En la ciudad de Niza, en Provenza, Francia, san Hospicio, ermitaño, varón de admirable espíritu de penitencia, que predijo la llegada de los longobardos († c.581).
Natural de Egipto. Eremita junto a Villefrance, Niza. Según un hagiógrafo: "Era un eremita vestido de áspero cilicio, rodeado de cadenas de hierro y atado a una de ellas dentro de una torre, comiendo sólo un poco de pan con dátiles y algunas raíces de hierbas, y bebiendo sólo agua". Predijo la invasión de los lombardos pues tenían a Dios muy enojado con su “infidelidad, poca reverencia a los templos, poco amor a los pobres y otros infinitos vicios”. Convirtió a muchos. Estuvo siempre atado a unas cadenas en el interior de una torre en Niza.
Se cuenta que cuando llegaron los lombardos, lo encontraron viejo y atado a su cadena, creyeron que era un criminal, y él no lo negó, entonces allí mismo quisieron matarlo, y al levantar la espada, el brazo de su ejecutor quedó paralizado, comprendiendo los lombardos que en aquel hombre había algo sobrenatural, su verdugo, se convirtió permaneciendo el resto de su vida junto a él. San Gregorio de Tours resaltó de él su austeridad de vida, el espíritu profético y el don de milagros. Su sepulcro se convirtió en meta de peregrinaciones. Es muy venerado en la diócesis de Niza. La Catedral posee como reliquia un pequeño hueso de su mano; otras reliquias están en Viilefranche, La Turbie y Cap-Ferrat.
Natural de Egipto. Eremita junto a Villefrance, Niza. Según un hagiógrafo: "Era un eremita vestido de áspero cilicio, rodeado de cadenas de hierro y atado a una de ellas dentro de una torre, comiendo sólo un poco de pan con dátiles y algunas raíces de hierbas, y bebiendo sólo agua". Predijo la invasión de los lombardos pues tenían a Dios muy enojado con su “infidelidad, poca reverencia a los templos, poco amor a los pobres y otros infinitos vicios”. Convirtió a muchos. Estuvo siempre atado a unas cadenas en el interior de una torre en Niza.
Se cuenta que cuando llegaron los lombardos, lo encontraron viejo y atado a su cadena, creyeron que era un criminal, y él no lo negó, entonces allí mismo quisieron matarlo, y al levantar la espada, el brazo de su ejecutor quedó paralizado, comprendiendo los lombardos que en aquel hombre había algo sobrenatural, su verdugo, se convirtió permaneciendo el resto de su vida junto a él. San Gregorio de Tours resaltó de él su austeridad de vida, el espíritu profético y el don de milagros. Su sepulcro se convirtió en meta de peregrinaciones. Es muy venerado en la diócesis de Niza. La Catedral posee como reliquia un pequeño hueso de su mano; otras reliquias están en Viilefranche, La Turbie y Cap-Ferrat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario