domingo, 21 de abril de 2013

Homilías


La imagen del buen pastor está profundamente enraizada en el trabajo y en el corazón del pueblo de Israel, un pueblo de agricultores y ganaderos, con primacía de estos últimos. El pastor, que cuida su rebaño, lo guía por buenos pastos y lo defiende de las asechanzas de los enemigos, es una imagen entrañable, que representa a Yahvé, el auténtico Pastor de Israel.
Los profetas recurren a menudo a esta imagen para mostrarnos el corazón amoroso de Dios.
Jesús, siguiendo la tradición del Antiguo Testamento se define a sí mismo como Buen Pastor. Sus ovejas escuchan su voz, lo reconocen y siguen sus pasos, porque se sienten amadas por él. Algo que no hacen con los malos pastores que, lejos de servir al rebaño, se aprovechan de él y lo abandonan cuando surgen las dificultades.

La palabra “poder” está muy desvirtuada en el lenguaje actual, porque muchos de los que ejercen la autoridad se hallan inmersos en la corrupción o tapan a los corruptos.
Esto implica una bajada alarmante de su popularidad.

Los poderes democráticos emanan de la voluntad del pueblo, que elige a los candidatos por los que quiere ser gobernado, pero ignoran cómo se van a comportar en la realidad.

No existen garantías que avalen la elección, puesto que en las campañas para defender candidaturas abundan las trampas, trapicheos y actitudes farisaicas de quienes se presentan como servidores del pueblo, aunque muchos persiguen otros oscuros intereses. Cuando un gobernante se sirve del poder otorgado por el pueblo para crecer económicamente y sojuzgar despóticamente en lugar de servir, traiciona su voluntad y se adentra en un desprestigio profundo de la institución a la que pertenece. Siembra así desconfianzas que son difíciles de atajar a sus sucesores.

Los poderes dictatoriales vienen impuestos por la fuerza y se mantienen merced al chantaje, la violencia y el miedo, alimentado por un núcleo de servidores bien pagados que manipulan y acomodan los intereses del pueblo a “padrinazgos benefactores”. El tirano es como un “dios”, sin el cual no se puede vivir, y sus efigies aparecen en todas las esquinas para recordar su influencia.

Hoy, el poder descansa más en los grupos económicos que en los gobernantes elegidos por el pueblo, y lo ejercen con la idea de que el mercado es la felicidad. Y nos terminan convenciendo mediante sofisticados mensajes de propaganda.

“No ha de ser así entre vosotros”- dice Jesús. El que tiene el poder es el primero que debe dar ejemplo en el servicio, buscando el bien común y no sus propios intereses, defendiendo la realización plena de las personas y sacrificándose, si fuese necesario en beneficio de los más indefensos y necesitados.,

Frente a este poder mediático, van surgiendo grupos de protesta que intentan canalizar la opinión pública de otras maneras, de modo que el hombre mismo sea el sujeto de su libre albedrío en contra de proyectos que están destrozando sus vidas Muchas ONGS trabajan en este sentido.

El poder de Jesús emana de su autoridad. “habla como quien tiene autoridad y no como los escribas y fariseos”, dice la gente. Y su autoridad parte de haber renunciado a todo poder y entregarse con amor al servicio y a la valoración de la dignidad humana.
Por eso su voz llega al corazón y provoca adhesiones en su rebaño, que lo identifica como su PASTOR SUPREMO.

Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan la fidelidad de Dios a su pueblo, al rebaño que El ha escogido. Son los primeros destinatarios del mensaje de Jesús y también de los Apóstoles. De hecho, Pablo y Bernabé comienzan el anuncio del evangelio en las sinagogas, pero buena parte de los judíos lo rechazan, y éste es anunciado a los gentiles, que lo reciben con regocijo.
Como consecuencia de la expansión del cristianismo entre los paganos, surge otro nuevo rebaño,”la Iglesia”, el “nuevo Pueblo de Dios”, que mantiene viva la presencia del Resucitado hasta los confines de la tierra.
Lo forman “una muchedumbre (segunda lectura de hoy), que nadie puede contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos... No pasarán hambre, porque el Cordero que está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas” (Apocalipsis 7).

Desde entonces millones de creyentes hacemos “el camino”; unos a Jerusalén, otros a Roma, otros a Santiago...

“El camino” se inicia desde el momento en que uno se pone en marcha al encuentro del Señor, interiorizando su fe y compartiendo su tenacidad, esfuerzo y amor fraterno con otros, que también afrontan el duro peregrinaje.
En este Año de la Fe y de la Nueva Evangelización, es bueno que revisemos nuestra fe a la luz de la Palabra de Dios y convirtamos a Dios en el eje motriz de nuestras vidas.
Estamos tan sacudidos por el materialismo, los mensajes mediáticos, politiqueos interesados, cultos al cuerpo y múltiples condicionantes que nos esclavizan, que dejamos de lado la necesidad principal. Sabemos de todo y no sabemos nada, porque los mensajes auténticos nos rebotan. Preferimos evadirnos a encontrarnos con nosotros mismos, con Dios y con los demás.

Necesitamos abrirnos al Camino, a la escucha de la voz del Pastor y al refugio de su redil para darnos cuenta que existen mejores horizontes que los auspiciados por los palabreros modernos de la demagogia y la mentira.
¡Que la voz de Jesús, el Buen Pastor, resuene en nuestros corazones y lo sigamos como fiel rebaño!.

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