sábado, 30 de abril de 2011

Mañana es:


Mañana es el 1 de Mayo y se inicia el MES de MARIA, en homenaje a la MADRE de JESUS, nos contara una historia diaria que nos ayudara a reflexionar sobre nosotros y nuestra vida, así como sobre nuestro entorno familiar y de todos aquellos que nos rodean.

Espero que os guste y lo sigáis con ilusión.

A continuación unas pequeñas sugerencias que pueden venir muy bien para reflexionar y centrarnos en nosotros mismos.

DOS IDEAS PREVIAS

Se trata de que hagas oración cada día. Todos los días puedes empezar el rato de oración con la "oración inicial para cada día"; después leyendo con atención el "texto de cada día", a continuación hablas con Dios y con María; por último, terminas rezando la "oración final".

1. PROHIBIDO CORRER:
Es corto; no tengas prisa en acabar. No es leer y ya está. Dale tiempo a que Ella te hable.

2. LO QUE NO ESTÁ ESCRITO.
¿Sabes qué es lo mejor de este texto? Lo que no está escrito y tú le digas; la conversación que tú, personalmente, tengas con María.

LA ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA
Santa María, ¡Madre de Dios y Madre mía! Eres más madre que todas las madres juntas: cuídame como Tú sabes. Grábame, por favor, estas tres cosas que dijiste:

"NO TIENEN VINO": presenta siempre a tu Hijo mis necesidades y las de todos tus hijos.

"HACED LO QUE ÉL OS DIGA": dame luz para saber lo que Jesús me dice, y amor grande para hacerlo fielmente.

"HE AQUÍ LA ESCLAVA DEL SEÑOR": que yo no tenga otra respuesta ante todo lo que Él me insinúe.

LA ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA

¡OH SEÑORA MÍA, Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti; y en prueba de mi amor de hijo te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, Madre buena, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén

Lecturas



En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, se sorprendieron y descubrieron que habían sido compañeros de Jesús. Pero, viendo junto a ellos al hombre que habían curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del Sanedrín, y se pusieron a deliberar:
- « ¿Qué vamos a hacer con esta gente? Es evidente que han hecho un milagro: lo sabe todo Jerusalén, y no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos que vuelvan a mencionar a nadie ese nombre.»
Los llamaron y les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pedro y Juan replicaron:
-« ¿Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? juzgadlo vosotros.
Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.»
Repitiendo la prohibición, los soltaron. No encontraron la manera de castigarlos, porque el pueblo entero daba gloria a Dios por lo sucedido.



Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María
Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
- «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»

Palabra del Señor.

Lecturas



En aquellos días, mientras hablaban al pueblo Pedro y Juan se les presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y lo saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Le echaron mano y, como ya era tarde, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente. Muchos de los que habían oído el discurso, unos cinco mil hombres, abrazaron la fe.
Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas; entre ellos el sumo sacerdote Anás, Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes. Hicieron comparecer a Pedro y a Juan y los interrogaron:
- «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso?»
Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondió:
- «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros.
Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos. »


En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
- «Me voy a pescar.»
Ellos contestan:
- «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
- «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron:
- «No.»
Él les dice:
- «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
- «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
- «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres.
Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
- «Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.


Palabra del Señor.

Lecturas




En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al pórtico de Salomón, donde ellos estaban. Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra:
- «Israelitas, ¿por qué os extrañáis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos.
Como éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros.
Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; a ver si el Señor manda tiempos de consuelo, y envía a Jesús, el Mesías que os estaba destinado. Aunque tiene que quedarse en el cielo hasta la restauración universal que Dios anunció por boca de los santos profetas antiguos.
Moisés dijo: “El Señor Dios sacará de entre vosotros un Profeta como yo: escucharéis todo lo que os diga; y quien no escuche al profeta será excluido del pueblo.” Y, desde Samuel, todos los profetas anunciaron también estos días.
Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: “Tu descendencia será la bendición de todas las razas de la tierra.” Dios resucitó a su siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros, para que os traiga la bendición, si os apartáis de vuestros pecados.»



