14. ESTACIÓN: El Espíritu prometido
El resucitado envía a los discípulos el Espíritu Santo Prometido
De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 2, 1-6)
ORACIÓN FINAL
Virgen María, que amas con amor solícito a todos tus hijos,
cuida con particular amor de Madre al
Vicario de Cristo en la tierra,
a nuestro Santo Padre el Papa,
para que, en sus desvelos por la Iglesia y el hombre,
sienta siempre el apoyo y la oración de los hijos de la Iglesia.
Regálale con la alegría cotidiana que brota del amor,
protégelo contra las insidias de quienes no aman a Dios,
contra las incomprensiones de quienes no le aman lo suficiente.
Ofrécele tu ternura de Madre
para que no se sienta solo
en la tarea de regir la Iglesia.
Muéstrate como Madre amorosísima
para él que es el "Dulce Cristo en la tierra".
Y ofrécele siempre tu consuelo. Así sea.
El resucitado envía a los discípulos el Espíritu Santo Prometido
Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.
Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 2, 1-6)
Pentecostés, pacto mantenido. El Resucitado cumple su promesa solemne: "El Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre" (Jn 14, 26). Dios es fiel. Mantiene sus citas. El dijo: el Hijo del hombre dará su vida "como precio por muchos" (Mt 20, 28). Y su Palabra se hizo historia: Viernes Santo. El dijo: "Destruid este templo y yo en tres días lo reedificaré... El hablaba del templo de su cuerpo" (Jn 2, 19.21). Y su Palabra se hizo victoria sobre la muerte. El dijo: "Tendréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros" (Hechos 1,8). Y al cumplirse las siete semanas pascuales su Palabra se hizo Pentecostés: fuerza del Espíritu, nacimiento de la Iglesia. La humanidad nueva en camino.
El hombre de hoy debe recordar que "el verdadero pecado - como dice Evdokimov - es ser insensibles al Espíritu Santo". Que es como decir, estar cerrados al amor. El Espíritu vence los pesimismos sobre el futuro. Dios es optimista sobre le hombre. El Espíritu obra el bien: el bien que se realiza, el amor que triunfa, el grano que amarillea, Pentecostés une a la humanidad entera. Creer en el Espíritu Santo, para el yo escéptico y cansado, es no sólo creer en Dios y en su amor, sino también creer que Dios cree en mí, que Dios se fía de mi, que Dios se espera mucho de mi. Tengo que hacerme llevar por el Espíritu que está ya a la obra en la historia. Y entonces la vida podrá verdaderamente ser una casa de amor y de paz. "Los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Gal 5, 22).
Alégrate Virgen Madre: Cristo ha resucitado, ¡Aleluya!
Oh Espíritu Santo, que unes inefablemente la Padre con el Hijo; tú eres el que nos unes a nosotros con Jesús Resucitado, hálito de nuestra vida; tú eres el que nos une a la Iglesia, de quien tú eres el alma y nosotros los miembros. Como San Agustín, cada uno de nosotros te suplica (recitación coral).
Respira en mí. Espíritu Santo, para que yo piense lo que es santo, para qué yo ame lo que es santo. Fortifícame tú, Espíritu Santo, para que yo nunca pierda lo que es santo.
Amén
Oh María. Templo del Espíritu Santo,
Guíanos como testigos del Resucitado
por el camino de la luz.
El hombre de hoy debe recordar que "el verdadero pecado - como dice Evdokimov - es ser insensibles al Espíritu Santo". Que es como decir, estar cerrados al amor. El Espíritu vence los pesimismos sobre el futuro. Dios es optimista sobre le hombre. El Espíritu obra el bien: el bien que se realiza, el amor que triunfa, el grano que amarillea, Pentecostés une a la humanidad entera. Creer en el Espíritu Santo, para el yo escéptico y cansado, es no sólo creer en Dios y en su amor, sino también creer que Dios cree en mí, que Dios se fía de mi, que Dios se espera mucho de mi. Tengo que hacerme llevar por el Espíritu que está ya a la obra en la historia. Y entonces la vida podrá verdaderamente ser una casa de amor y de paz. "Los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Gal 5, 22).
