lunes, 5 de junio de 2023

05 de Junio - San BONIFACIO DE MAGUNCIA

Memoria de san Bonifacio, obispo y mártir. Monje en Inglaterra con el nombre de Wifrido por el bautismo, al llegar a Roma el papa san Gregorio II lo ordenó obispo y cambió su nombre de pila por el de Bonifacio, enviándolo después a Germania para anunciar la fe de Cristo a aquellos pueblos, donde logró ganar para la religión cristiana a mucha gente. Rigió la sede de Maguncia (Mainz) y, hacia el final de su vida, al visitar a los frisios en Dokkum, consumó su martirio al ser asesinado por unos paganos.

Anglosajón de Crediton en Devon (Wessex) que al hacerse benedictino cambió el nombre de Wynfrid por el de Bonifacio en 719. A los cinco años entró en un monasterio de Exeter, donde fue discípulo de san Aldelmo, y luego en Nutshulling, dedicado al estudio, a la enseñanza y a la predicación; donde fue director de la escuela abacial, encargo recibido por el abad Wulfhardo, y ordenado sacerdote en el 710. Fue nombrado abad de Nutshulling en el 715. Compuso la primera gramática latina escrita en Inglaterra, pero inspirada en la obra de san Isidoro de Sevilla, y tuvo justa fama en las islas británicas de hombre de gran saber; en la paz y el retiro del monasterio edificó a todos con su saber y su caridad. Siguiendo el ejemplo de otros monjes ingleses e irlandeses, deseó marchar al continente europeo, para evangelizar en la Galia, Germania, y también en Italia. En el 716, el papa san Gregorio II le envió a evangelizar a los germanos (para que continuase la misión de san Willibrordo); desembarcó en Frisia y quiso reunirse con san Willibrordo en Utrecht, pero no lo encontró. Su primera misión fue un desastre. 

En el 718 marchó a Roma con la intención de obtener del Papa el permiso para continuar con su empresa. En el 723 el pontífice san Gregorio II le ordenó "obispo regional" (dependiendo directamente de la Santa Sede, sin diócesis particular). Animado por Gregorio II y ayudado por un grupo de monjes, Bonifacio se dirigió al Rhin y allí se lanzó a una aventura que parecía desesperada, pero que conoció un éxito verdaderamente prodigioso. Estuvo 40 años en tierras germanas, adentrándose siempre más hacia el interior: Frisia (724), Turingia (725), Baviera (731)... Donde iba con su predicación y ejemplo obtenía la conversión en masa de los germanos, que abandonaban ritos y supersticiones paganas para abrazar con entusiasmo la nueva fe, en esta misión le acompañó un joven clérigo que se llamaba Ratgerio. En el 744 fundó la célebre abadía de Fulda, que gozó de la inmunidad pontificia, y que representa el primer privilegio de exención de la historia. 

En el 747 fue nombrado por beato Gregorio III, arzobispo de Maguncia y fue encargado por el Pontífice de la organización eclesiástica de toda la Germania. Se dedicó con todo su empeño a esta obra colosal. Hizo llegar de Inglaterra a santos Lulo, Wigberto, Albino, Wilebaldo y Wunibaldo, así como un grupo de vírgenes, a saber, santas Walburga, Lioba, Tecla, Guntilde, Bertgitta y Kunitrudis. Estableció diócesis en Frisia, Hesse (donde taló el roble sagrado que cuenta la leyenda), Turingia y Baviera; designó obispos, fundó monasterios, organizó el clero y formó misioneros; presidió concilios y ungió, en nombre del Pontífice, al rey Pipino el Breve. Como metropolitano de las iglesias de Alemania y de la Galia, Bonifacio fue el primero que intentó la fusión espiritual y cultural entre las dos regiones, en nombre de la civilización romana y cristiana, pero fue marginado por los círculos francos porque era anglosajón, y por tanto extranjero. 

Cuando Carlomán heredó Austrasia, después de la división del reino de Carlos Martel (741), se sirvió de Bonifacio para eliminar los abusos en la concesión de beneficios y honores y la relajación de la disciplina del clero y también de ciertos monjes celtas aventureros, reuniendo un concilio general de los obispos francos (744-747) en Soissons. Este concilio decretó reformas importantes para aquellas Iglesias. Basta recordar el nombramiento del abad san Fulrado y de san Crodegango, obispo de Metz (748), que trabajó eficazmente en la reforma del clero y en la institución de los canónigos regulares.

Su apoyo a la Santa Sede fue proverbial como lo demuestra el epistolario dirigido a la abadesa de Bischofsheim, santa Lioba, (que había abandonado Inglaterra por indicación suya) donde se revela la humanidad de su alma y al mismo tiempo la devoción particular al Sumo Pontífice, al cual sometió constantemente las menores dificultades. Tenía 70 años cuando realizó una campaña misionera en Holanda, al frente de 52 monjes apóstoles fueron martirizados en Dokkum por los frisios o frisones que le hundieron una lanza en la espalda mientras sostenía su "Evangeliario" a dos manos encima de la cabeza, a manera de escudo contra los mandobles. Su cuerpo fue trasladado a la abadía de Fulda. Patrón de Alemania.

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