En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:
- «Paz a vosotros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:
- « ¿Por qué os alarmáis?;” ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona.
Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
- « ¿Tenéis ahí algo de comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
- «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
- «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto.»


Palabra del Señor.

Lecturas




En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo:
- «Míranos.»
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo:
- «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.»
Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.



Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
- « ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
- « ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: - « ¿Qué?»
Ellos le contestaron:
- «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo:
- « ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.


Palabra del Señor.

Lecturas




El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos:
- «Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.»
Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
- «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»
Pedro les contestó:
-«Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.»
Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo:
- «Escapad de esta generación perversa.»
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.



En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
- «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta:
- «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
- «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
- «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice:
- «¡María!»
Ella se vuelve y le dice:
- «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice:
- «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.”»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
- «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Palabra del Señor.

Lecturas



El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra:
-«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas:
Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
“Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.”
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que “no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción”, hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado.
Esto es lo que estáis viendo y oyendo.»



En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del .,sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
- «Alegraos.»
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
- «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:
- «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.»
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.


Palabra del Señor.

domingo, 24 de abril de 2011

Domingo de PASCUA 24-04-2011

Estos son los principales puntos que son tratados en la homília del domingo 24 de abril 2011, DOMINGO de PASCUA resumida en una presentación, no obstante como siempre encontrareis la HOMÍLIA completa más abajo.


También queremos comunicaros, que a todos aquellos que les interese recibir en PPS esta presentación, o cualquier otra de las que se disponen en este momento, con mucho gusto se la remitiremos solicitándola a cualquiera de los siguientes correos:


leamos_la_biblia@hotmail.com

o

leamoslabiblia2@gmail.com


Saludos.



Lecturas



En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
- «Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero.
Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»


Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta.
« ¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.


Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.


El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:
- «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. »
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le hablan cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.

Homilía


DOMINGO DE PASCUA

Hoy se celebra en algunos lugares la Procesión del Encuentro entre el Hijo resucitado y la madre dolorida, que se desprende en ese momento de su manto negro para revestirse de otro blanco luminoso. La tristeza da paso a una felicidad incontenible.
Hoy es el día más grande de la liturgia cristiana; es la fiesta de todas las fiestas. Porque si algo da sentido a nuestra fe es la Resurrección de Cristo; como El resucitó, nosotros también resucitaremos.
El cirio pascual, colocado en un lugar destacado del presbiterio, nos recuerdo este acontecimiento y brota de nuestros corazones un sonoro y gozoso “Aleluya”.
También recitamos, a partir de hoy y durante todo el tiempo pascual, el “Reina del cielo, alégrate”, en honor de la Virgen María.

“Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver” ( Hechos 10, 40).

Nos sorprende positivamente el anuncio del apóstol San Pedro en casa de un centurión pagano llamado Cornelio.
Pedro, que había traicionado al Maestro y había llorado amargamente su culpa, es perdonado por Jesús y reafirmado en su primacía como cabeza de la Iglesia. Es el que toma la palabra y proclama “ lo que sucedió en el país de los judíos con Jesús de Nazaret, que pasó haciendo el bien y a quien Dios resucitó al tercer día de entre los muertos. (Hechos10, 37)
La experiencia del Resucitado impulsa a los Apóstoles al anuncio sin desmayo del primer kerigma cristiano, que San Pablo recibe de los Apóstoles y que a su vez transmite a los Corintios: “Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras” (I Corintios 15, 4-6).

El anuncio evangelizador se convierte para todos los creyentes en Jesús en una necesidad: Cristo vive, ha resucitado, está en medio de nosotros y no nos abandona.

Esta convicción impulsa también hoy a millones de personas, que no se limitan a seguir pasivamente la doctrina de Jesús, sino que se convierten en misioneros, dando a los demás un don gratuitamente recibido. Y se juegan, si es preciso, la vida, porque saben que la recuperarán de nuevo.
Mucha gente tomó a los Apóstoles por locos ilusos o borrachos.

