LOS HUEVOS DE PASCUA

El huevo es en general símbolo del origen y del nacimiento, y como la serpiente, el agua y la paloma, constituye un elemento más de la Pascua cristiana y judía.
A partir de San Agustín, el huevo comienza a adquirir el significado místico de la resurrección y al regalarlo, los cristianos expresan su fe en la inmortalidad y en la salvación del alma, según afirmación de los teólogos modernos.
Una tradición que aún sobrevive entre los ortodoxos y que viene del siglo XI era la bendición de los huevos en las iglesias, el Sábado Santo o en la mañana de Pascua, esta es la causa por la que se llama Pascua del huevo al Domingo de Resurrección.
Ya en el siglo XII era tradición regalar huevos para la Pascua bajo diferentes formas. El de chocolate nace en la corte de Versalles, y el siglo XVI Francisco I de Francia recibió el primer huevo con “sorpresa” que haya quedado documentado: en su interior encontró una

En los inicios del cristianismo los huevos de gallina o pato eran pintados de rojo, como tributo a la sangre de Cristo, después se agregaron el marfil-representando el sudario-, luego el verde, como símbolo del renacer de la naturaleza en primavera, el azul, que recuerda la paz de la época pascual, el amarillo, para significar la luz temprana del día de la resurrección, y el púrpura para recordar la Pasión de Cristo.
El tan tradicional conejo que trae los huevos según cuenta una leyenda, comenzó hace muchos años y dice así: Una mujer que pintaba los huevos para sus hijos en la Pascua tenía por costumbre esconderlos en los nidos de conejos para que los niños los encontraran. Cierta vez cuando los pequeños encontraron los huevos, un conejo saltó del nido motivo por el cual los niños pensaron que el conejo les había traído el obsequio, y así comenzó la historia.
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La escena tiene lugar el día de la muerte ritual del rey, y la diosa Luna (en este caso Pasífae) ha salido a su encuentro (una terrible figura con túnica y con un amenazante brazo en jarras, mientras que con el otro brazo extendido le ofrece una manzana, que es su pasaporte para el Paraíso); las tres jabalinas que lleva cada hombre significan la muerte.
Sin embargo al rey le acompaña una pequeña figura femenina con túnica como la otra; quizá sea la princesa Ariadna (que ayudó al héroe Teseo a salir del laberinto mortal en Cnosos). El rey muestra audazmente, como un contra hechizo de la manzana, un huevo de pascua, el huevo de la resurrección. La pascua era la estación en que se realizaban las danzas «Ciudad de Troya» en los laberintos hechos sobre el césped (quizá como una coreografía) en Gran Bretaña prehistórica y también en Etruria.
En el frente de la jarra hay un dibujo laberíntico que se encuentra no sólo en ciertas monedas de Cnosos, sino también en los intrincados dibujos hechos en el césped y que hasta el siglo XIX pisaban los escolares británicos en la Pascua de Resurrección.
Un huevo sagrado etrusco de traquita negra pulimentada, encontrado en Perusa (Italia), con una flecha en relieve a su alrededor, es este mismo huevo sagrado.
Entre los siglos IX al XVIII, la iglesia prohibió el consumo de huevos durante la cuaresma, por considerarlo equivalente a la carne, por lo que la gente los cocía y los pintaba para diferenciarlos de los frescos y poderlos consumir el día de Pascua de Resurrección.
Huevos plásticos y comerciales, aunque coloridos, carecen del esfuerzo artístico.
Con el tiempo estas tradiciones fueron incorporadas a la festividad de Pascua de Resurrección y hoy en día el huevo de pascua es un símbolo universal. Para muchos, el huevo se asemeja a la resurrección como un símbolo de vida nueva.
En la actualidad, la tradición continúa con algunas variaciones. En Europa se mantiene la costumbre que data desde la Edad Media de adornar huevos con teñidos y pintados. Aunque parece que la práctica de huevos ornamentales era principalmente elaborada por clases altas o de recursos, se difundió a decoraciones más sencillas, como con el empleo de hojas de árbol para crear patrones sobre el cascarón. El comercio y la modernidad por su parte se ha encargado de incorporar los huevos de chocolate, y los huevos de plás

El huevo es figura de la Resurrección de Jesucristo, como el sepulcro sellado el sábado para abrirse con una nueva vida el domingo.
El intercambio de huevos de Pascua de chocolate es muy extendido en ciertas zonas de Francia, Cataluña, Valencia y Murcia, viene celebrándose desde hace poco más de un siglo.
Por estas fechas las pastelerías comienzan a decorar sus escaparates con unos coloridos huevos de chocolate.
Desde épocas tan lejanas como la egipcia, griega y la romana viene asociándose al huevo con el concepto de nacimiento y más adelante, ya en el siglo II, se le toma como símbolo de resurrección.
El hecho de asociar el huevo a la fertilidad y por coincidir la Pascua con la estación primaveral, estación fértil por excelencia, hace que se establezca por toda Europa como símbolo de La Pascua. De modo que rápidamente los pasteleros de época comenzaron a elaborarlos utilizando distintos ingredientes. Primero fue el mazapán luego el crocante y el azúcar y por último el chocolate.
En la Edad Media el intercambio de huevos se hacía con huevos de ave a los que se trataba la cáscara mediante diferentes procesos para decorarla. Muchas veces eran verdaderas obras de arte, al punto que en el siglo XVIII, el papa Pablo V bendijo al humilde huevo en una plegaria, quizás para olvidar la prohibición decretada por la Iglesia en el siglo IX, de no consumirlos durante toda la cuaresma.
La costumbre de esconder huevos pintados en los

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