lunes, 20 de febrero de 2017

Lecturas


Toda sabiduría viene del Señor y está con él eternamente.
La arena de los mares, las gotas de la lluvia y los días del mundo, ¿quién los contará?
La altura de los cielos, la anchura de la tierra y la profundidad del abismo, ¿quién las escrutará?
¿Quién ha escrutado la sabiduría de Dios, que es anterior a todo.
Antes que todo fue creada la sabiduría, y la inteligencia prudente desde la eternidad.
La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en las alturas y sus canales son mandamientos eternos La raíz de la sabiduría, ¿a quién fue revelada? y sus recursos, ¿quién la conoció?
La ciencia de la sabiduría, ¿a quién fue revelad? y su mucha experiencia, ¿Quién la conocía? Uno solo es sabio, temible en extremo: el que está sentado en su trono.
El Señor mismo creó la sabiduría, la vio, la midió y la derramó sobre todas sus obras.
Se la concedió a todos los vivientes y se la regaló a quienes lo aman.

En aquel tiempo, Jesús y los tres discípulos bajaron del monte y volvieron a donde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos escribas discutiendo con ellos.
Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo. Él les preguntó:
«¿De qué discutís?».
Uno de la gente le contestó:
«Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen, no han sido capaces». Él, tomando la palabra, les dice:
«¡Generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo».
Se lo llevaron.
El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; este cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre:
«¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?». Contestó él:
«Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua, para acabar con él. Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos». Jesús replicó:
«¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe». Entonces el padre del muchacho gritó:
«Creo, pero ayuda a mi falta de fe».
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo:
«Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él». Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió.
El niño se quedó como un cadáver, de modo que muchos decían que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó, cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas:
«¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?». Él les respondió:
«Esta especie solo puede salir con oración».

Palabra del Señor.

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