sábado, 12 de enero de 2019

Lecturas



Queridos hermanos:
En esto consiste la confianza que tenemos en el Hijo de Dios, en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que le hayamos pedido.
Si alguno ve que su hermano comete un pecado que no es de muerte, pida y Dios le dará vida - a los que cometan pecados que no son de muerte, pues hay un pecado que es de muerte, por el cual no digo que pida -.
Toda injusticia es pecado, pero hay pecado que no es de muerte. Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios lo guarda, y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero yace en poder del Maligno. Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Éste es el Dios verdadero y la vida eterna.
Hijos míos, guardaos de los ídolos.


En aquel tiempo, fue Jesús con sus discípulos a Judea, se quedó allí con ellos y bautizaba.
También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salín, porque había allí agua abundante; la gente acudía y se bautizaba. A Juan todavía no le habían metido en la cárcel. Se originó entonces una discusión entre un judío y los discípulos de Juan acerca de la purificación; ellos fueron a Juan y le dijeron:
«Rabí, el que estaba contigo en la otra orilla del Jordán, de quien tú has dado testimonio, ese está bautizando, y todo el mundo acude a él».
Contestó Juan:
«Nadie puede tomarse algo para sí si no se lo dan desde el cielo. Vosotros mismos sois testigos de que yo dije: “Yo no soy el Mesías, sino que me han enviado delante de él.” El que tiene la esposa es el esposo; en cambio, el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo; pues esta alegría mía está colmada. Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar».

Palabra del Señor.

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