Alégrate Virgen Madre: Cristo ha resucitado, ¡Aleluya!
Oh Espíritu Santo, que unes inefablemente la Padre con el Hijo; tú eres el que nos unes a nosotros con Jesús Resucitado, hálito de nuestra vida; tú eres el que nos une a la Iglesia, de quien tú eres el alma y nosotros los miembros. Como San Agustín, cada uno de nosotros te suplica (recitación coral).
Respira en mí. Espíritu Santo, para que yo piense lo que es santo, para qué yo ame lo que es santo. Fortifícame tú, Espíritu Santo, para que yo nunca pierda lo que es santo.
Amén
Oh María. Templo del Espíritu Santo,
Guíanos como testigos del Resucitado
por el camino de la luz.
ORACIÓN FINAL
Señor y Dios nuestro, fuente de alegría y de esperanza, hemos vivido con tu Hijo los acontecimientos de su Resurrección y Ascensión hasta la venida del Espíritu Santo; haz que la contemplación de estos misterios nos llene de tu gracia y nos capacite para dar testimonio de Jesucristo en medio del mundo.
Te pedimos por tu Santa Iglesia: que sea fiel reflejo de las huellas de Cristo en la historia y que, llena del Espíritu Santo, manifieste al mundo los tesoros de tu amor, santifique a tus fieles con los sacramentos y haga partícipes a todos los hombres de la resurrección eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
UNIDOS AL PAPA.
De igual forma que solemos terminar el rezo del Vía Crucis recordando al Santo Padre, también acabamos el Vía Lucís encomendando en nuestra oración al Papa, "el Dulce Cristo en la tierra", como le llamaba Santa Catalina de Siena Lo hacemos como signo explícito de nuestro amor a la Iglesia, para que Dios lo ilumine, y le dé fuerzas en la tarea encomendada por el Señor.
Al Padrenuestro, Avemaría y Gloria añadimos aquí una oración por el Romano Pontífice, que ponemos en las manos de María, Madre de la Iglesia.
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA POR EL SANTO PADRE EL PAPA JUAN PABLO II
Te pedimos por tu Santa Iglesia: que sea fiel reflejo de las huellas de Cristo en la historia y que, llena del Espíritu Santo, manifieste al mundo los tesoros de tu amor, santifique a tus fieles con los sacramentos y haga partícipes a todos los hombres de la resurrección eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
UNIDOS AL PAPA.
De igual forma que solemos terminar el rezo del Vía Crucis recordando al Santo Padre, también acabamos el Vía Lucís encomendando en nuestra oración al Papa, "el Dulce Cristo en la tierra", como le llamaba Santa Catalina de Siena Lo hacemos como signo explícito de nuestro amor a la Iglesia, para que Dios lo ilumine, y le dé fuerzas en la tarea encomendada por el Señor.
Al Padrenuestro, Avemaría y Gloria añadimos aquí una oración por el Romano Pontífice, que ponemos en las manos de María, Madre de la Iglesia.
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA POR EL SANTO PADRE EL PAPA JUAN PABLO II
Virgen María, que amas con amor solícito a todos tus hijos,
cuida con particular amor de Madre al
Vicario de Cristo en la tierra,
a nuestro Santo Padre el Papa,
para que, en sus desvelos por la Iglesia y el hombre,
sienta siempre el apoyo y la oración de los hijos de la Iglesia.
Regálale con la alegría cotidiana que brota del amor,
protégelo contra las insidias de quienes no aman a Dios,
contra las incomprensiones de quienes no le aman lo suficiente.
Ofrécele tu ternura de Madre
para que no se sienta solo
en la tarea de regir la Iglesia.
Muéstrate como Madre amorosísima
para él que es el "Dulce Cristo en la tierra".
Y ofrécele siempre tu consuelo. Así sea.
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