No temáis, yo he vencido al mundo.

Pasados más de dos milenios, millones de hombres y mujeres se debaten en la incertidumbre ideológica, en la inseguridad económica y profundas dudas existenciales. Hemos empezado a conquistar el espacio exterior, se ha sofisticado la técnica y contamos con medios para conocer al instante lo que sucede en diversos lugares de nuestro planeta, pero hemos retrocedido en el sistema de valores que presiden nuestra sociedad.
Nos hemos convertido en esclavos de nuestras comodidades, porque tenemos muchas cosas, pero disfrutamos menos que quienes poco poseen. El secreto de la vida es la paz con uno mismo y el diálogo y la comunicación fluido con los seres que amamos, pues la felicidad no viene dada por los bienes materiales que poseemos, sino por la convicción de sentirse amado y amar.
El amor, avalado por la presencia cercana de Jesús, es para un cristiano lo único eternizable de la vida y el mejor antídoto para desechar los reiterados “cantos de sirena”
que nos ofrecen para salir del aburrimiento.
En todos los hombres y mujeres hay un sustrato religioso, incluso entre los que se confiesan ateos, un anhelo de vivir siempre.
“No quiero morirme, decía Miguel de Unamuno- no, no, no quiero ni puedo quererlo; quiero vivir siempre, siempre, siempre, y vivir yo, este pobre yo que soy y me siento ser ahora y aquí”. Es un grito que no queda sin respuesta, sino que está abierto a una esperanza viva. Lo afirma San Pablo en la lectura de Colosenses 3, 3: “ Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios”.
Cristo resucitado nos sigue repitiendo: “No temáis; yo he vencido al mundo”.
Y desde Cristo podemos decir que nuestros seres queridos no han desaparecido para siempre y que nos encontraremos con ellos en un reino nuevo y feliz.
La vida humana y su final no será un fracaso, porque las ataduras de nuestros pecados desaparecerán cuando nos llegue la liberación definitiva y Dios lo sea todo en todos.

La tumba vacía.(Juan 20, 1-9)

El relato del evangelio según San Juan, que nos presenta a María Magdalena ante el sepulcro vacío, y posteriormente a Pedro y Juan, no es una prueba definitiva sobre la resurrección de Cristo, porque como afirman algunos sabios “no se puede aislar el gen divino en un laboratorio”, pero sí es una de las formas que utilizaban los primeros cristianos para manifestar su fe en la resurrección.

Se dice que el primer discípulo que entró en el sepulcro “vio y creyó”. Después entró el otro, y también “vio y creyó”. ¿Qué es lo que vieron para creer y entender de pronto las Escrituras?

Los defensores de la autenticidad de la Sábana Santa de Turín como el lienzo que envolvió a Jesús después de muerto, exhiben como uno de sus argumentos este pasaje evangélico.
Es cierto que la Santa Sábana sigue siendo un misterio para los científicos. Los más recientes análisis sobre un trozo del lienzo cifran su origen en la Edad Media. Sin embargo, el muestrario tomado parece ser una costura añadida para reparar los daños de un incendio. Pero hay datos favorables a la hipótesis de ser un reliquia del siglo I.
La ciencia irá desvelando el misterio. Sean cuales sean los resultados, nosotros continuaremos afirmando que “Dios lo resucitó”, amparados en la fe de la Iglesia y en la larga cadena de múltiples testigos.

Es muy actual la invitación de San Pablo a “buscar los bienes de arriba”, porque entre tantas corruptelas, cambios de opinión, sentencias injustas y engaños combinados , no podemos mantener nuestra confianza en los hombres ni en el dinero.
Jesús resucitado es nuestra suprema garantía.

Meditemos la larga y bellísima secuencia pascual que canta el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte, y reafirmemos nuestra fe en Él.

