miércoles, 9 de diciembre de 2009

¡¡¡ Feliz Navidad !!!


Son las ocho de la noche, Juan Condori inicia el viaje de retorno a la ciudad de Cochabamba de donde sale todos los días en busca de trabajo. Hoy estuvo en Quillacollo y tampoco encontró ocupación.
Da los primeros diez pasos y las primeras gotas de lluvia se estrellan en el asfalto de la carretera hacia la ciudad del valle; no avanza ni una cuadra y la torrencial lluvia le obliga a buscar refugio en una de las tantas paradas de buses y microbuses que pasan veloces inundados de luz y de gente; no puede viajar en uno de ellos, pues no tiene ni un solo centavo; entre el ensordecedor ruido y las luces que rompen la oscura noche, distingue la extensa carretera que está pronta a tragarse a quienes siguen su ruta.
La imagen del camino, brillante de agua y las luces dispersas, le traen a la memoria otro camino asfaltado, un camino seco bajo un sol radiante y candente que achicharra las plantas de los pies, causa una torturante sed y quema los ojos con la resolana que es látigo de fuego; y el viaje es también una marcha forzada, sólo que son miles los marchantes; es que Juan Condori es un trabajador minero "relocalizado", por no decir despedido de su fuente de trabajo que, junto a su familia, se fue a Cochabamba en busca de mejores días y oportunidades: éstas no llegan y más bien parecen alejarse más.
Amaina la lluvia y reinicia la caminata, desea llegar a la precaria vivienda que le prestaron en Cochabamba, donde le espera la familia. Antonia, su esposa, y sus cinco hijos; la hija mayor, con apenas 16 años, es su mayor preocupación, ella debería estar estudiando igual que los demás , pero... nuevamente piensa en el camino Oruro-La Paz y su mente le introduce en aquella marcha, en ella caminaban por defender sus derechos y el de todos los bolivianos, recuerda que se llamó la "marcha por la vida y la paz", ¿de qué vida se habla?... ¿De qué paz se habla?... ¡Si sabemos que mientras haya hambre no existirá paz...!
Está cansado pero sigue caminado, absorto en sus pensamientos, los vehículos pasan raudos cerca de él y no le impiden pensar.
-No sé por qué nos pasa esto... antes caminé largo rato hasta la mina entre cerros, montañas, ríos y quebradas... ¡ah!, y luego ese camino caliente y bajo un sol fuerte... y ese gobierno que no nos deja llegar a La Paz... ahora es de noche, estoy mojado y tengo frío... ¡ah, y esta noche es Navidad...! ¿Por qué me pasa esto a mí?... estoy ya envejeciendo, me siento enfermo, sin trabajo, sin dinero... y lo peor... no llevo nada a mi casa.
Y las lágrimas se mezclan con la lluvia que, aunque es débil, sigue cayendo. Se sienta a la vera del camino a descansar, aún le falta mucho para llegar a su destino. De alguna casa llegan a sus oídos las alegres melodías y recién advierte alguna gente portando regalos, paquetes y aquellas cosas propias de los "pesebres" y "arbolitos".
-Y yo... ¡no llevo nada a mi casa...! Segurito que mis pequeños están esperando sus juguetes como todos los años... y ni siquiera para un té con pan tenemos...
El llanto y la tristeza se tornan en rabia y sus meditaciones ahora son imprecaciones.
-¿Por qué tiene que pasarnos esto?... ¿acaso no hemos trabajado nunca?... este gobierno verdugo nos está matando de hambre... ¿acaso somos flojos?... ¿es que la Navidad es sólo para unos pocos?.
También piensa en sus compañeros... en sus ex compañeros de trabajo, ¿ellos estarán así?
-Dios mío... ¿por qué estamos sufriendo todo esto?... ¿por qué mis hijos tienen que padecer hambre y todo lo demás?... o... ¿es qué no existes? ¿Es qué todo lo que se dice de Dios es una vil mentira?... sí... creo que Dios no existe... si existiera... ni frío... ni miseria... ni delincuencia... ni droga... ni... ¡todo es una mentira!.
Está cerca de la ciudad, los vehículos pasan con menos frecuencia, de ida y de vuelta... ya son las once de la noche... estará con los suyos casi a las doce...
-Esta noche es Navidad... Navidad no debería haber... ¿acaso hay Dios?... la Navidad es para los ricos y los explotadores... la Navidad es para los que tienen plata... Dios es sólo para ellos... nosotros los pobres no tenemos Dios... así que no tenemos Navidad... pero ¿qué les diré a mis hijos...? Ellos no entienden esto... y mi pobre Antonia que pensaba cocinar algo especial... ¿qué... qué les diré...?
Y las lágrimas nuevamente corren por sus mejillas.
-Ya sé... ahora mismo vendo mi saco... ¡claro! Aquí en esta parada... una de estas comerciantes me va a comprar... ¡Señora! Señora, ¿no quieres comprarme este saco? ¡Está nuevecito, señora...!
La pregunta y el afán una y otra vez. Está en otro lugar donde varias mujeres cargan su mercadería a un camión. Dejó ya de llover.
