Landgrave de Turingia y marido de santa Isabel de Hungría. Tuvieron tres hijos y uno de ellos fue su hija la beata Gertrudis de Turingia. Fue un esposo fiel, un devoto y honesto cristiano, que apoyó a su esposa en sus obras de caridad. Una vez, encontró a un leproso que se acercaba al castillo en busca de ayuda; lo acompañó hasta el palacio y ahí lo dejó; el enfermo fue a echarse en la cama del landgrave y éste al verlo, se sintió tentado a dejarse llevar por la cólera, pero de pronto pareció ver que no era el leproso, sino el Hijo de Dios crucificado el que estaba en el lecho. Se retiró sin decir palabra y al momento inició la empresa de construir un lazareto en la colina de Wartburg. Poco tiempo después, Isabel dijo a su esposo que ambos podían servir mejor a Dios si en vez de un castillo y un enorme parque dedicaran aquélla tierra al arado y al mantenimiento de un centenar de ovejas. El landgrave se echó a reír: "¡No llegaríamos a pobres!", dijo. "Con tanta tierra y tantas ovejas, la mayoría de la gente que nos conoce, dirá que somos ricos".
El landgrave era un hombre justo y un buen gobernante. En 1225, algunos mercaderes de Turingia fueron asaltados, golpeados y robados, en la frontera de Polonia. Luis pidió reparaciones, pero ni siquiera obtuvo una respuesta, de modo que tomó su caballo y se fue hasta Polonia donde obligó a los ciudadanos de Lubitz a darle toda suerte de satisfacciones. Lo mismo sucedió en Würtzburg a donde el landgrave se trasladó para presentarse ante el príncipe-obispo y recuperar todo el cargamento que había sido robado a un traficante de sus tierras. En 1226, a solicitud del emperador Federico II, emprendió una campaña militar y, junto con él, asistió a la dieta de Cremona para aconsejarle y dirigirle. Cierta vez, debió pasar lejos de su casa un crudo invierno y primavera; y nos dice el escritor Bertoldo que, al regresar, su esposa Isabel "le dio mil y mil besos con el corazón y con la boca" y cuando él le preguntó cómo había soportado su pueblo el frío terrible, ella replicó: "Le dimos a Dios lo que era Suyo y él conservó para nosotros lo que era nuestro". "Bien has obrado, mujer", repuso Luis. "Da a Dios lo que tú quieras, con tal de que me dejes Wartburg y Neuenburg". Esa misma frase o alguna muy semejante fue la que dio Luis como respuesta a un tesorero de su casa que se quejaba de los “despilfarros" de Isabel en caridades a los pobres.
Defendió sus derechos contra el obispo de Maguncia, y los defendió con las armas sus derechos al margraviato de Meissen, por ello fue excomulgado dos veces. En 1227 recibió la cruz de manos del obispo Conrado de Hildesheim, como hábil soberano y valiente guerrero, murió en Otranto de fiebres mientras guerreaba en la cruzada de Federico II. El joven Landgrave fue enterrado en la abadía benedictina de Reinhardsbrunn y ahí se le venera en este día. Su culto no ha sido nunca confirmado, aunque tiene culto popular.
El landgrave era un hombre justo y un buen gobernante. En 1225, algunos mercaderes de Turingia fueron asaltados, golpeados y robados, en la frontera de Polonia. Luis pidió reparaciones, pero ni siquiera obtuvo una respuesta, de modo que tomó su caballo y se fue hasta Polonia donde obligó a los ciudadanos de Lubitz a darle toda suerte de satisfacciones. Lo mismo sucedió en Würtzburg a donde el landgrave se trasladó para presentarse ante el príncipe-obispo y recuperar todo el cargamento que había sido robado a un traficante de sus tierras. En 1226, a solicitud del emperador Federico II, emprendió una campaña militar y, junto con él, asistió a la dieta de Cremona para aconsejarle y dirigirle. Cierta vez, debió pasar lejos de su casa un crudo invierno y primavera; y nos dice el escritor Bertoldo que, al regresar, su esposa Isabel "le dio mil y mil besos con el corazón y con la boca" y cuando él le preguntó cómo había soportado su pueblo el frío terrible, ella replicó: "Le dimos a Dios lo que era Suyo y él conservó para nosotros lo que era nuestro". "Bien has obrado, mujer", repuso Luis. "Da a Dios lo que tú quieras, con tal de que me dejes Wartburg y Neuenburg". Esa misma frase o alguna muy semejante fue la que dio Luis como respuesta a un tesorero de su casa que se quejaba de los “despilfarros" de Isabel en caridades a los pobres.
Defendió sus derechos contra el obispo de Maguncia, y los defendió con las armas sus derechos al margraviato de Meissen, por ello fue excomulgado dos veces. En 1227 recibió la cruz de manos del obispo Conrado de Hildesheim, como hábil soberano y valiente guerrero, murió en Otranto de fiebres mientras guerreaba en la cruzada de Federico II. El joven Landgrave fue enterrado en la abadía benedictina de Reinhardsbrunn y ahí se le venera en este día. Su culto no ha sido nunca confirmado, aunque tiene culto popular.
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