miércoles, 22 de abril de 2009

Vía Lucís

2 ª ESTACIÓN: El sepulcro vacío

Los discípulos encontraron el sepulcro vacío

Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.
Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.


El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue a donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús tanto quería, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto") Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo y el sudario con el que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. (Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos).
Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 1-9)

Cuánta agitación alrededor de una tumba. María Magdalena, habiendo visto la piedra quitada, corre a la ciudad. Pedro y Juan corren al sepulcro donde había sido puesto apresuradamente el cuerpo, por la inminente fiesta de la Preparación (Jn. 19,42). Un espectáculo inusual en un sepulcro fresco: vendas por el suelo y sudario a un lado. Las personas se agitan alrededor de la tumba y tratan de entender. Lo nuevo infunde temor. Juan comienza a creer en la omnipotencia de Dios. Dios puede, Dios quiere, Dios hace. Puede, porque omnipotente. Quiere, porque Padre. Hace, porque fiel.
El hombre de hoy está angustiado por la muerte y por eso la aparta: pero la ciencia técnica y el progreso sólo desplazan los palotes, y la muerte queda inmortal. El sepulcro se traga las esperanzas del hombre aún después de haber llegado a la luna. Infeliz sería la historia si aquella tumba de Jerusalén hubiese continuado a retener al Justo sepultado; habría sido la victoria del mal y no del bien, de las tinieblas y no de la luz, de la nada y no del ser. Este absurdo clavado en la historia haría absurda toda la historia, los inocentes que sufren, los oprimidos sepultados en los subterráneos del tiempo. Si el hombre pierde esta llave de la casa, entra en el sendero del absurdo.

Alégrate Virgen Madre: Cristo ha resucitado, ¡Aleluya!

Sólo tú, Jesús resucitado, nos llevas a la alegría de la vida. Sólo tú nos haces ver vaciarse una tumba desde dentro. Danos la convicción de nuestra potencia impotente ante la muerte cuando está sin ti. Haz que nos fiemos totalmente de la omnipotencia del amor, que vence la muerte.

Amén
Oh María. Templo del Espíritu Santo,
Guíanos como testigos del Resucitado
por el camino de la luz.

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