lunes, 8 de julio de 2019

Beato Eugenio III, Papa


En Tívoli, en el Lacio, tránsito del beato Eugenio III, papa, discípulo amado de san Bernardo, que, siendo abad del monasterio de San Vicente y San Anastasio «ad Acquas Salvias», fue elegido Papa, defendiendo con gran tesón al pueblo cristiano de Roma de las insidias de quienes no le eran fieles y preocupándose por mejorar la disciplina eclesiástica. Natural de Montemagno (entre Lucca y Pisa), miembro de la familia modesta de los Paganelli, fue bautizado con nombre Pietro, se llamó Bernardo cuando se hizo religioso y Eugenio cuando fue elegido Pontífice. Era canónigo de la curia eclesiástica de Pisa cuando conoció a san Bernardo de Claraval, que asistía a un concilio en la ciudad; le impresionó tanto su santidad que ingresó como cisterciense en la abadía de Claraval (1135).

San Bernardo, en 1141 lo nombró abad de la abadía de San Salvador, dependiente de la de Farfa. Inocencio II lo nombró primer abad de Tre Fontane, cerca de Roma, también llamado de San Vicente y San Anastasio, y le encargó la reforma de esta abadía cisterciense y luego fue proclamado Papa, sucediendo a Inocencio II, sin que fuera cardenal. Su pontificado estuvo lleno de problemas y pasó la mayor parte de su tiempo alejado de Roma a causa de la hostilidad de sus habitantes. Su consagración como Pontífice tuvo que hacerse en la abadía de Farfa, porque el pueblo se levantó en un tumulto. Un autor le llamó "uno de los más grandes y uno de los más sufridos entre los papas". Gracias al rey Conrado III, pudo, en 1152 entrar en Roma. Su pontificado se desarrolló casi enteramente en Francia y Alemania. En Francia organizó la II Cruzada, y tras la caída de Edessa, encargó a san Bernardo su predicación. La cruzada fue un fracaso, y los cristianos salieron derrotados. Celebró un sínodo en París en 1147 para examinar las doctrinas de Gilberto de la Porré y en el sínodo de Reims de 1148 condenó a Eon de l’Etoile y terminó con el debate sobre la doctrina de Gilberto.

En Tréveris aprobó las revelaciones de santa Hildegarda de Bingen, y san Bernardo le dio el título de “Vicario de Cristo” para referirse el Pontífice, título que se hizo común desde este momento. San Bernardo dirigió al Papa el tratado “De Consideratione”, en el que pintó de manera magnífica la fisonomía de un pontífice. Murió en Tívoli de una grave enfermedad. Rogelio de Hoveden, un cronista inglés de la época, dice de él que «fue digno de la altísima dignidad pontificia. Era de natural muy bondadoso, de una discreción extraordinaria y su rostro no sólo manifestaba alegría, sino júbilo». Esta última característica es muy de admirar, dado lo que Eugenio III tuvo que sufrir. El santo conservó siempre un corazón de monje, y jamás depuso el hábito ni las austeridades de los cistercienses. Al hablar de él, Pedro de Cluny escribía a aan Bernardo: «Jamás he tenido un amigo más fiel, un hermano más digno de confianza, un padre más amable. Siempre está dispuesto a escuchar y habla con maestría. Por otra parte, no trata a los que se acercan como superior, sino como si fuese su igual o aun inferior a ellos. No hay en él el menor rastro de arrogancia o de espíritu de dominación; todo él respira justicia, humildad y equilibrio». Su culto fue aprobado en 1872.

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