesia, los que afirman que no se deben honrar, ni venerar las reliquias de los santos; o que es en vano la veneración que estas y otros monumentos sagrados reciben de los fieles; y que son inútiles las frecuentes visitas a las capillas dedicadas a los santos con el fin de alcanzar su socorro". Concilio de Trento, sesión XXV.

Este texto del famoso Concilio resume la doctrina sobre las reliquias y su uso. Pero si bien Trento fue generoso para con este culto, también fue firme condenando reliquias falsas y la superstición que podía generar una devoción mal entendida. Trento condenaría la compra-venta de reliquias, admitiendo solo la compra si era para evitar un mal mayor, como la destrucción o la impiedad.

Entre los siglos XVI (pleno barroco y contrarreforma católica) y XVIII se da el auge de las traslaciones y exposiciones de cuerpos de santos mártires. Surgen las bellas imágenes yacentes que esconden osamentas o parte de huesos, representando al mártir muerto o en agonía. Mención especial merecen las traslaciones hechas al Norte de Europa, específicamente a Alemania, donde los esqueletos eran puestos a la veneración ricamente enjoyados y revestidos, pero siempre mostrando los huesos, en un estilo muy peculiar que merece verse.

En estas invenciones y traslaciones influyen los vaciamientos, restauraciones y adecentamiento de las catacumbas. Los monasterios, catedrales, parroquias y hasta simples capillas públicas o privadas comienzan a solicitar y recibir "corposantos", ratificados por Roma. Europa y la incipiente América cristiana comienzan a recibirlos (América sobre todo en los siglos XVIII y XIX). Algunos de estos corposantos lograron devoción más allá de su sitio definitivo, sobre todo por la emigración, que siempre lleva sus devociones.

El siglo XX y la actualidad

En 1907 el papa San Pío X publica su Encíclica "Pascendi", en la cual expresa:

"Destiérrese absolutamente toda superstición en la invocación de los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las imágenes; ahuyéntese toda ganancia sórdida; evítese en fin toda torpeza (…) ni abusen tampoco los hombres de las fiestas de los santos, ni de la visita de las reliquias, para tener convitonas, ni embriagueces: como si el lujo y lascivia fuese el culto con que deban celebrar los días de fiesta en honor de los santos. [No] se han de admitir nuevos milagros, ni adoptar nuevas reliquias, a no reconocerlas y aprobarlas el mismo Obispo. Y éste, luego que se certifique en algún punto perteneciente a ellas, consulte algunos teólogos y otras personas piadosas, y haga lo que juzgare convenir a la verdad y piedad".

Como vemos, el uso de reliquias falsas se restringe aún más, pero ciertamente, el culto popular muchas veces es más fuerte que la autoridad episcopal y pocas veces esta puede hacer algo. Y el mismo papa al parecer lo reconoce en Pascendi, al escribir: "Las reliquias antiguas deben conservarse en la veneración que han tenido hasta ahora, a no ser que, en algún caso particular, haya argumento cierto de ser falsas o supuestas".

En los años 60 y 70 del siglo XX, luego del Concilio Vaticano II la piedad popular y casi todo el culto externo sufrieron un fuerte varapalo, sabido es. Y el culto a las reliquias se resintió mucho. Algunas fueron profanadas y arrojadas a trasteros, quitadas del culto, otras pasaron a los museos, por la belleza de los relicarios, menospreciando su valor sagrado (una barbaridad a la que nadie parece querer poner solución).

División de las Reliquias

* De Primera Clase: el cuerpo del santo o partes notables de este. Las reliquias de Primera Clase se dividen a su vez en tres tipos:

Insignes: cuerpos enteros o una parte completa de este, o un órgano incorrupto.

Notables: partes importantes del cuerpo pero sin constituir un miembro entero, como medio hueso de la pierna, por ejemplo.

Mínimas: esquirlas de huesos, pelos, sangre, o minúsculos trozos de carne.

* De Segunda Clase: objetos que los santos usaron en vida.

* De Tercera Clase: cualquier objeto tocado a una reliquia de primera clase o a la tumba del santo.

Siempre hemos de darle justo culto y veneración, teniéndolas en lugar visible y con respeto. En caso de estar guardadas, siempre ha de ser en un sitio adecuado, sin peligro de perderse o deshacerse.

Lecturas del 05/11/2024

Hermanos:
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: « ¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!».
Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados: “Venid, que ya está preparado”.
Pero todos a una empezaron a excusarse.
El primero le dijo: “He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor”.
Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor”.
Otro dijo: “Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir”.
El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado: “Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”.
El criado dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio”.
Entonces el señor dijo al criado: “Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se llene mi casa”.
Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete».

Palabra del Señor.

05 de Noviembre – San Guido María Conforti

Guido Conforti nació el 30 de marzo de 1865 a Casalora de Ravadese, en el parmense. Fue el octavo de diez hijos de Rinaldo y Antonia Adorni. Después de haber estudiado de los Hermanos de las escuelas cristianas y superado las perplejidades del padre, no muy feliz por su elección, Guido entró en el seminario de Parma. Su vocación es atada a un episodio que, llegado a ser obispo, a menudo recordará. En la iglesia de la Paz en Burgo de las Columnas, sobre la calle que recorría para ir al colegio, hubo un Crucifijo delante del que se paró a menudo a rogar: "Yo lo miré y él me miró y me pareció que dijera muchas cosas", contará asegurando que su vocación sacerdotal ha nacido allí.

A los diecisiete años, tuvo los primeros síntomas de la enfermedad: la epilepsia lo atormentó hasta la muerte y amenazó de cerrarle la calle hacia el sacerdocio, pero el rector, monseñor Andrea Ferrari le da fuerza y lo conduce hasta el pedido sacerdotal, que ocurrió en el santuario de Fontanellato (Parma) el 22 de septiembre de 1888. Después del pedido, don Guido volvió en seminario a continuar en el encargo de vicerrector, que monseñor Ferrari le confió de clérigo y que desarrolló con inteligencia y corazón demostrando de ser un buen educador. A los veintiocho años es elegido vicario general de la diócesis de Parma.

En seminario, el joven Conforti leyó una biografía de san Francesco Saverio y quedó fascinado de su espíritu y de sus empresas misioneras. La prematura conclusión de la misión del heroico jesuita enciende en él el sueño de retomarla y continuarla. Se siente misionero y quiere hacer el misionero, pero con la enfermedad que tiene ningún instituto entregado a la misión es dispuesto a aceptarlo.

Así el 3 de diciembre de 1895 (fiesta de san Franceso Saviero), fonda un Instituto Emiliano por las misiones extranjeras, tres años después oficialmente reconocido como Congregación de san Francesco Saverio por las misiones extranjeras.

Al principio sólo tiene pocos alumnos y un cura que lo ayuda, pero muy pronto puede entregar la cruz a los primeros dos misioneros saveriani dirigidos en China, Gaio Rastelli y Odoardo Mainini. Conforti se encontró por lo tanto en una situación delicada: mientras es vicario general de la diócesis de Parma, prepara curas que mandar en misión y este en un momento histórico en que la misión es vista como una sustracción de elementos al clero local, y él tiene que estar ocupado para convencer a los cofrades que la iglesia es por su misma naturaleza misionera.

Mientras tanto en el 1902, a los 37 años, fue nombrado arzobispo de Rávena, pero sobre la cátedra de Sant'Apollinare sólo queda uno año, obligado a la retirada del agudizarse de su enfermedad. Mientras tanto, uno de sus misioneros en China murió y el otro vuelve así en Italia. En este período Conforti se dedicó a la formación de los jóvenes aspirantes misioneros.

Un período corto, porque Pio X lo nombró adjutor del obispo de Parma y en el 1907 sucesor del presule difunto. Sujetó la diócesis de Parma por casi veinticinco años, siempre muy activo: convoca dos sínodos, visita por cinco veces cada una de las trescientas parroquias, teniendo en la cumbre de sus preocupaciones pastorales la instrucción religiosa de los fieles. Instituyó y promovió la acción católica, sobre todo entre los jóvenes. Mientras tanto sus misioneros saveriani volvieron a China y en el 1912 uno de ellos, padre Luigi Calza, fue nombrado por Conforti obispo de ChengChow.

En el mismo año, junto a don Giuseppe Allamano, fundador a Turín de los Misioneros de la Consolada, se hizo promovedor de un campo para despertar en la iglesia su connatural vocación misionera. Los dos lanzaron una llamada al papa, que no cayó en el vacío: el Día misionero mundial, que fue instituida luego en el 1926 por papa Pio XI, también fue fruto del interés suscitado por la llamada.

En el 1928 Conforti fue a China a visitar a sus misioneros y a consolidar la unión de comunión entre la comunidad católica de Parma y la joven iglesia del Honan occidental, el sueño de Francesco Saverio realizado...

Monseñor Conforti encontró en la misión óptima motivas para ser un excelente pastor de su diócesis, que re-evangeliza por la catequesis y la caridad, experimentada en todas las direcciones, en particular modo en el asistir las familias golpeadas de los lutos y de los malestares de la primera guerra mundial, el empeño también fue reconocido por el gobierno italiano que le otorga una alta condecoración.

Vuelto de la China, monseñor Conforti retoma su actividad, pero su físico mucho probado, incluso sustentados por una indómita voluntad, cede irremediablemente. El 5 de noviembre de 1931, acompañado por los cofrades y confortado por el sacramento de los pacientes, se duerme en el Dios.

En el 1995 fue proclamado beato por Giovanni Paolo II, mientras que Benedetto XVI el 23 de octubre de 2011 lo ciñe de la aureola de los san.

Lecturas del 04/11/2024

Hermanos:
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.
No obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros.
No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
En aquel tiempo, Jesús dijo a uno de los principales fariseos que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos».

Palabra del Señor.

04 de Noviembre – Beata Elena Enselmini

En Padua, en la región de Venecia, beata Elena Enselmini, virgen de la Orden de las Clarisas, que sufrió con admirable paciencia multitud de dolores y hasta la pérdida del habla.

Era hija de la noble familia de los Anselmini de Padua. A los 13 años decidió entrar en un convento que hospedaba, en dos moradas distintas, a las monjas y a los frailes de la Orden de san Francisco, en una zona llamada "la Celda vieja" (la actual Arcella), y fue el propio san Francisco de Asís quién le impuso el velo. San Antonio de Padua, la preparó teológica y moralmente. 

Durante seis años su experiencia como clarisa fue luminosa y gozosa, no obstante el rigor de la regla. Pero a los 20 años, surgieron los años de las tinieblas, tinieblas incluso en sentido físico, con enfermedades que la dejaron afásica; pero fueron sobre todo las tinieblas del alma: fue probada en la duda y en la aridez espiritual. Fue tentada en creer que todo era inútil; que la salvación eterna le sería siempre negada. Pero en los momentos de mayor desorientación íntima, se acogió a la fe y a la obediencia a los superiores. Con la tenacidad de una voluntad bien templada, era capaz de encontrar la paz y la certeza de que la Providencia la guiaba a un destino mejor. 

Quedaba su enfermedad (se quedó ciega y sorda), y sólo se podía comunicar con los signos del abecedario, y así pudo expresar sus visiones místicas. Un día vio en el Paraíso numerosas almas de religiosos que vivían en comunidad, y esto la sorprendió, pues pensaba que eran las penitencias lo que nos hacía alcanzar el Cielo, en cambio le fue revelado que era la obediencia y el ejercicio de penitencia lo que hacía alcanzar el Cielo. 

De complexión grácil y enfermiza, padeció en los últimos quince meses de vida repetidas fiebres, y permaneció durante tres meses sin comer, ni beber, ni pronunciar palabra. El 4 de octubre de 1231, arrebatada en éxtasis, vio a los santos Francisco y Antonio en actitud de cantar las alabanzas del Señor. En definitiva, "el cielo en la celda", hasta el 4 de noviembre, cuando expiró, a los 24 años. 

Podemos decir que su cuerpo sufrió en la muerte un proceso natural de momificación y quedó intacto, y las manifestaciones de fervor son exageradas, pero revelan la espontaneidad de una devoción popular hacia esta ilustre clarisa. Su cuerpo, por una circunstancia fortuita, fue colocado en una urna y conservado en la pequeña iglesia del monasterio, hasta el año 1509, en que fue trasladado a la iglesia de Santa María de los Armenios, luego llamada de la Beata Elena. Y, desde 1810, fue trasladado a la de Santa Sofía, donde permaneció hasta el 23 de mayo de 1958, en que fue devuelto a la iglesia de La Arcella. Fue beatificada por Inocencio XII el 29 de octubre de 1695.

Lecturas del 03/11/2024

Moisés habló al pueblo diciendo: «Teme al Señor, tu Dios, tú, tus hijos y nietos, y observando todos sus mandatos y preceptos, que yo te mando, todos los días de tu vida, a fin de que se prolonguen tus días. Escúchalo, pues, Israel, y esmérate en practicarlos, a fin de que te vaya bien y te multipliques, como te prometió el Señor, Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel. Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo.
Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas las fuerzas.
Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón».
Hermanos:
Ha habido multitud de sacerdotes de la anterior Alianza, porque la muerte les impedía permanecer; en cambio, Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.
Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres llenos de debilidades. En cambio, la palabra del juramento, posterior a la ley, consagra al Hijo, perfecto para siempre.
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: « ¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. “ El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento mayor que estos». El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

03 de Noviembre – Beata Alpaide de Cudot

La historia de la vida de Alpaide es especialmente interesante por tres motivos: fue escrita en vida, el autor era un monje cisterciense de Les Echarlis que la conoció bien, está demostrado por crónicas contemporáneas y por algunos documentos que aún existen. Hija mayor de una familia campesina de Cudot, hoy diócesis de Orleans, trabajó en el campo desde muy joven, hasta el día en que fue atacada por una grave enfermedad, probablemente lepra. Según su biógrafo, tuvo una visión de la Virgen, probablemente en 1170, durante la cual se recuperó, pero perdió completamente el uso de sus extremidades, y desde entonces quedó postrada en cama, inválida pero sana.

Durante mucho tiempo no tocó comida ni bebió agua (de hecho, no comía nada más que el Santísimo Sacramento, que recibía una vez a la semana, el domingo). Este hecho llamó la atención de Guillaume, arzobispo de Sens, que nombró una comisión para examinar su caso y que luego garantizó la autenticidad de su ayuno (es la primera persona que se cree que vivió durante años únicamente de la Eucaristía).

Luego, el arzobispo hizo construir una iglesia cerca de su casa, para que ella también pudiera participar en los servicios religiosos, mirando por una ventana.

Todo esto permitió también que la santidad de Alpaide, además de su fama de hacedora de milagros y de su experiencia de estados de éxtasis, transformara Cudot en un lugar de peregrinación del que la Iglesia local se beneficiaba económicamente, ya que muchas personas, incluidos prelados y miembros de la nobleza vino de todas partes a visitarla; en 1180, la reina Adela, esposa del rey Luis VII de Francia, hizo una donación "en beneficio de Alpaide".

Alpaide murió el 3 de noviembre de 1211 y fue enterrado en el coro de la iglesia de Cudot; inmediatamente después de su muerte nació el culto que fue confirmado en 1874.

sábado, 2 de noviembre de 2024

02 de Noviembre 2024 – Conmemoración de los Fieles Difuntos

Hoy son multitudes las que van y vienen a los cementerios que están durante todo el día llenos. En los alrededores hay puestos de flores con cantidad de ofrecimientos para adornar siquiera sea por fuera las tumbas y nichos de los seres queridos. Hasta la Iglesia premia determinadas actitudes de los fieles con indulgencias aplicables a los muertos.

Se lee en cada tumba RIP —DEPA en versión moderna hispana— bien como oración que indica deseo vehemente, bien como afirmación. Al cristiano, ese fonema —iniciales de Requiescat in pace en latín o de Descanse en paz en castellano— le suena a oración con tintes de esperanza al recordar lo bueno realizado en vida por el muerto y teniendo muy presente lo mucho que abarca la misericordia de Dios; desde la increencia solo suena a voz hueca expresiva de la quietud del muerto, del profundo silencio del cementerio considerado como su última morada y juzgando la separación pretérita como una «pérdida irreparable».

Sin querer, se mezcló la mentalidad pagana: terror y ambiente macabro. Corrupción, abandono y soledad. Vino el espíritu tenebroso del Renacimiento que resumía su pensamiento al respecto con calaveras, tibias cruzadas y columnas rotas como iconografía ridícula, válida para animales cuyo ser muere en su totalidad, y no para el cristiano, que vive esperando su resurrección y hace de su propia muerte el acto humano capital de entrega al Creador, sin dudosa improvisación, adiestrado por las continuas entregas diarias.

Contemplar el hecho de la muerte a lo pagano se hace irresistible para una sociedad hedonista que bien querría eliminar de raíz su recuerdo. Se contempla a diario que va en auge y tomando cuerpo el «piadoso» ocultamiento casi sistemático del cadáver como si el muerto hubiera hecho algo muy malo o vergonzoso al morirse; como si el muerto fuera algo que es preciso disimular en el tanatorio —sin mortaja a la vista— y con velatorio breve y de compromiso.