FELIZ PASCUA

sábado, 23 de abril de 2011

Mañana es:


De acuerdo con los escritos cristianos, el Domingo de Pascua es el día en el cual Jesús salió de su sepulcro.
Este hecho es fundamental para el cristianismo.
La historia cuenta que en cuanto se hace de día, tres mujeres van al sepulcro donde Jesús estaba enterrado y ven que no está su cuerpo.
Un Ángel les dice que ha resucitado.
Van donde está la Virgen con los Apóstoles y les dan la gran noticia.
Mientras tanto, Pedro y Juan corren al sepulcro y ven las vendas en el suelo.
El desconsuelo que habían tenido la noche anterior se transforma en un júbilo general. Rápidamente lo transmiten a los demás Apóstoles y discípulos y todos permanecen con la Virgen en espera del gran momento de volver a encontrarse con el Señor.
Fueron los primeros cristianos quienes transformaron la celebración de la Pascua judía en la fiesta cristiana de la resurrección de Jesús de Nazaret, celebrada el domingo siguiente a la luna llena, posterior al equinoccio de primavera.
Esta fiesta determina además el calendario móvil de otras fiestas, incluidas entre ellas la Ascensión (la subida de Jesús al cielo) que se celebra 40 días después y el Pentecostés, 10 días después de la Ascensión.
La semana anterior a la Pascua de Resurrección es la Semana Santa, que comienza con el Domingo de Ramos que conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.

Reflexión del día

BUENOS DÍAS:


FELIZ SABADO SANTO


Nos hallamos en el final del triduo pascual, las fechas tan señaladas de la Semana Santa. Han sido los días del amor más grande. "Nadie tiene amor más grande -dijo Jesús- que el que da la vida por sus amigos".
Eso hizo Jesús. Eso fue el sentido de su vida. Esto es lo que celebramos estos días. El escritor francés Gabriel Marcel escribió "amar a alguien es decirle: tú no morirás nunca para mí". La muerte de Jesucristo no acabó en el sepulcro sino que floreció para siempre en la resurrección, signo de su triunfo definitivo y primicia del nuestro. Ahora, durante cincuenta días, celebraremos la resurrección de Jesucristo.
En los días del triduo pascual y en las jornadas de la cincuentena pascual, los días del amor más grande, comprobamos inequívocamente el inconmensurable amor de Dios al mundo en los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Son misterios de cruz. Son misterios de luz. Son misterios de dolor. Son misterios de gloria sin ocaso:
“La cruz -escribió José Luis Martín Descalzo- es la gloria. La gloria es la cruz. Jesús no sufrió y después -el domingo- fue glorificado. La gloria de Jesús estaba ya en las entretelas de la cruz. El viernes santo y el domingo de pascua se juntan. Son un único día. Hasta que el hombre no comprenda esto tiene incompleta su alma".

De la cruz a la luz

"Cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". "Ha llegado la hora de que sea glorificado el hijo del hombre. En verdad, os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda infecundo. Pero si muere, da mucho fruto". Y es que "el que se humilla, será enaltecido".
Al alba del tercer día, la cruz reventó en vida y en resurrección. El amor no podía quedar estéril. El amor nunca es infecundo. El amor es siempre vida. La cruz es la luz. Y la cruz floreció hasta la eternidad. "No busquéis entre los muertos al que vive. ¡Ha resucitado según había predicho! Id a Galilea. Allí le veréis".
Si nada hay más grande sobre la tierra que la cruz de Cristo, nada hay más grande todavía sobre cielos y tierras que la cruz florecida, que la cruz transfigurada, que la cruz resucitada de la pascua siempre nueva. La historia de la humanidad y del hombre -escribió Bonhöeffer- es un grito unánime y muchas veces hasta desesperado de resurrección.

Lecturas




Al principio creó Dios el cielo y la tierra.
Y dijo Dios:
- «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.»
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:
- «Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.»
Y dijo Dios:
- «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.»
Y así fue.
Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.


