lunes, 15 de agosto de 2011

Homilía


Prolegómenos.

Esta fiesta se enmarca en pleno verano, después de la cosecha de los cereales y cuando la gente dispone de tiempo libre en las tareas del campo y de vacaciones para buena parte de los españoles.
Numerosas ciudades y pueblos celebran hoy sus fiestas patronales, en las que se suceden las procesiones, juegos, bailes y danzas en honor de la Virgen María.
Por esta época suelo estar de vacaciones en mi pueblo natal, ubicado al norte de la provincia de Palencia y ayudar al cura en algunos de los 16 pueblos que atiende habitualmente; no llegan entre todos a los 700 habitantes en invierno. La emigración a las grandes ciudades ha reducido su población a gente mayor y algunos jóvenes que cultivan los campos con sofisticada maquinaria agrícola.
Las tradiciones: rezo del ángelus a las 12 de la mañana, reuniones en la casa-concejo, trabajos comunitarios para adecentar los pueblos, hermandad entre los vecinos... se han ido perdiendo. Parecen “pueblos muertos” en invierno, pero durante el verano recobran nueva vida y sus hijos de fuera acudimos a rescatar viejas tradiciones y añoranzas, que configuraron la convivencia alegre y bullanguera de la infancia.

Y este día de la Dormición, Tránsito o Asunción de la Virgen María al cielo, parece el más adecuado para organizar una romería a la ermita, juegos de cucaña, concursos de mus, tute, brisca, lanzamiento de tangos o bolos, carreras, bailes. El pueblo participa comunitariamente de un paréntesis de gozo y entusiasmo antes de entrar en la interminable soledad, con paisajes idílicos y el aire puro de la montaña, que tanto echamos en falta al entrar en la ciudad.
Si en nuestros pueblos hubiera industria y buenas comunicaciones, nadie saldría fuera a trabajar, porque disfrutan de una calidad de vida inmejorable.

Sin embargo, la vida nos trae y nos lleva. Al igual que en la ciudad, el pueblo ha cambiado su forma de vivir, pues dispone de más recursos y comodidades, pero el individualismo, el dinero abundante y la pérdida progresiva de valores ha deteriorado las r elaciones humanas y dado paso a diversiones sin control. Los pocos jóvenes que aún quedan trasnochan cada fin de semana en las salas de fiesta del centro comarcal y duermen durante el día. Se quejan después del toque de las campañas que perturban su sueño dominical. En todas partes “se cuecen habas”, como se suele decir.

Lo positivo viene avalado por Mons. Nicolás Castellanos, que tras varios años como Obispo de Palencia, dejó la diócesis para incorporarse como coadjutor a una obra misionera en Bolivia. Trabajó y luchó para que fueran restauradas las viejas ermitas , donde se aglutina la piedad popular, para que no se perdiera la identidad y cultura cristiana.
Gracias a esta iniciativa, estos pequeños templos, sirven como lugar de encuentro, de oración y remanso de paz.

Asunción de la Virgen María.

El dogma de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos, fue proclamado en 1.950 por el papa Pío XII, aunque ya estaba muy presente en el alma del pueblo entre los primitivos cristianos.
La Virgen es imagen y primicia de la iglesia que será glorificada y anticipo de la plenitud de la salvación e inspiró aquella famosa procesión de antorchas en la noche estrellada de Efeso, aclamando a María como ”theotokos”, Madre de Dios.

“Con razón, evocan los textos litúrgicos de hoy, no quisiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro”

Las lecturas hacen alusión al dogma que celebramos. Así, la imagen del Apocalipsis sobre” la mujer vestida de sol, la luna por pedestal y coronada de doce estrellas” es aplicada en la Iglesia a María.
El triunfo de Jesucristo sobre la muerte y el pecado, se refleja en María, la Inmaculada, como corredentora en la obra salvadora de Cristo, pues el Poderoso la escogió y la enalteció para mostrar a los hombres la realidad misteriosa a la que todos somos llamados.

Fiesta de gozo y esperanza.

En María contemplamos un modelo a seguir, un símbolo de esperanza, pues imitando su ejemplo podemos, como ella recorrer nuestro itinerario personal y tener un final feliz.
La figura de Marías nos dice que estamos en la vida no para buscarnos a nosotros mismos, sino para caminar alegremente, con prisa, para servir a los demás.

Quiero citar a este respecto un escrito del P. Javier Gafo, jesuita fallecido hace unos años: “ En nuestra lucha continua contra los dragones rojos que amenazan nuestra existencia, en nuestros interrogantes, muchas veces angustiosos y desesperanzados, sobre si tiene sentido lo que hacemos en la vida, los sacrificios que los padres hacen por los hijos y los que acompañan la vida familiar, la lucha por la honestidad y la limpieza en un mundo tan materialista y corrupto, debe quedar ahí, en lo alto, esa imagen gloriosa que nos habla de que la muerte será definitivamente aniquilada y que el final de nuestra historia no es una palabra de muerte, sino de vida, no de caída en la nada y en el vacío, sino de resurrección”

No es fácil conocer los sentimientos que embargan a tantos devotos de la Virgen María, que buscan remedio a sus dolencias, fortaleza en su fe, apoyo en sus tribulaciones, gratitud en sus logros, razones para seguir viviendo. Lo que sí es cierto es el fervor del pueblo cristiano por seguir los pasos de María y mantener la esperanza en un mundo nuevo. Baste como botón de muestra acudir a santuarios tan emblemáticos como Lourdes, Fátima, Krasna Gora, Guadalupe... para darnos cuenta hasta dónde llega la humanidad peregrina, al encuentro de Cristo a través de María.

El evangelio.

El relato de la visitación de María a su prima Isabel es una invitación a seguir su ejemplo, imitando sus actitudes, su espiritualidad, en tres importantes facetas:

1.- María, al ser alcanzada por Dios y sentirse agraciada por El no se transforma en una mística pasiva, que se recrea con la presencia del Hijo de Dios en su seno.
2.- María sale de su encierro místico, se pone en camino y sale al encuentro de la humanidad necesitada, representada en Isabel, para llevar la Fuente de la Vida que se gesta en su vientre.

3.- María reconoce, dentro de su pequeñez, la grandeza de Dios al fijarse en Ella.

Hoy la “villa y corte” de Madrid celebra la fiesta de la Virgen de la Paloma, llamada así por la calle donde fue encontrada la imagen.
Como paloma blanca que sobrevuela por nuestras vidas, María sigue enseñándonos el itinerario a seguir si queremos ser realmente sus hijos.

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