También se aprecia que la frecuente dificultad de pagar costos elevados por la muerte del familiar tiene gran parte de la culpa de que se haya borrado tan pronto la memoria de muchos muertos, o se borrará en breve, y consecuentemente desaparecen también los posibles sufragios; el tarro de las cenizas que entregaron al poco de la incineración se conservó en el sitio de honor de la casa el tiempo que duraron las lágrimas, luego llegó a estorbar porque los vecinos decían que era algo macabro, fue pasando a lugares menos dignos hasta que las cenizas se espolvorearon en el campo con hipócrita manifestación romántica y sentimentaloide, o sencillamente acabaron en el contenedor de la basura una buena noche.

Una ineludible interrogación está en la cabeza de los que creemos y también ronda en el pensamiento de los que aún conservan un recuerdo, aunque sea débil y lejano, de la existencia del más allá. ¿Están ya en la Patria los muertos motivo del recuerdo o han de purificarse todavía?

La celebración de «los que nos han precedido con el signo de la fe» comenzó con san Odilón de Cluny y se extendió por toda la Iglesia. No deja lugar a duda: Son los cristianos muertos los que motivan hoy nuestro rezo. Con los testimonios bíblicos veterotestamentarios, la fe y práctica de la Iglesia católica confiesa como verdad perteneciente a la fe la existencia del Purgatorio, ese misterioso ámbito, más allá de esta vida, donde se realiza la purificación previa a la gozosa y definitiva proyección hacia la beatitud.

La muerte, ¿esqueleto con guadaña? Los fieles difuntos no se evocan entre las brumas otoñales como un signo de muerte, sino de gozo por la segura, aunque retardada, conquista de la eternidad con Dios. La muerte no abre las puertas de la nada, sino de la plenitud de la vida, no hay otra visión posible desde la fe.

El libro del Éxodo narra la salida del Pueblo de la esclavitud con el apoteósico paso del mar Rojo donde termina el enemigo; luego vinieron la Alianza, el maná y camino largo sembrado de dificultades por el inhóspito desierto donde se hace resplandecer el cariño de Dios, la esperanza de la tierra prometida y su posesión. Encierra con su tipología un formidable paso de lo transitorio a lo estable que podría servir para explicar lo que pasa el día en que se conmemora a los fieles difuntos e incluso para revitalizar el espíritu cristiano ante la muerte, porque así es el comienzo y fin de la vida del cristiano.

Muchas cosas convendrían revisar porque no pocas veces viene precedida la muerte de la falsa y burguesa idea de no facilitar la presencia del sacerdote con pretextos erróneos de respeto a la intimidad del moribundo y de sus deudos. La debilidad de la fe y el falso sentimiento de piedad hacia el agonizante impiden, en casos cada vez más frecuentes, recibir el perdón de los pecados con el sacramento de la Confesión y las mejores disposiciones ante la ruptura próxima con el sagrado signo de la Unción.

El bautizado vibra con agrado y consuelo por la comunión del Cuerpo de Cristo tomada como Viático, porque sabe que recibe al Buen Pastor —frecuente motivo evangélico en las catacumbas, pensado por los primeros cristianos—. Se siente amparado por los santos y sus méritos en su definitivo paso a la eternidad, apoyado por la Virgen María y rodeado de quienes, queriéndole, le despiden con los honores del que terminó su pelea. Sí, el Rosario y las Letanías son como las salvas de honor. ¡Cómo no besar la imagen del crucifijo redentor en la hora postrera, cuando se unen y compenetran la iglesia de la tierra, la del purgatorio y la del cielo!

Pedimos hoy que se abrevie la dolorosa impaciencia de poseer el Bien seguro y cierto, que la ansiada Luz ilumine ya sus tinieblas esperanzadas y que sean nuestros valedores cuando caminamos.

Lecturas del 02/11/2024

He perdido la paz, me he olvidado de la dicha; me dije: «Ha sucumbido mi esplendor y mi esperanza en el Señor».
Recordar mi aflicción y mi vida errante es ajenjo y veneno; no dejo de pensar en ello; estoy desolado; hay algo que traigo en la memoria, por eso esperaré: Que no se agota la bondad del Señor, no se acaba su misericordia; se renuevan cada mañana, ¡qué grande es tu fidelidad!; me digo: « ¡Mi lote es el Señor, por eso esperaré en él!».
El Señor es bueno para quien espera en él, para quien lo busca; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no; os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».