En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole:
- «¡Abrahán!»
Él respondió:
- «Aquí me tienes.»
Dios le dijo:
- «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.»
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
- «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó:
- «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó:
- «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
- «Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»


En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
- «¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divide lo, para que -los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros. »
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros.
Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio, desde la columna de fuego y nube, y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente.
Y dijo Egipto:
- «Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto. »
Dijo el Señor a Moisés:
- «Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes.»
Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su encuentro, y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar.
Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.


En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron corno muertos. El ángel habló a las mujeres:
-«Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado, No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacia e id aprisa a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis.” Mirad, os lo he anunciado.»
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discipulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
-«Alegraos.»
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
-«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»

Palabra del Señor.

viernes, 22 de abril de 2011

Mañana es:


Día de la Semana Santa en el que la Iglesia católica conmemora a Jesús en el sepulcro. El sábado Jesús yacía en su tumba para el desconsuelo de los apóstoles que estaban convencidos de que todo había acabado.
Mientras tanto, su madre recordaba las palabras del Señor cuando predecía "Al tercer día resucitaré".
En este día tiene lugar una de las principales celebraciones religiosas de todo el año: la Vigilia Pascual, que se realiza luego de las 6 pm. La Vigilia es la más grande y santísima noche del año, la celebración antigua más importante y más rica de contenido. En ella se vela para expresar que los fieles siguen en la espera, en la vigilancia y en la esperanza de la venida del Señor, del cumplimiento del nuevo y definitivo paso con él.

Lecturas




Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ti¡ tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos corno ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.



Hermanos:
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presento oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.


C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde habla un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos.
Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ - «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. - «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ - «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles:«Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ - «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. - «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ - «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mi, dejad marchar a éstos.»
C. Y así se cumplió lo que habla dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.»
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ - «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
Llevaron a Jesús primero a Anás
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judios prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que habla dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.»
Simón Pedro y otro discípulo seguian a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacia de portera dijo entonces a Pedro:
S. - «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. - «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias hablan encendido un brasero, porque hacia frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina.
Jesús le contestó:
+ - «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. - «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ - «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy
C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. - «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. - «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. - «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.
Mi reino no es de este mundo
C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. - «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. - «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. - «Lleváoslo vosotros y juzgadIo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. - «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. - «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ - «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mi?»
C. Pilato replicó:
S. - «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ - «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. - «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ - «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
«Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. - «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad.
¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. - «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido.
¡Salve, rey de los judíos!
C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. - «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. - «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. - «Aquí lo tenéis. »
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. - «¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. - «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S. - «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asusto aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. - «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta.
Y Pilato le dijo:
S. - «¿A mi no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ - «No tendrías ninguna autoridad sobre mi, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
¡Fuera, fuera; crucifícalo!
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. - «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado » (en hebreo Gábbata). Era el dia de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.
Y dijo Pilato a los judíos:
S. - «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. - «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. - «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. - «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Lo crucificaron, y con él a otros dos
C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.»
Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. - «No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.”»
C. Pilato les contestó:
S. - «Lo escrito, escrito está.»

Palabra del Señor.

jueves, 21 de abril de 2011

Mañana es:



Es un día crucial en la liturgia cristiana y la conmemoración de la muerte de Cristo en la cruz.
Luego de su encarcelamiento Jesús es sometido a un juicio, donde sufre torturas aberrantes.
Es en ese mismo momento donde recibe la corona de espinas sobre su cabeza y le cargan la cruz. Así, Cristo recorre la ciudad de Jerusalén con la pesada cruz de madera en dirección al Calvado.
A horas del mediodía el Señor es crucificado.
Más tarde, para certificar su muerte le clavan una lanza confirmando el fallecimiento.
A la noche, los fieles desclavan el cuerpo de Cristo y lo entregan a su madre, para finalmente enterrarlo en el sepulcro.
Ese mismo día Judas, arrepentido de su traición, se ahorca y acaba con su vida.
Durante el Viernes Santo se realiza la adoración del Árbol de la Cruz y el Vía Crucis.
Es el único día del calendario litúrgico donde no se celebra la eucaristía.