lunes, 2 de febrero de 2009

Homilía "Presentación de Jesús"

HOMILÍA
PRESENTACION DE JESUS EN EL TEMPLO Y PURIFICACION DE MARIA. (Ciclo B)
Realizada por: P. Luis Carlos Aparicio Mesones s.m.

LUZ PARA ALUMBRAR A LAS NACIONES

Jesús, luz del mundo.

Hoy celebramos la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo y la Purificación de María, popularmente llamada “La Candelaria” o “Las Candelas”
La gente sale en muchos lugares a la calle por la noche, entonando cánticos y enarbolando antorchas encendidas. Es la exaltación de la luz sobre las tinieblas del mundo.
Impresiona participar en el multicolor y multitudinario desfile de luces que le envuelven a uno en una grata atmósfera espiritual. Lo he vivido en Lourdes, en Fátima, en Javier, en las veladas de los campamentos, en vigilias con jóvenes. Me he quedado ensimismado contemplando el chisporroteo de la leña seca mientras se consume lentamente. Un fuego que da calor al cuerpo y vigoriza el espíritu; un fuego que invita a compartir y a narrar aventuras, que nos adentra en el encanto de lo misterioso.
La palabra “cirio” viene del griego “kyrios”, que significa “Señor “y que los primeros cristianos aplicaban a Jesucristo. El es la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
Encender un cirio es evocar a nuestro Salvador y reconocer su presencia. Por eso lo encendemos en las celebraciones sacramentales y lo entronizamos solemnemente en la Vigilia Pascual como anuncio definitivo de su victoria sobre la oscuridad de la muerte mediante su gloriosa resurrección.

Presentación en el templo.

Jesús es presentado en el Templo por sus padres, que ofrecen, conforme a la ley de Moisés, el donativo de los pobres: un par de tórtolas o dos pichones.
Dos ancianos: Simeón y Ana, que aguardan la liberación de Israel con la candidez de los más humildes, ven colmadas sus esperanzas y acogen con cariño al Niño en sus brazos.
La estampa de los pobres acompañará siempre a Jesús por Nazaret y por todas partes. Se identifica con sus esperanzas y con sus anhelos. Se sentirá acogido por ellos y criticado, hostigado y vituperado por los poderosos. Predicando el evangelio y orando se estremecerá de gozo al evocar los recuerdos de su infancia: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla, porque así te ha parecido bien”.

Los gestos pequeños suelen esconder almas grandes. El amor se demuestra en detalles, a veces insignificantes, pero que mantienen viva la presencia del ser amado. Sobrecogen cuando se repiten con frecuencia y se convierten en actitudes cotidianas.
Es la experiencia de María que exulta de gozo al sentirse amada por Dios en quien ha puesto toda su confianza “al mirar la humillación de su esclava,” en tanto dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”.

Santa Teresa de Lisieux.

En “Historia de un alma” Santa Teresa de Lisieux- Teresita del Niño Jesús- recuerda los prolegómenos de su entrada en el convento al despedirse de sus padres y toda la riqueza de espíritu que animaba la fe sencilla de sus progenitores, que la respetaron y apoyaron en su vocación:

“Después de abrazar a todos los miembros de mi familia querida, me puse de rodillas ante mi incomparable padre, pidiéndole su bendición. Para dármela, también él se puso de rodillas, y me bendijo llorando...
¡El espectáculo de aquel anciano ofreciendo su hija al Señor, cuando aún estaba en la primavera de la vida, tuvo que hacer sonreír a los ángeles...!”

Dios se manifiesta en lo pequeño; lo cual no deja de sorprendernos en un mundo dominado por las multinacionales del poder y explotadores sin alma que esclavizan, humillan y abocan hacia el hambre a más de media humanidad. De éstos no se puede esperar casi nada bueno para los pobres por mucho que de vez en cuando repartan limosnas como caritativas samaritanas.
Echando una ojeada a los acontecimientos que oscurecen la convivencia humana ¿no sería bueno que los dirigentes políticos, económicos y religiosos de los países cristianos nos dejáramos guiar por las palabras y los gestos de aquel que dijo de sí mismo ser la Luz del Mundo?
Estos gestos y palabras son hoy más necesarios que nunca para acercarnos al proyecto de Dios, que no es otro que la fraternidad universal.

Ser testigos de la Luz

Desde el Bautismo hemos sido invitados a ser testigos de la Luz y a responsabilizarnos de comunicarla a los demás. “Vosotros, los que veis, ¿qué habéis hecho de la luz?”- nos recuerda Paul Claudel.
¿No la habremos escondido en nuestra casa para iluminar tan sólo al círculo de nuestros amigos y familiares, porque tenemos miedo a que nos miren como farolas o como beatos?

Experiencia.

Hace años participé como monitor en el campamento “Mundo Nuevo”, ubicado en Silos, junto al monasterio benedictino y organizado por “Cristianos sin Fronteras”. Al entrar allí por primera vez me sorprendió un gigantesco título de varios metros, elaborado con letras fluorescentes que, pegadas sobre las rocas del fondo, servían de centinela. Se podía leer desde varios Kms la frase: “convertiré las tinieblas en luz”.
Este fue el lema del campamento y lo fue también de Jesús, empeñado en una lucha sin cuartel contra el mal. El mismo se ofrece como ejemplo y como guía. “El que me siga no caminará en tinieblas”.
Cualquier obstáculo será superable si su luz permanece encendida en nuestro corazón.

¡Ojala sepamos valorar su presencia!

Nada mejor que haber tenido una fuerte experiencias de tinieblas para valorar el simple chisporroteo de una llama.
Os cuento que, siendo seminarista decidí con dos compañeros más explorar la cueva del Rey Centolo, situada cerca de Mondoñedo, provincia de Lugo. Era una amplia cavidad con estalactitas y estalacmitas, a la que había que acceder agachados y con carburos, puesto que las linternas agotaban rápidamente sus pilas a causa de la humedad. Después se abrían galerías, simas y un espectáculo realmente maravilloso. Jóvenes, fogosos e irresponsables como éramos, eludimos avisar a nuestros superiores del proyecto. Y allí nos adentramos medianamente pertrechados a lo largo de más de un Km de galerías hasta llegar a una profunda sima, donde el compañero más atrevido y de mayor edad se descolgó por una soga, para perderse en la profundidad en busca de una hipotética cascada. Los dos aguardamos impacientes su vuelta. Colocamos los carburos en una roca. Resbalaron y cayeron con estruendo. Quedamos a obscuras, desarmados y confusos.
Tantear las rocas y desplazarnos por ellas en esas circunstancias, con el abismo a nuestros pies, suponía correr el riesgo de un mortal accidente. Nuestra esperanza y nuestra vida dependían de una caja de cerillas y dos velas que llevábamos en el bolsillo. Nadie podía venir en nuestro auxilio, pues ignoraban nuestro paradero. Pero las cerillas se habían humedecido y una tras otra se descabezaban al intentar encenderlas. Decidimos frotarlas pacientemente en las manos. Por fin logramos encender una y recoger los carburos. Respiramos, nos abrazamos y dimos gracias a Dios. Nunca he sentido tanta angustia y tanto miedo.

Conclusión.

Una lucecita es un mundo, una esperanza que se abre; miles de lucecitas iluminan una ciudad y millones de lucecitas que se juntan proyectan sus resplandores a toda la humanidad.

¡Señor, que no perdamos jamás esa luz, que seamos tus testigos en medio de las tinieblas, que te sigamos a ti, fuente perenne de esperanza y que salgamos un día a tu encuentro con las antorchas encendidas cuando nos llames a compartir definitivamente tu vida!

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