Palabra del Señor.

02 de Noviembre – Santa Vinfreda

De todos los santos de Gales, Santa Wenefreda (Gwenfrewi) sigue siendo la más venerada fuera de su propio país; sin embargo, las primeras referencias escritas sobre su vida y las tradiciones que la rodean se remontan a quinientos años después de su muerte. Santa Wenefreda no aparece en los calendarios galeses hasta el siglo XIV, lo que significa que, aunque es exagerado negar su existencia, la información que hemos recibido llega demasiado tarde para establecer algo seguro sobre ella; Gracias a las dos Vidas mencionadas, Alban Butler nos cuenta su leyenda de la siguiente manera. El padre de Wenefreda, Teuyth, era un soldado valiente y rico de Tegeingl, en la actual Clwyd; su madre era hermana de S. Beuno, que se unió y vivió durante un tiempo cerca de sus parientes; cuando Teuyth le dio tierras en Sychant, construyó allí una capilla. 

Durante su estancia, Wenefreda escuchó con avidez sus enseñanzas sobre Dios; Cuando Caradoco, un joven capitán de Hawarden se enamoró de ella, rechazó repetidamente el cortejo, hasta que un día, enojado por haber sido rechazado repetidamente, la persiguió hasta la capilla de Beuno y la decapitó.

Según Roberto de Shrewsbury, Caradoco fue inmediatamente tragado por la tierra, mientras que en el lugar donde había caído la cabeza de Wenefreda surgió un manantial en medio de un fragante musgo por el que rodaban guijarros y piedras teñidas de rojo.

Wenefreda fue resucitada por las oraciones de Beuno, quien volvió a colocar su cabeza cortada en su cuello, la cual sanó inmediatamente, dejando solo una cicatriz. La decapitación, por la que se la recuerda como mártir, se produjo y fue conmemorada el 22 de junio.

En este punto las dos biografías divergen. Según la Vita Prima, Wenefreda viajó a Roma y regresó justo a tiempo para asistir a un sínodo sobre la cuestión de los ermitaños que se unen para formar monasterios. En cambio, Second Life narra que Beuno fue a fundar una iglesia en Clynnog Faer, al sur de Caernarfon; posteriormente, no se sabe si tras la marcha o muerte de Beuno, la propia Wenefreda abandonó la casa y entró en un monasterio en Gwytherin, donde también existía un monasterio para hombres, presidido por un devoto abad llamado Etherius.

A la muerte de la abadesa Tenoi, Elerio invitó a Wenefreda a ocupar su lugar, lo que ella aceptó y mantuvo hasta su muerte, ocurrida quince años después de la milagrosa resurrección. Fue enterrada por Elerius y las reliquias se guardaron en Gwytherin hasta 1138, cuando fueron transportadas con una suntuosa ceremonia a la abadía benedictina de Shrewsbury. Según algunos estudios realizados en el siglo XVIII, sobre calendarios más importantes, se estableció en 1348 que la fiesta de Santa Wenefreda se celebraba en todo el distrito de Canterbury.

Los acontecimientos posteriores en relación con el nombre Wenefreda se documentan más fácilmente que los de su vida; El lugar donde se origina el manantial milagroso se llama "holy spring" tanto en inglés (Holywell) como en galés (Three Ffynnon). Tanto Roberto de Shrewsbury como el pseudo-Elerius hablan de milagros vinculados a las reliquias y capillas dedicadas al santo, y Alban Butler describe cinco curaciones (que beneficiaron al menos a dos protestantes) que tuvieron lugar en Holywell en el siglo XVII (elegidas entre algunas detalladas y documentadas por Philip Metcalf, en su Vida de Santa Wenefreda de 1712). Parece que los peregrinos siguen visitando el manantial de Santa Wenefreda y que desde hace siglos se suceden milagros de forma ininterrumpida, frecuentemente mencionados en documentos públicos y privados.

Enrique V, por ejemplo, fue allí para agradecer al santo la victoria en Azincourt; en 1629, unas catorce mil personas, con ciento cincuenta sacerdotes, se reunieron aquí para su fiesta, incluso en un período de persecución; y el Dr. Johnson registra que el 3 de agosto de 1774 presenció algunas abluciones.

Incluso en tiempos de persecución, el culto no disminuyó en Holywell, donde nació un centro misionero jesuita. Los edificios que lo rodean fueron construidos por la madre de Enrique VII, Lady Margaret Beaufort, y miembros de la nobleza local.

En 1991, se descubrió en Gwytherin una sección triangular de un relicario de roble, con las reliquias del santo y una piedra, mencionada en 1729 en el informe de un diácono del país como la lápida de Santa Wenefreda, que hoy se encuentra en la iglesia que se encuentra en ese lugar. También en Shrewsbury hay estatuas de Santa Wenefreda y San Beuno, en el púlpito del refectorio de la abadía. Gerard Manley Hopkins comenzó a escribir los versos de una tragedia en su honor en 1879, pero sólo quedan fragmentos. 

La fiesta de Santa Wenefreda se observa en las diócesis de Menevia y Shrewsbury, donde aparece como virgen mártir en Inglaterra; en el Martirologio Romano está entre los pocos santos que reciben este honor, además de Asaf (11 de mayo), Sansón (28 de julio) y Maglorio (Maclor, 24 de octubre), mientras que esto no le sucede a David (Dewi Sant). , el santo patrón de Gales (1 de marzo). 

viernes, 1 de noviembre de 2024

01 de Noviembre 2024 – Solemnidad de Todos los Santos

Aconseja el Kempis que no discutamos sobre cuál es el mayor de los Santos. Ya dijo Jesús que Juan Bautista era el mayor entre los nacidos de mujer -por su tarea, por su misión- pero, aun así, añadió que el más pequeño en el reino de los cielos es, puede ser, mayor que Juan. Pues será más santo el que tenga más amor, el que se deje poseer más por Dios. Y eso sólo Dios lo sabe.

El Apocalipsis nos dice que son innumerables los santos, los marcados con el sello de Dios en sus frentes: doce mil de cada una de las doce tribus de Israel. Estas doce tribus representan a la Iglesia, a todo el pueblo de Dios. Y en cuanto a los números, el doce se interpreta como plenitud, y el mil como solidez. El mismo autor sagrado dice que se trataba de una muchedumbre ingente de toda nación, pueblos y tribus.

Efectivamente. Son incontables los santos y santas canonizados, que han merecido el honor de los altares. Pero los santos canonizados no son más que una mínima parte de los siervos y siervas de Dios, que con la ayuda de la gracia divina supieron ser fieles y practicaron la virtud en grado heroico.

Es la confirmación de la vocación universal a la santidad de que nos habla Jesús mismo cuando dice: Sed perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial. (Mateo 5:48)

Pero ¿qué hacer con los santos anónimos, que no han recibido el reconocimiento oficial de la Iglesia? La Iglesia no los olvida. Este es el sentido de la fiesta de hoy: celebrar solemnemente a todos los santos que no figuran en el calendario. Ellos están ante Dios y ruegan por nosotros. En el cementerio de Arlington, de Washington, junto a la tumba del presidente Kennedy, hay un monumento al Soldado Desconocido, con esta hermosa coletilla: desconocido, "but not to God", pero no para Dios.

Era una costumbre ya de los paganos. Los griegos y romanos tenían dioses para todas las actividades y profesiones. No querían que ningún dios se quedara sin templo. Así, Agripa, veintisiete años antes de Cristo, construyó en Roma el Panteón, dedicado a Augusto y a todas las deidades romanas. El Panteón lo bautizó luego el Papa Bonifacio IV con el nombre de Santa María y de todos los mártires. Más tarde, en el siglo IX, el Papa Gregorio IV mandó que se celebrara en toda la Iglesia la fiesta de Todos los Santos, para que ninguno quedase sin la debida veneración.

Una vez un catequista preguntó a un niño qué era un santo. El niño, antes, estando un día en la iglesia, preguntó a su mamá qué eran aquellas figuras que veía en las vidrieras de la iglesia y que brillaban tanto cuando salía el sol. Su mamá le había dicho que eran santos. Y ahora el niño contestó al catequista con rapidez y precisión: Un santo es un hombre por donde pasa la luz. Preciosa definición.

Eso son los santos: seres transparentes, espejos de la luz de Dios, que se purifican constantemente para captarla mejor y reflejarla más perfectamente. Esos son los santos: los grandes amigos de Dios.

San Bernardo nos enseña cómo celebrar la fiesta de Todos los Santos: «la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. En cuanto a mí, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo».