La vida de Santa Zedíslava transcurre en el período de la Baja Edad Media, en la primera parte del siglo XIII, tiempo de renovación social y religiosa. Nace cuando están a punto de finalizar su peregrinación terrena Santo Domingo de Guzmán (-' 8 de agosto) y San Francisco de Asís (-4 de octubre). Es con-temporánea también de San Buenaventura (e' 15 de julio), Santo Tomás de Aquino (-28 de enero) y Santa Margarita de Hungría (-18 de enero). Vivió en el corazón de la Europa cristiana, en los territorios de Moravia y Bohemia, inmersa en un mundo en tránsito entre el feudalismo que se fue forjando desde los primeros años de la Edad Media y las nuevas organizaciones corporativas en el marco de las ciudades cada vez más pobladas. Perteneció a una familia de la nobleza, sensible a las corrientes que auspiciaban una vuelta al radicalismo evangélico, con inspiración en el texto mismo de la Sagrada Escritura, y tomando como ejemplo las comunidades apostólicas primitivas.
Nació hacia el 1220 en el castillo de Krianov, en Moravia, hacia la parte oriental de la actual República Checa. Su padre —Pribyslav— era señor del castillo; de él se decía que ofrecía en lo externo el aspecto de un caballero dedicado a las armas, pero en lo interior albergaba un alma de monje. Su madre se llamaba Sibila; ésta había acompañado al territorio de Bohemia a Cunegunda de Hohenstaufen, esposa del rey Wenceslao I. Como todos los que sintonizaban con grupos de renovación cristiana, sus padres fueron sensibles al ideal de pobreza, entendida como parte esencial del seguimiento de Cristo. Favorecieron a los necesitados y prestaron apoyo a las nuevas órdenes religiosas.
Zedíslava se desposó en 1240 con Havel o Galo de Lemberk, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos: Havel, Mar-garita, Jaroslav y Zedislav. Havel, el padre, era un caballero de la plena confianza del mencionado Wenceslao I. Desempeñó un papel importante en los acontecimientos políticos del reino de Bohemia, al Occidente de la actual República Checa. Era, a la verdad, un caballero cristiano.
Zedíslava entró en contacto con los frailes de la Orden de Predicadores y consiguió de su esposo la fundación de dos conventos de la Familia de Santo Domingo, uno en Jablonné y otro en Trunov, en la franja checa que confina con Polonia, hacia los montes Sudetes. Formó parte de aquellos grupos laicales que se incorporaron a la orden dominicana, antes de que se estableciera un cauce legal por medio de la Regla de la Ter-cera Orden. Aquellas personas vivían en el seno de sus familias, frecuentaban los cultos y se alimentaban de la predicación y, en general, de la espiritualidad de los hijos de Santo Domingo. En estas fraternidades laicales existía siempre un compromiso social de cara a los más necesitados. Dentro de tales coordenadas se desarrolló la vida de nuestra santa.
Se destacaba en ella la fidelidad a los deberes de esposa y madre, así como su entrega a auxiliar a los oprimidos, a los pobres y enfermos; los curaba con sus propias manos sin temor al contagio. Hacía esto en hospitales de los cuales fue verdadera animadora, como lo fue, asimismo, de la construcción de conventos. Se le atribuyen milagros de curaciones en vida y después de muerta.
Su fallecimiento tuvo lugar en plena juventud, seguramente en 1252, por tanto, hacia los 32 años de edad. Recibió sepultura cerca de su castillo de Lemberk, en la iglesia dominicana de San Lorenzo de Jablonné, donde hasta el presente se veneran sus reliquias. Gozó de fama de santidad en vida y después de muerta; la veneración hacia ella se extendió también fuera del país. Es verdad que se debilitó un tanto con motivo de las controversias husitas y guerras consiguientes en Bohemia, en el siglo XV, pero bien puede decirse que, pasado aquel tiempo, la veneración se ha mantenido viva a lo largo de los siglos.
El papa San Pío X aprobó su culto en 1908. Pablo VI le dedicó una carta apostólica en 1971; recordaba en ella su sentido de pertenencia a la Iglesia, consagración a profundizar y difundir la doctrina católica, y dedicación a las obras evangélicas. A partir de aquel momento fueron muchas las peticiones que llegaron a la Sede Apostólica -en tiempos durísimos para la nación checa- pidiendo su canonización.
Tras cumplir con las exigencias canónicas del caso, el papa Juan Pablo II declaró en 1994 que constaba de la heroicidad de sus virtudes. Celebró Consistorio público para la canonización el 10 de abril de 1995, y firmó, en Olomouc, las Letras decreta-les en que se le concedía el honor de los santos. Este hecho tuvo lugar el 21 de mayo de 1995, en el marco de una solemne celebración, en que participaron más de trescientos mil fieles. Juan Pablo II destacó en la homilía su extraordinaria capacidad de entrega a los demás. Vivió intensamente su espiritualidad de dominica seglar y supo hacer de sí misma un regalo, en conformidad con el mensaje evangélico: «Hay más alegría en el dar que en el recibir» (Hch 20, 35). Éste fue el secreto de la gran simpatía que ha suscitado siempre. Consideraba el papa que su ejemplo mantiene notable actualidad, sobre todo con relación al valor de la familia que, como la que ella formó, debe estar abierta a Dios, al don de la vida y a la solidaridad con los necesitados. «Nuestra santa -decía textualmente- es un admirable testimonio del "Evangelio de la familia" y del "Evangelio de la vida", que la Iglesia está empeñada, más que nunca, en difundir en este tránsito del segundo al tercer milenio cristiano».
Nació hacia el 1220 en el castillo de Krianov, en Moravia, hacia la parte oriental de la actual República Checa. Su padre —Pribyslav— era señor del castillo; de él se decía que ofrecía en lo externo el aspecto de un caballero dedicado a las armas, pero en lo interior albergaba un alma de monje. Su madre se llamaba Sibila; ésta había acompañado al territorio de Bohemia a Cunegunda de Hohenstaufen, esposa del rey Wenceslao I. Como todos los que sintonizaban con grupos de renovación cristiana, sus padres fueron sensibles al ideal de pobreza, entendida como parte esencial del seguimiento de Cristo. Favorecieron a los necesitados y prestaron apoyo a las nuevas órdenes religiosas.
Zedíslava se desposó en 1240 con Havel o Galo de Lemberk, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos: Havel, Mar-garita, Jaroslav y Zedislav. Havel, el padre, era un caballero de la plena confianza del mencionado Wenceslao I. Desempeñó un papel importante en los acontecimientos políticos del reino de Bohemia, al Occidente de la actual República Checa. Era, a la verdad, un caballero cristiano.
Zedíslava entró en contacto con los frailes de la Orden de Predicadores y consiguió de su esposo la fundación de dos conventos de la Familia de Santo Domingo, uno en Jablonné y otro en Trunov, en la franja checa que confina con Polonia, hacia los montes Sudetes. Formó parte de aquellos grupos laicales que se incorporaron a la orden dominicana, antes de que se estableciera un cauce legal por medio de la Regla de la Ter-cera Orden. Aquellas personas vivían en el seno de sus familias, frecuentaban los cultos y se alimentaban de la predicación y, en general, de la espiritualidad de los hijos de Santo Domingo. En estas fraternidades laicales existía siempre un compromiso social de cara a los más necesitados. Dentro de tales coordenadas se desarrolló la vida de nuestra santa.
Se destacaba en ella la fidelidad a los deberes de esposa y madre, así como su entrega a auxiliar a los oprimidos, a los pobres y enfermos; los curaba con sus propias manos sin temor al contagio. Hacía esto en hospitales de los cuales fue verdadera animadora, como lo fue, asimismo, de la construcción de conventos. Se le atribuyen milagros de curaciones en vida y después de muerta.
Su fallecimiento tuvo lugar en plena juventud, seguramente en 1252, por tanto, hacia los 32 años de edad. Recibió sepultura cerca de su castillo de Lemberk, en la iglesia dominicana de San Lorenzo de Jablonné, donde hasta el presente se veneran sus reliquias. Gozó de fama de santidad en vida y después de muerta; la veneración hacia ella se extendió también fuera del país. Es verdad que se debilitó un tanto con motivo de las controversias husitas y guerras consiguientes en Bohemia, en el siglo XV, pero bien puede decirse que, pasado aquel tiempo, la veneración se ha mantenido viva a lo largo de los siglos.
El papa San Pío X aprobó su culto en 1908. Pablo VI le dedicó una carta apostólica en 1971; recordaba en ella su sentido de pertenencia a la Iglesia, consagración a profundizar y difundir la doctrina católica, y dedicación a las obras evangélicas. A partir de aquel momento fueron muchas las peticiones que llegaron a la Sede Apostólica -en tiempos durísimos para la nación checa- pidiendo su canonización.
Tras cumplir con las exigencias canónicas del caso, el papa Juan Pablo II declaró en 1994 que constaba de la heroicidad de sus virtudes. Celebró Consistorio público para la canonización el 10 de abril de 1995, y firmó, en Olomouc, las Letras decreta-les en que se le concedía el honor de los santos. Este hecho tuvo lugar el 21 de mayo de 1995, en el marco de una solemne celebración, en que participaron más de trescientos mil fieles. Juan Pablo II destacó en la homilía su extraordinaria capacidad de entrega a los demás. Vivió intensamente su espiritualidad de dominica seglar y supo hacer de sí misma un regalo, en conformidad con el mensaje evangélico: «Hay más alegría en el dar que en el recibir» (Hch 20, 35). Éste fue el secreto de la gran simpatía que ha suscitado siempre. Consideraba el papa que su ejemplo mantiene notable actualidad, sobre todo con relación al valor de la familia que, como la que ella formó, debe estar abierta a Dios, al don de la vida y a la solidaridad con los necesitados. «Nuestra santa -decía textualmente- es un admirable testimonio del "Evangelio de la familia" y del "Evangelio de la vida", que la Iglesia está empeñada, más que nunca, en difundir en este tránsito del segundo al tercer milenio cristiano».
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