sábado, 2 de agosto de 2014

Lecturas


En aquellos días, los sacerdotes y los profetas dijeron a los príncipes y al pueblo: -«Este hombre es reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como lo habéis oído con vuestros oídos.» Jeremías respondió a los príncipes y al pueblo: -«El Señor me envió a profetizar contra este templo y esta ciudad las palabras que habéis oído.
Pero, ahora, enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, escuchad la voz del Señor, vuestro Dios; y el Señor se arrepentirá de la amenaza que pronunció contra vosotros.
Yo, por mi parte, estoy en vuestras manos: haced de mi lo que mejor os parezca. Pero, sabedlo bien: si vosotros me matáis, echáis sangre inocente sobre vosotros, sobre esta ciudad y sus habitantes.
Porque ciertamente me ha enviado el Señor a vosotros, a predicar a vuestros oídos estas palabras. »
Los príncipes del pueblo dijeron a los sacerdotes y profetas: -«Este hombre no es reo de muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro, Dios.»
Entonces Ajicán, hijo de Safán, se hizo cargo de Jeremías, para que no lo entregaran al pueblo para matarlo.

En aquel tiempo, oyó el virrey Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus ayudantes:
-«Ése es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso los poderes actúan en él. »
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le estaba permitido vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes que juró darle lo que pidiera.
Ella, instigada por su madre, le dijo:
-«Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista. »
El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre.
Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.

Palabra del Señor.

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