miércoles, 13 de julio de 2011

Lecturas



En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios.
El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo:
-«Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza. »
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
-«Moisés, Moisés.»
Respondió él:
-«Aquí estoy. »
Dijo Dios:
-«No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.»
Y añadió:
-«Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.»
Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios.
El Señor le dijo:
-«El clamor de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios.
Y ahora marcha, te envió al Faraón para que saques a mi pueblo, a los israelitas.»
Moisés replicó a Dios:
-« ¿Quién soy yo para acudir al Faraón o para sacar a los israelitas de Egipto?»
Respondió Dios:
-«Yo estoy contigo; y ésta es la señal de que yo te envió: cuando saques al pueblo de Egipto, daréis culto a Dios en esta montaña.»



En aquel tiempo, exclamó Jesús:
-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»

Palabra del Señor.

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