domingo, 20 de junio de 2010

Homilías


LA INDECISIÓN

Seguir a Jesús

Seguir a Jesús es el gran reto del cristiano. Pero, para seguirle es necesario enamorarse de su persona y de su mensaje, revestirse de él, como nos recuerda hoy San Pablo.
Esto implica formar parte de su familia, a la que accedimos a través del bautismo, compartir nuestros sentimientos y nuestras vivencias con las personas que amamos, y los momentos difíciles y las pruebas con las mismas actitudes que Jesús.
Iremos viendo, a lo largo de los próximos domingos, la figura de Jesús en contacto con la gente del pueblo y las autoridades, así como su mensaje salvador.
Todos hablan de prodigios y maravillas; la multitud se siente seducida por la personalidad del Maestro. Se ha convertido en un personaje de moda, que aglutina las esperanzas del pueblo. Los “fans” le cercan a dondequiera que vaya, ansiosos de tocarle y escuchar su palabra.

Actitud de Jesús ante la gente

Pero Jesús, a pesar de su popularidad, no se deja embaucar ni alimentar en su orgullo por el éxito aparente de su mensaje. Sabe cuán voluble es la masa, que tan pronto exalta como hunde al personaje en candelero, y lanza la pregunta. “¿Quién dice la gente que soy yo?”
Sin embargo, quienes le interesan de verdad son aquellos que le han seguido desde la primera hora y han compartido con El trabajos, tribulaciones, alegrías y proyectos.
Quiere, sobre todo, sentirse amado y valorado por los suyos.

Decisión y fidelidad

Y es en este punto donde se centra la liturgia del domingo de hoy: DECISIÓN Y FIDELIDAD. Dos puntos vitales en las exigencias evangélicas.

La decisión suele ser fruto de la adhesión a una persona o a una obra, que empapa todo el tejido de su voluntad y le permite actuar en consecuencia.
En las democracias occidentales solemos tener frecuentemente elecciones para votar candidatos a ocupar el poder, que tratan de demostrar mediante campañas sugerentes un proyecto político concreto, presentado con el atractivo propio de los spots publicitarios.
Aquí, se resaltan las ventajas, las luces del candidato, mientras se camuflan sus defectos y desventajas. Interesa más la economía personal o gremial que el servicio a una causa, aunque ésta aparezca en primer término en la campaña. El pueblo lo sabe, y por eso, aumenta el porcentaje de los indecisos, que se van volviendo escépticos por el reiterado incumplimiento de promesas nunca satisfechas.
Esta indecisión la arrastramos también a la vida económica y social. Dejamos que otros elijan por nosotros los productos que debemos consumir con tal de no ir contra corriente o salir de nuestra comodidad.

El cambio de actitud lleva a todo buen cristiano a tomar postura clara, responsable e independiente por seguir a Jesús, sin aceptar presiones externas que condicionen su libertad.

La fidelidad profundiza todavía más en la adhesión personal. Hay fe y amor inquebrantable, capaz de superar las pruebas y dejarse guiar por quien marca el camino a seguir, o, en cualquier caso de dialogar en la toma de decisiones.
Esta es la fidelidad que pide Jesús a sus seguidores, pues una vez que se ha asumido un objetivo no se puede volver atrás ni renunciar a esa adhesión: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará”.

San Ignacio, sintió sacudir sus resortes interiores cuando, después de haber sido herido en el cerco de Pamplona, vivió un largo retiro espiritual en la “cueva de Manresa” y meditó sobre estas palabras de Jesús. Desde entonces entregó enteramente su vida hacia una militancia activa con Jesús y llamó a la institución por él fundada “Compañía de Jesús.”

La fidelidad es capaz de superar todo tipo de diferencias. San Pablo enumera las de entonces: esclavos y libres, judíos y paganos, hombres y mujeres, que curiosamente quedan automáticamente superadas cuando se trata de seguir a Jesús. Los primeros cristianos se sentían liberados de esas leyes esclavizantes y todos se consideraban hermanos, sujetos de los mismos derechos y deberes.
La única ley que libera es EL AMOR.

De ahí que haya habido tantos creyentes a lo largo de la historia que prefirieron morir antes que renunciar a una fidelidad liberadora, que era el motor de sus vidas y de sus esperanzas de plenitud en Cristo Jesús. Supieron desprenderse de la vida “vieja” para adentrarse en la “nueva” con “el Mesías de Dios”

Pedro dio en la diana y se ganó el reconocimiento por su osadía e intuición de hombre fiel, con todo su bagaje de limitaciones, equivocaciones y desvíos, pero con el sello del Maestro y su amor impreso en su corazón.

“Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo” (Gal.3, 26)

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