viernes, 21 de febrero de 2020

Beata María Enriqueta Dominici


En Turín, del Piamonte, beata María Enriqueta (Ana Catalina) Dominici, de las hermanas de Santa Ana y de la Providencia, que gobernó sabiamente y engrandeció su Instituto durante treinta años hasta su muerte.

Ana Catalina Dominici nació en Carmagnola (Borgo Salsasio), en el seno de una humilde familia campesina. Tenía cuatro años cuando sus padres se separaron y de su padre nunca supo nada, un pesar que Catalina siempre llevó dentro. Los hijos y la madre se fueron a vivir con un tío sacerdote a Borgo San Bernardo (otra pedanía de Carmagnola), junto al abuelo y una tía. 

Cuando manifestó su deseo de hacerse religiosa, su tío sacerdote se opuso firmemente, mientras su madre, si bien no era contraria, sentía miedo de quedarse sola. Tuvieron que pasar cinco años para ver cumplidos sus deseos. Formó parte de la Compañía de los Humillados que tenía la misión de acompañar a los muertos a la sepultura.

En 1850, obtuvo el permiso de hacerse religiosa, pero que no fuera de clausura, como ella deseaba, sino entre las Hermanas de Santa Ana. Fue recibida en el palacio Barolo de Turín por la fundadora, la marquesa Julia, que la animó a que tomase el nombre de María Enrica, como se llamaba su sobrina favorita. 

El Instituto de Santa Ana había sido fundado en 1834 por el marqués Tancredo di Barolo para acoger a los niños de la calle y nacián con la misión de educarlos e instruirlos.  María Enrica profesó en 1853. En 1854 fue enviada a Castelfidardo, donde había una casa fundada unos años antes, a poca distancia del Santuario de Loreto. Fue acogida por sus hermanas en religión "como una espía", pero María Enrica, en poco tiempo, fue capaz de hacerse amar. Un año después de su llegada, en la ciudad se desarrolló una epidemia de cólera, en la que las hermanas se ofrecieron para curar a los enfermos, nuestra beata dio la medida de su humanidad y dedicación que fue estraordinaria. Fue nombrada maestra de novicias. A su director espiritual, un jesuita, le manifestó su aridez espiritual y su deseo de ir como misionera a la India. Para prepararse obtuvo el permiso de privarse "de las cosas no absolutamente necesarias". Un día memorable fue el 17 de mayo de 1857 cuando asistió a la audiencia, con otras religiosas, con el papa beato Pío IX que visitaba Loreto. Asistiendo a la audiencia estaba presente santa Magdalena Sofía Barat. 

En 1858 regresó a Turín y fue nombrada maestra de novicias mientras la relación entre la Fundadora y la primera superiora de la Congregación era insufrible. Tuvo que intervenir la Santa Sede y nombró a María Enrica como superiora general. No se sentía capaz, pero tuvo que aceptar. Durante cuatro años tuvo que convivir con la depuesta superiora que causaba muchos problemas. 

La Madre María Enrica estuvo al frente del gobierno de la Congregación hasta su muerte, y la desarrolló de forma excepcional. Fundó 32 casas, llegando a Roma y Sicilia.  Fue consejera de san Juan Bosco, cuando creó la regla de las Hijas de María Auxiliadora, y le "prestó" dos hermanas para la nueva congregación. 

Fue afable y gentil, pero era reservada y de pocas palabras. Con el permiso de sus superiores hizo el voto extraordinario de buscar en el cumplimiento de cada acción el modo "más perfecto". Meditaba largamente delante del Tabernáculo y obtuvo de la Santa Sede que sus religiosas pudiera comulgar diariamente. Al leer sus escritos, la Autobiografía y el enorme epistolario, se percibe el total abandono en manos de la Providencia. Murió de un cáncer de mama en Turín. Sus restos se encuentran en la capilla de la Casa Madre de Turín. Fue beatificada el 7 de mayo de 1978 por Pablo VI.

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