-Señora... no quieres comprarme este saco, seño...
-No... no caserito... mejor ven... ayúdame a cargar estos bultos... si no me ha de dejar este carro... apúrate pues, ven a ayudarme...
Hace un esfuerzo por no llorar ni maldecir... y obedece a la mujer que le pide ayuda; luego de realizado el trabajo, la mujer le ofrece unos billetes y una pequeña bolsa con algunos panes y quesillos típicos del valle...
-Gracias caserito... si no fuera por vos... no habría podido terminar de cargar... gracias y aquí tienes por tu ayuda
-Gracias a vos... señora... ¡muchas gracias...!
Parte el carro, y Juan se dirige a su casa... está cerca ya casi son las doce... llega Navidad.
-Por lo menos estos panes ofreceré a mis hijos... con estos pesos compraremos un poco de azúcar y té... ¡si me da una rabia!
Se acerca a la casa que se divisa, pero... todo debería estar oscuro...
-Hay luz... en la casa... mucha luz... además estoy escuchando música, sí creo que es una fiesta o... ¿acaso me he equivocado de camino?... no... no, este es mi camino... sí, este es el barrio... pero... ¡¡por qué esa música y esa luz!!
Al fin llega a su casa y a su encuentro van sus pequeños hijos y los vecinos, sí, son los vecinos más cercanos.
-Don Juan... dónde se ha perdido, pues... tanto lo estamos esperando.
-¿A mí?... para qué será... ¿le ha pasado algo a mis chicos o a mi Tuca?
-No... no don Juan..., no ha pasado nada... lo estamos esperando para pasar juntos la Navidad...
-Claro don Juan... juntos pues pasaremos la Navidad... ya somos conocidos, no ve que ya están más de tres meses aquí.
-Pero... es que yo no tengo nada... bueno... no me acordé de la Navidad... y bueno... he ido a buscar trabajo.
-No te preocupes de eso ahora don Juanito... ya estamos doña Antonia y tus hijitos... ya están jugando con los otros chicos del barrio... los del Camba Soruco también están aquí... ellos son nuestros otros vecinos... también está el Potoco.
Entra en su habitación donde se encuentra su esposa, llorando, observando el pesebre arreglado por sus hijos... abraza a su esposo y juntos... muy juntos en sus almas lloran por ese momento tan doloroso, tan emocionante.
Juan y su esposa entran nuevamente en su vivienda y tras ellos los vecinos que los abrazan...
-Feliz Navidad, don Juan... esta noche es noche buena... es Navidad... todos nacemos de nuevo, doña Tuca... una nueva vida se inicia... ya verán que todo se arregla... ¡sólo hay que tener fe en el que acaba de nacer...! Jesucito nos apoyará... vamos, don Juan... ¡Feliz Navidad!
Al escuchar "Niño Dios"... Juan mira el pesebre pensando en la imagen de Jesús niño... pero casualmente... alguien puso en él un gran pan... cual si fuese el cuerpecito del Redentor.
-Perdón, Dios mío..., perdón Jesús...
-Pero don Juanito, qué te pasa pues...
-Pasa que estoy naciendo de nuevo yo también... don Carlos... Y amigo Soruco... queridos vecinos... perdón, Jesús mío... Dios mío, sí existes... ¡claro que existes...! Existes en el corazón de los hombres de buena voluntad... en el alma de los buenos vecinos... vecinos como éstos... gracias, don Carlos... gracias don Soruco... Dios existe en el corazón de todos, grandes y chicos... ricos y pobres... jóvenes y viejos... que como ustedes piensan en los demás para compartir lo que tienen. Perdone que llore, Don Carlos... ese pan que está en el pesebre, ese es el cuerpo del niño Jesús... ¡¡ese es el pan que nos une, don Soruco!!... ese es el pan de Navidad... es Navidad compartida por todos los de buena voluntad... saben queridos vecinos... esta noche estaba pensando en unos caminos... pero... mejor... para que les cuento, este es el camino de la vida y la paz... la unión de los hombres... y... JESÚS SE REENCARNA EN EL CAMINO DE NUESTRA LIBERACIÓN ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

Reflexión:
Lo importante en Navidad no es la fiesta, los regalos y las compras. Pensemos que la primera Navidad fue la Navidad de unos pobres, María y José, que no hallaron lugar en la posada del pueblo de Belén y tuvieron que ocupar un lugar deshabitado para que naciera el Niño (Lucas 2,7). Por eso, la celebración cristiana de Navidad que cada año recordamos, ha de ser la fiesta de la solidaridad, del amor, del compartir, de comenzar a vivir la vida con ojos de niño, de confiar en Dios que no olvida a su pueblo.
Los vecinos de Juan, el personaje de este cuento, saben acogerlo, ayudarlo y festejar compartiendo desde su pobreza. El pan que ocupa el lugar del Niño en el pesebre, es un símbolo de que donde no se comparte el pan no está el Señor y al revés, donde se comparte allí está Jesús.

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