martes, 16 de agosto de 2011

Lecturas



En aquellos días, el ángel del Señor vino y se sentó bajo la encina de Ofrá, propiedad de Joás de Abiezer, mientras su hijo Gedeón estaba trillando a látigo en el lagar, para esconderse de los madianitas.
El ángel del Señor se le apareció y le dijo: -«El Señor está contigo, valiente.» Gedeón respondió: - «Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: “De Egipto nos sacó el Señor « La verdad es que ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado a los madianitas?»
El Señor se volvió a él y le dijo:
-«Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío.»
Gedeón replicó:
-«Perdón, ¿cómo puedo yo librar a Israel? Precisamente mi familia es la menor de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre. »
El Señor contestó:
-«Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre. »
Gedeón insistió:
-«Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo. No te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda y te la presente. »
El Señor dijo:
-«Aquí me quedaré hasta que vuelvas.»
Gedeón marchó a preparar un cabrito y unos panes ázimos con media fanega de harina; colocó luego la carne en la cesta y echó el caldo en el puchero; se lo llevó al Señor y se lo ofreció bajo a encina.
El ángel del Señor le dijo:
-«Coge la carne y los panes ázimos, colócalos sobre esta roca y derrama el caldo.»
Así lo hizo. Entonces el ángel del Señor alargó la punta del cayado que llevaba, tocó la carne y los panes, y se levantó de la roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor desapareció.
Cuando Gedeón vio que se trataba del ángel del Señor, exclamó:
-« ¡Ay Dios mío, que he visto al ángel del Señor cara a cara!»
Pero el Señor le dijo:
-« ¡Paz, no temas, no morirás!»
Entonces Gedeón levantó allí un altar al Señor y le puso el nombre de «Señor de la Paz».



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados:
-«Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
-«Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.»
Entonces le dijo Pedro:
-«Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar? »
Jesús les dijo:
-«Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.
El que por mi deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.
Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros. »


Palabra del Señor.

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