lunes, 6 de enero de 2014

Homilía



La profecía de Isaías nos presenta la gloria de Dios, que resplandece ante su pueblo.

“Levántate, Jerusalén, que brilla tu luz” (Isaías 60, 1)

Es la luz del Señor que pone fin al exilio e insufla optimismo en el corazón de Israel, porque todos vuelven a su casa.

Las riquezas de otras naciones, que antes no podían soñar, son ahora regaladas al pueblo de Dios para disfrutar con ellas y alabar a Dios.

Pasan así de las tinieblas a la luz, de la desesperación a la esperanza y de la pobreza al bienestar.

La exaltación de Jerusalén como sede del Mesías está reflejada por el salmista en los siguientes términos: “Que se postren ante él todos los reyes y que todos los pueblos le sirvan” (Salmo 71,11).

Por otro lado, San Pablo nos recuerda que el punto de atracción no es ya una capital geográfica o política, sino la persona de Cristo Jesús.
La fiesta que celebramos, la Epifanía del Señor, profundiza todavía más el mensaje de

Navidad, en el que prevalece la manifestación de Dios al pueblo judío, para hacerlo extensible a todos los pueblos de la Tierra.
La Iglesia Ortodoxa une ambas fiestas y celebra hoy la Navidad.

La procedencia de los Magos y el hecho de ser, según la tradición, de tres razas distintas, nos adentra en el más genuino sentido de la fe cristiana: la universalidad.

Jesús viene a salvar no sólo a los que se confiesan cristianos (católicos, ortodoxos, baptistas, luteranos, anglicanos…), sino a los otros pueblos y religiones.

Nos cuesta, a menudo, ser abiertos en nuestra visión del mundo e incluso en nuestra conducta con los otros.

Sin embargo,”Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (I Timoteo 2,4).

El Año de la Fe y de la Nueva Evangelización, recientemente clausurado, nos ha abierto un poco más a las realidades humanas del mundo actual. La sociedad ha cambiado más durante las últimas décadas que en muchos siglos anteriores, gracias a la tecnología, al conocimiento del cosmos, a descubrimientos claves para combatir las enfermedades, a las comunicaciones. En pocas horas sabemos lo que acontece en las zonas más remotas de la tierra., pero seguimos ignorando los secretos del corazón del hombre y las claves para ser felices, que escapan a los exámenes de la ciencia.

El papa Francisco no ha cesado de realizar múltiples llamadas a salir de nuestros ambientes eclesiásticos para llevar la Buena Noticia a los más pobres y alejados.

El comportamiento de los Magos contrasta con la de Herodes y la de los jerarcas religiosos de Jerusalén, estáticos y acomodados en el poder.

Si queremos que la luz de Cristo ilumine nuestros corazones y el camino de nuestras vidas, debemos ser receptivos a los dones de Dios y mantener viva nuestra actitud de búsqueda, lo mismos en el tiempo favorable como en el desfavorable.

Al final, la luz que se oculta y nos deja sumidos en la penumbra vuelve a brillar.
El ejemplo de los Magos nos llama a la reflexión.

¿Qué es lo que oscurece nuestro corazón y nos impide descubrir a Jesús?

¿Por qué los Magos ven la estrella y la gente del entorno de Belén, salvo los pastores, tienen los ojos cerrados al nuevo acontecimiento?

Esta es la paradoja de un Dios, que nace en lugar humilde, olvidado por las autoridades políticas y religiosas de su pueblo, aceptado por los marginados de la sociedad y reconocido como Mesías, Dios y Hombre por los gentiles.

La salvación es un don gratuito de Dios para todos los hombres, sin distinción de razas, condiciones sociales o fronteras que delimiten su acción.

Verle y adorarle en los más desfavorecidos abre caminos de luz y motiva la esperanza de todos los que buscan con sincero afán un mundo más fraterno.

Gocémonos de lo que nos regalan las personas que nos quieren, valoremos su presencia y que nunca nos falte la Luz que disipe las tinieblas de nuestros egoísmos y nos llene con su presencia.

Hoy hemos escuchado un cántico de regocijo y de fiesta. “Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; La gloria del Señor amanece sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra; la oscuridad, los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora... Tus hijos llegan de lejos. Te inundará una multitud de camellos... Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor” Is.60,1-3,6).

También se nos recuerda estos días el salmo 97,3: “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”

Siempre han existido problemas; los mismos Magos anduvieron un tiempo sin guía ni rumbo por Jerusalén, hasta encontrar de nuevo su estrella

Al igual que los Magos, cada uno de nosotros tiene su estrella. A veces se oculta y terminamos perdiéndonos en las encrucijadas de la vida y tenemos que reiniciar una fatigosa búsqueda. Pero el Señor no nos abandona, aunque parece que se olvida de nosotros en las noches oscuras del alma, que describía San Juan de la Cruz. Ahí está, sin embargo, su luz, oculta por las nubes de un mundo materialista, incapaz de mirar hacia arriba y contemplar el resplandor que nos lleva a lo desconocido.

No podemos claudicar en la prueba, porque no estamos solos. Otros han vivido experiencias similares y nos pueden guiar. Es la lucha diaria, la búsqueda que termina en éxito. Vuelve de nuevo la luz y recobramos la confianza.

Ya escribía Pascal que “sólo hay dos clases de hombres razonables. Los que sirven a Dios porque le conocen y los que buscan a Dios porque no le conocen”.

Esta fue la historia de los Magos, hombres inquietos, insatisfechos, que dejaron la comodidad de su propio hogar- como Abraham- para lanzarse a la aventura, a la llamada del corazón.

Nadie que haya experimentado la cercanía de Dios vuelve la vista atrás, al encuentro de falsas seguridades, sino que corre el riesgo de regresar por otro camino.
Si el fiel cristiano, si la Iglesia quiere abrirse caminos hacia el futuro, deberá avanzar por otras rutas alternativas, abiertas por Jesús. La rutina termina en apatías y mediocridades, precursoras del desánimo y el aburrimiento. No es lo que Dios quiere para cada uno de nosotros.

“Hoy todos seguimos buscando una estrella”- decía Javier Gafo- Se llaman técnica, dinero, bienestar, droga, sexo, política, cultura... Y llenamos nuestros cofres, pero siempre están vacíos. Hasta hemos dejado de mirar al cielo, pero la estrella sigue en lo alto.

Miremos hacia las estrellas y corramos el riesgo de seguir su horizonte que, aunque el camino sea largo, merecerá la pena. El Señor es nuestro regalo que nadie ni nada nos podrá arrebatar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario