domingo, 4 de septiembre de 2011

Homilía


La crítica constructiva.

La conciencia crítica es necesaria como servicio al bien común. Pero, no toda conciencia crítica es buena.
La crítica, hecha a la luz del Espíritu , es una virtud de la que, a menudo, carecemos los cristianos, porque nos resulta más cómodo acuartelarnos bajo el manto de la obediencia ciega, de la sumisión a las normas establecidas sin preguntarnos por nada. Esta sumisión irresponsable nos incapacita para tomar decisiones por nosotros mismos olvidando, como dice San Juan, que “la verdad nos hará libres”.
Lo malo es que este conformismo estúpido es frecuentemente interpretado como sinónimo de santidad, de humildad y rodeamos de aureola lo que no deja de ser un estancamiento estéril.
Es más fácil huir de la realidad, esconder la cabeza debajo del ala, contemplar las aguas turbulentas desde la orilla, sin implicarnos en el centro de la corriente del gran río de la vida.

Esta actitud siempre fue bien acogida por los regímenes autoritarios que desde las leyes dictadas por ellos controlaban las conciencias de los ciudadanos y los “rebeldes” eran tomados como enemigos de la sociedad o incluso de la religión.
De esta manera muchos de nosotros hemos ido creciendo desde estos falsos valores en una cierta psicosis de culpabilidad cuando hemos “atropellado” dicha ley., parapetados en el temor

El mensaje bíblico nos invita a permanecer en el lugar donde vive la gente y, con ella, trabajar, afanarse y luchar. Como cristianos estamos “condenados” a ser solidarios y a mirar por nuestros hermanos, los hombres, y muy especialmente por los más necesitados de nuestra ayuda.
Lo refleja el profeta Ezequiel, que pone en boca del Señor palabras como éstas: “ “Si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta; si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida” (Ezequiel 33, 9).

Debemos ejercer la crítica, siempre y cuando estemos dispuestos a aceptar la crítica de los demás. Algo nada fácil por el natural egoísmo.

La crítica constructiva, realizada desde el respeto y la consideración hacia quien queremos corregir, nos humaniza, nos responsabiliza y nos adentra en el mundo de los seres libres que Dios quiere.
“A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley “ (Romanos 13, 8).
Cuando esto ocurre, la persona crece en autoestima, se relaciona en madurez con todo su entorno, fomenta la creatividad y participa plenamente en el desarrollo humano y cristiano de la sociedad y la Iglesia.

La crítica negativa.

Hay una crítica enfermiza que parte del resentimiento, del egoísmo humano, la envidia, la venganza... que se esconde bajo una positiva apariencia de interés, pero que busca la destrucción de la persona. Debemos descartarla como contraria al evangelio.
Lo mismo cabe decir de las ideas fijas, de los juicios de valor que con tanta ligereza proferimos y que tanto daño causan a la fama del hermano. Creamos así estereotipos y etiquetas que encorsetan a la persona y la convierten a nuestros ojos en un ser marcado para siempre con el sambenito de nuestra incomprensión.. Nos cerramos así a la posibilidad del cambio, a la conversión cristiana., a la transformación que genera la madurez y la mirada a los ojos de Dios.
Todos merecemos una oportunidad y ojalá que evolucionemos para bien.

Mensaje de hoy.

Las lecturas del día de hoy nos retan precisamente a salir del pasotismo y a involucrarnos en las realidades evangélicas.
Cuando prevalece el amor y el interés por el hermano, podemos ejercer la corrección fraterna,
sabiendo que será bien interpretada.
Existe una mala entendida claridad:- “yo soy así de sincero ; suelto las verdades a la cara-, ejercida con acritud, sin delicadeza, que en lugar de ayudar conlleva rejones de muerte y termina creando complejos y depresiones. Lo vemos constantemente en las pantallas de televisión, desde donde con una frivolidad pasmosa se arremete contra el otro y se busca el conflicto.
Pero, las desviaciones no justifican el rechazo a la crítica.

En nuestras circunstancias actuales de opresión, violencia estructural o esclavitud económica, es necesario este tipo de crítica que forma parte de la ética universal y que opta por una sociedad global, solidaria y humanizadora, para hacer frente a la ética del mercado y el lujo.

Por eso la corrección fraterna no es una mera estrategia sociológica para recuperar la comunicación, sino una espiritualidad que nace del mismo Dios que ha venido a liberarnos en Cristo Jesús, y a quien tenemos que recurrir, sostenidos por la oración, como garantía de una auténtica liberación.
De esta forma, la corrección fraterna es un sacramento para quien la ofrece y para quien la recibe.

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